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El 'hiperactivo' Messi enciende las alarmas en el Barcelona
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José Manuel García

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El 'hiperactivo' Messi enciende las alarmas en el Barcelona

Dice un antiguo miembro del equipo de la pequeña trituradora azulgrana de principios de 2000, cuya cabeza visible era Messi, que a Leo, aquel gorrión con

Dice un antiguo miembro del equipo de la pequeña trituradora azulgrana de principios de 2000, cuya cabeza visible era Messi, que a Leo, aquel gorrión con cerebro de águila, le gustaba driblar hasta las patas de una cama. Lo jugaba todo y se ponía nervioso cuando, con fiebre, tenía que quedarse postrado en su domicilio. El argentino yacía lánguido y contaba los minutos para regresar a una cancha. El juvenil Messi, por ejemplo, no le perdonará nunca a Rijkaard el haberlo dejado sin final de Champions.

El 10 más adorado de los barcelonistas y, tras Maradona y Riquelme, más idolatrado de los argentinos, no duda ni por equivocación cuando sus técnicos le convocan, aunque sea para jugar un bolo en Poblet o, como ha sido el caso, una minigira con la selección argentina por Estados Unidos y Costa Rica, dos potencias del mundo en esto del balón… Messi toma el avión y vuela a su tierra con la ilusión del niño que va a recibir un premio de los gordos.

Porque para Leo es un premio lucir la albiceleste, una camiseta que tiene pegada más dentro de la piel, en su propia alma.

Pero el entrenador es el que debe tener la inteligencia de racionar los partidos que juegue el mejor futbolista del mundo. Por el bien del equipo y por el bien de Messi. Porque puede suceder lo que terminó pasando en el Giant Stadium de New Jersey, que los jugadores del equipo USA entraban a las piernas de Leo Messi como una jauría de tigres hambrientos ante una tabla de solomillos. El futbolista apretó los dientes, aguantó las tarascadas de lobos yanquis, que celebraron el empate final como si hubieran logrado la mismísima Copa del mundo.

Dos millones por bolo

El jugador pagó el esfuerzo y Leo terminó lesionado el amistoso frente al equipo estadounidense. Tres días más tarde, a la Argentina le tocaba medirse con Costa Rica, partido que jugaría Messi, sí o sí (está en contrato: AFA cobra una cantidad muy superior si participa el 10), pero fue no. Leo se encontraba lesionado, contradiciendo la opinión de Sergio Batista, que adujo cansancio. El Chencho mintió. Leo Messi padece una lesión muscular, sufre una contractura en el aductor de su pierna derecha y, salvo que la revisión que le harán los médicos del Barcelona esta mañana diga otra cosa, es seria duda para el partido de este sábado, contra el Villarreal, donde los de Pep Guardiola se juegan la vida. O casi.

Ni Leo Messi, ni el Barcelona ni, por supuesto, Guardiola, van a alzar la voz contra los abusos que someten a la estrella. Porque Messi va a ir a todas con la albiceleste: se ha apuntado a la Copa América, que este verano se disputa en Argentina. Pero que no abuse el Chencho ni AFA (2 millones de euros el bolo que disputa la albiceleste con el 10), que al final todos salen perdiendo, pero sobre todo el jugador, que se lleva a casa el fútbol y una ristra larguísima y dolorosa de cardenales. Ahora, todos en guardia y en vilo; se han encendido las alarmas en el Barça, aunque se espera que no sea grave la lesión del mejor de los suyos, porque el Villarreal en su casa es una pared y el Real Madrid no deja de engullir terreno. Y puntos.

Dice un antiguo miembro del equipo de la pequeña trituradora azulgrana de principios de 2000, cuya cabeza visible era Messi, que a Leo, aquel gorrión con cerebro de águila, le gustaba driblar hasta las patas de una cama. Lo jugaba todo y se ponía nervioso cuando, con fiebre, tenía que quedarse postrado en su domicilio. El argentino yacía lánguido y contaba los minutos para regresar a una cancha. El juvenil Messi, por ejemplo, no le perdonará nunca a Rijkaard el haberlo dejado sin final de Champions.

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