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Billete de lujo a Wembley pero con decisiones que matan
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José Manuel García

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Billete de lujo a Wembley pero con decisiones que matan

El Barça celebró anoche su pase a la final de la Champions como si ya hubiera ganado la copa. Hasta Pep Guardiola, rey de la mesura

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Billete de lujo a Wembley pero con decisiones que matan

El Barça celebró anoche su pase a la final de la Champions como si ya hubiera ganado la copa. Hasta Pep Guardiola, rey de la mesura y paradigma del seny, ordenó a todos, plantilla, cuerpo técnico y auxiliares, unir sus brazos para bailar una desordenada y anárquica sardana. A nadie le importó la lluvia. El Barça pondrá su pica en Wembley, pero atrás dejó tiras de pellejo, ríos de energías y un montón de costurones. La culpa del descomunal desgaste la tuvo el Real Madrid, un adversario gigante y digno. Un equipo que murió matando y lo hizo de pie. Con la cabeza alta.

La eliminatoria tendrá la miga empapada en vinagre por una jugada polémica. La que protagonizó Cristiano Ronaldo y mandó Higuaín a las redes. El partido iba 0-0, y la dinamita hubiese llegado a Rambla Cataluña. Pero el colegiado De Bleeckere, que es el que ordena y manda, ordenó y mandó a su manera: falta de Cristiano Ronaldo a Mascherano, que pasaba por allí, cuando, en realidad, Piqué hizo falta flagrante al portugués, éste perdió el equilibrio y en su caída tocó a Mascherano, que rodó como una ficha de dominó. Lo lógico, ante la primera de Piqué, era que el colegiado hubiese dejado vía libre, que el balón siguiera su curso. Pero el juez disparó contra el alguacil.

El Barça marcó luego pero el Real Madrid no hincó las rodillas y se vino arriba. El Real Madrid se acordó que aquella camiseta la vistieron héroes como Gento o Di Stéfano, que aquel escudo fue sudado por el Mangas Molowni, y O Bruxo Amancio, que aquellas medias guardaron cicatrices a Carlos Santillana o a Juanito. Por eso, sus jugadores olvidaron un poco a Mourinho y dejaron atrás al capitán de la tropa y se arrojaron a las trincheras del adversario. Al toque mágico, corazón. A la sutileza, orgullo. A la genialidad, un indomable amor propio, digno de las leyendas. Golpe a golpe. El Barça ganó billete lujo a Wembley, pero dejó sangre en el empeño, la sangre que le hizo derramar la vergüenza torera madridista.

Lass Diarrá ha vuelto

Yo creo que Mourinho se equivocó en el partido de ida con su racanería cicatera, pues pienso que cortarles las alas a un gavilán no puede ser inteligente. Porque el Real Madrid tiene orgullo y corazón. Pero en sus almacenes guarda artillería y buenas bolsas de calidad. Anoche descubrí a un futbolista enorme que ha vuelto: Lass Diarrá. Un tipo que lo hace todo y que todo lo hace bien. Su conexión con Xabi Alonso fue perfecta. Lástima que les faltó un tercer acompañante, lástima que Kaká juegue un vals cuando se toca rock. Al Real le faltó una ayuda vital, alguien que oxigenase a sus dos colosos del centro del campo y fuese de mayor utilidad para Higuaín, harto de esperar un cómplice.

Ozil entró demasiado tarde, pero su presencia hizo crecer a su equipo y plegar velas al Barça. Con el turco/alemán por la derecha y Di María en su banda, el equipo de Guardiola comenzó a sufrir y notar cómo le crujían las bisagras. Llegó el empate del Real y el partido perdió la brújula. Ahí se le fue algo de mano y resuello al cuadro blanco. Messi creció más y los blancos se dieron cuenta que son humanos. Humanos y orgullosos. El colegiado no estuvo a la altura de la grandeza del choque y actuó pésimo en una jugada clave. El Barcelona saltó jubiloso al final, con el billete a la final de Wembley. Enloquecieron Pep y sus jugadores, que brindaron con una sardana loca, pero seguían mirando de reojo al rival. Mirando al Real Madrid con respeto, porque sufrieron para llegar a una nueva final. Con decisiones que matan.

El Barça celebró anoche su pase a la final de la Champions como si ya hubiera ganado la copa. Hasta Pep Guardiola, rey de la mesura y paradigma del seny, ordenó a todos, plantilla, cuerpo técnico y auxiliares, unir sus brazos para bailar una desordenada y anárquica sardana. A nadie le importó la lluvia. El Barça pondrá su pica en Wembley, pero atrás dejó tiras de pellejo, ríos de energías y un montón de costurones. La culpa del descomunal desgaste la tuvo el Real Madrid, un adversario gigante y digno. Un equipo que murió matando y lo hizo de pie. Con la cabeza alta.

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