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CR7 comienza a estar harto de verle la matrícula a Messi
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José Manuel García

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CR7 comienza a estar harto de verle la matrícula a Messi

Cristiano Ronaldo lleva semanas haciendo su gesto preferido, que no es otro que disparar con el dedo índice a la caras de las miles de aficionados, que

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CR7 comienza a estar harto de verle la matrícula a Messi

Cristiano Ronaldo lleva semanas haciendo su gesto preferido, que no es otro que disparar con el dedo índice a la caras de las miles de aficionados, que lo llevarían a la luna en volandas o adonde fuera menester. 

El Robin Hood de Funchal, la pantera blanca, cuyos ojos chispean cuando atisba la posibilidad de hincar las garras o hacer un gol con sello diabólico 'made in CR7', o cuatro, porque su voracidad no tiene límites y su espíritu ganador tampoco conoce alambradas.

Sus adversarios le temen como el zapateado de una viuda negra sobre la barriga de un reo, conscientes de que este tipo no hace prisioneros; te mira, estira los hombros, enciende la mecha y te deja deshecha la cintura, a ras de césped, mientras busca más muescas en el rifle, nuevas víctimas. A Sergio Sánchez le encomendaron la tarea de pegarse como una lapa al portugués. Pero al sevillista se le escurrió la cola a los pocos minutos y Cristiano conectó con Benzemá y Ozil. Marcó cuatro al Sevilla y lo hizo a ritmo de bulerías. Sergio Sánchez y sus compañeros terminaron con la desagradable sensación de conocer de primera mano los estragos de un huracán, sus hachazos invisibles. En noventa minutos, un tiempo eterno para alguien que sabe que los mañanas no existen.

No es fácil la vida de un ganador, sobre todo cuando observa que en la acera contraria el vecino mediterráneo no deja de sumar y recoger triunfos. La perla atlántica, que aterrizó en el Real Madrid prometiendo glorias, se quedó sin ruedas en la primera temporada. En esta temporada, con su paisano Mourinho esperaba otra cosa. Esperaba derribar muros y seguir aniquilando enemigos. Pero se pellizcó las manos con las tácticas de guerrilla de Mou, que creyó que Cristiano se las apañaría solo entre la armoniosa tribu del Barça. Pero su genio se dio de bruces con el edificio de cemento azulgrana. Le funcionó en la Copa, pero la Liga se le escurrió de las manos en el primer tercio y en la Champions le arrancaron los ojos y el corazón.

Pero Cristiano Ronaldo tragó orgullo, apretó los dientes y desplegó su caudal detalento. Al Sevilla y a varios equipos les hizo un roto. En todas las competiciones se encuentra a un palmo de rebasar la cantidad de 50 goles. Lleva 36 tantos en Liga, a punto de pulverizar el récord de goles en Liga que hizo con el Manchester y que le valió una Bota de Oro (algún imbécil escribe por ahí que es un galardón tan valioso como el Balón de Oro), y ha dejado muy atrás a Leo Messi, su gran rival en el trono del mundo. Su adversario. Alguien al que CR7 respeta y admira, pero también comienza a mostrar su hartazgo por la espléndida cosecha de títulos que el argentino exhibe; porque Cristiano hace goles como aceitunas cayendo del olivar, pero Leo no deja de mostrarle la matrícula. Es el próximo reto de Cristiano Ronaldo, míster gol con todas las de la ley, que con gusto se cambiaría por míster títulos.

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Cristiano Ronaldo lleva semanas haciendo su gesto preferido, que no es otro que disparar con el dedo índice a la caras de las miles de aficionados, que lo llevarían a la luna en volandas o adonde fuera menester. 

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