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Aquí sólo respiran los dos mastodontes y el jeque
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José Manuel García

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Aquí sólo respiran los dos mastodontes y el jeque

Salvo el Real Madrid y el Barcelona, los dos mastodontes del fútbol hispánico, aquí todos van de cortitos con sifón. Cortos menos para ir al baño.

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Aquí sólo respiran los dos mastodontes y el jeque

Salvo el Real Madrid y el Barcelona, los dos mastodontes del fútbol hispánico, aquí todos van de cortitos con sifón. Cortos menos para ir al baño. La teoría de los demás clubes de “la otra Liga” es ésta: Yo vendo, cazo dinero, pago proveedores y nóminas y, lo que me quede, si algo me queda, manoseo el mercado y compro. Así respira la mayoría de los clubes de la que, supuestamente, es la mejor Liga del planeta. Menos una excepción: el Málaga.

El Málaga del jeque Abdullah Al-Thani lleva gastado casi cincuenta millones de euros en fichajes. Fichajes de relumbrón: Santi Cazorla, Toulalan, Joaquín, Van Nistelrooy, Buonanotte, Sergio Sánchez, Monreal… Con ellos, el club malaguista aspira a subir, de golpe, cinco peldaños, con vistas a colocarse en el pelotón de los que siguen a los dos saurios del fútbol mundial. En unos meses, Manuel Pellegrini ha pasado de dirigir a un equipo para sacarlo de la UVI del descenso a otro con muchas papeletas en el bolsillo para navegar con lustre por Europa. El Málaga es el Manchester City de la Liga de las Estrellas.

Pero el equipo costasoleño no tiene garantizado nada. Primero, necesita acoplar a tanta gente, estructurar el equipo, que todos naveguen en un mismo sentido, que cada pieza encaje, que nada chirríe. Pero, sobre todo, que haya suerte y paciencia. Y el primero que la ha de tener es el jeque, que no se ponga de los nervios con las primeras adversidades. El fútbol es un balón y el balón, en ocasiones, tiene vocación de rodar cuadrado y a trompicones.

El resto de los equipos, vivaqueando el verano lo mejor que se pueda. El Villarreal, vendiendo a una de sus joyas para poder cuadrar las cuentas; el Valencia, pensando muy seriamente la posibilidad de traspasar a su activo más valioso: Juan Mata. El Sevilla, vendiendo y comprando, ajustando números y mirando a los cielos para que no caiga un chaparrón y se lesione alguien. El Athletic, rogando al Loco Bielsa para que la máquina vasca no se estrelle. El Atlético, asomándose al balón y despidiendo a sus joyas mejores, al Kun Agüero, a David De Gea, a todo lo que se mueva con la casaca rojiblanca. Y que caigan manzanas de don Gregorio Manzano.

Más abajo, las tinieblas de la Ley Concursal. El hilo delgado de un futuro incierto de una docena larga de clubes históricos (Real Zaragoza, Racing Santander, Real Betis, Mallorca, Sporting, Granada, Rayo Vallecano…) con una soga al cuello; un crujir de dientes para que los dineros lleguen y se contenga el gasto. Los miembros de la Liga más dramática se lo jugarán todo a una carta y llorarán tres. Es lo que hay en la mejor Liga del fútbol. La que la disfrutan dos y la sudan todos.

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Salvo el Real Madrid y el Barcelona, los dos mastodontes del fútbol hispánico, aquí todos van de cortitos con sifón. Cortos menos para ir al baño. La teoría de los demás clubes de “la otra Liga” es ésta: Yo vendo, cazo dinero, pago proveedores y nóminas y, lo que me quede, si algo me queda, manoseo el mercado y compro. Así respira la mayoría de los clubes de la que, supuestamente, es la mejor Liga del planeta. Menos una excepción: el Málaga.