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Pep Guardiola odia que el Barça se bañe en un charco de azúcar
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José Manuel García

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Pep Guardiola odia que el Barça se bañe en un charco de azúcar

Una sabia frase de un tipo sabio como es Joaquín Caparrós viene que ni bordada: “Mucho azúcar no es bueno p’a nadie”. Ni para el Barça.

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Pep Guardiola odia que el Barça se bañe en un charco de azúcar

Una sabia frase de un tipo sabio como es Joaquín Caparrós viene que ni bordada: “Mucho azúcar no es bueno p’a nadie”. Ni para el Barça. Tras un final de curso de vértigo y éxitos, el comienzo del club del Camp Nou también anduvo en clave de cava y diamantes con las dos supercopas, una de ellas ganada al Real Madrid. Con lo que eso pica. Ello acompañó una lluvia de cava, chorreones de elogios y hasta el reconocimiento del Parlament de Catalunya a Pep Guardiola, al que se le impuso una medalla de oro y, entre dientes, alguien le susurró: “Si te presentas a unas elecciones a president, a ti te nombran honorable hasta el fin de tus días”. Rojo como los tomates de Los Palacios, Pep avisó al día siguiente: “No tantos elogios, por favor, paren que esto no puede ser bueno”. La clavó Pep. En medio de un charco de azúcar, dos tropezones.

Guardiola sabe muy bien que los elogios conducen a la autocomplacencia y ésta desemboca, sí o sí, en el nivel inmediato llamado decepción. Lógico: fiestas, desfile de medallas, tensión aflojada como los firmes de un circo, mínima concentración y batacazo a seguir. No hay nada que más odie Pep que los baños de azúcar. Va contra su filosofía ganadora.

Un tipo que toma el té sin azúcar es Messi. El argentino se coloca tapones en los oídos y pinchos en los hombros, así no oye los elogios y espanta a los amantes de las palmaditas. A Leo lo que le va es la victoria, sobre todo la victoria sobre el Real Madrid. Por eso acortó vacaciones para jugar contra el gran adversario. Y ganarle.

Pero los demás componentes del Barcelona no son Messi, son humanos, y en algún momento se han dejado llevar por la riada de azúcar: “el mejor equipo del siglo”, “la mejor escuadra de todos los tiempos”, “los mejores…” Este Barça almibarado viajó el sábado a San Sebastián con las medias caídas y subido en las nubes, se topó con un equipo en armas y concentrado, y se agarró al empate. Frente al Milan, en plena Champions, ocurrió lo mismo. Otro empate y la sensación general de que el Barça no ha vuelto.

El Real Madrid sí ha vuelto, no tiene más remedio. A los de José Mourinho no les cabe otra que ganarle al Barça, basta ya de ser segundos. Es el objetivo. En la Liga, Mou ha propuesto a los suyos conseguir los primeros 30 puntos. En Champions, arrasar en la liguilla. Comenzar el curso como un tren, que el gran adversario le muestre sus respetos.

También es verdad que el Barça ha hecho una tradición de esto de comenzar las carreras al tran-tran para luego, ya en octubre, entrar en calor y poner el turbo. Pero ahora el Real Madrid viaja con los cascos puestos y la guardia muy alta. Quiere ganarlo todo. El Barça está echando demasiado de menos a Gerard Piqué, el Paugasol del equipo, el protagonista del primer pase y el mejor guardaespaldas para sus compañeros. Sin Piqué, los azulgrana chirrían en defensa, sobre todo Dani Alves y Busquets. Y ahora se les ha roto Iniesta. Es cierto que al Barça llegó Cesc Fábregas, todo un volcán de juego y goles. Pero sin el de Albacete, el Barça sufre un escape de magia. Lo sabe muy bien Pep Guardiola, que ayer tuvo unas cuantas palabras serias con los suyos, a los que ha pedido máxima tensión y concentración, y menos azúcar. A todos les pidió que el Barça vuelva.

Una sabia frase de un tipo sabio como es Joaquín Caparrós viene que ni bordada: “Mucho azúcar no es bueno p’a nadie”. Ni para el Barça. Tras un final de curso de vértigo y éxitos, el comienzo del club del Camp Nou también anduvo en clave de cava y diamantes con las dos supercopas, una de ellas ganada al Real Madrid. Con lo que eso pica. Ello acompañó una lluvia de cava, chorreones de elogios y hasta el reconocimiento del Parlament de Catalunya a Pep Guardiola, al que se le impuso una medalla de oro y, entre dientes, alguien le susurró: “Si te presentas a unas elecciones a president, a ti te nombran honorable hasta el fin de tus días”. Rojo como los tomates de Los Palacios, Pep avisó al día siguiente: “No tantos elogios, por favor, paren que esto no puede ser bueno”. La clavó Pep. En medio de un charco de azúcar, dos tropezones.

Pep Guardiola