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El fútbol fue solidario con el Málaga, el jeque no
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José Manuel García

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El fútbol fue solidario con el Málaga, el jeque no

Fernando Hierro, que es un tipo muy formal y no le gustan los titubeos de galería, ya lo avisó el día que renunció a su puesto

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El fútbol fue solidario con el Málaga, el jeque no

Fernando Hierro, que es un tipo muy formal y no le gustan los titubeos de galería, ya lo avisó el día que renunció a su puesto de mánager general del Málaga. “Esto no me gusta”, sentenció; una frase que atravesó como una afilado cuchillo los sentimientos del aficionado y puso en guardia de a dos a los medios de comunicación. Algo grave pasaba en este Málaga de bambalinas de oro y perfumado de Champions.

El presidente de AFE, Luis Rubiales, lo corroboró: “Cuando Fernando Hierro toma la puerta y se va, es porque algo no funciona. Está claro”. Clarísimo. Hasta la medianoche de este martes, los malaguistas tenían el corazón agarrado entre alfileres porque las deudas podían bajar al equipo a zapatazos y devolverlo a los infiernos. Felizmente no se produjo la hecatombe y no porque el Málaga, de la noche al día haya saldado de golpe sus deudas, sino porque sus deudores del fútbol han sacado de sus bolsillos una llave infalible que se llama solidaridad y han decidido al unísono conceder una última oportunidad a un club que tras el brillo del petrodólar escondía armarios repletos de trapos manchados.

El silencio del jeque qatarí Al-Thani no deja de ser una rabieta de multimillonario al que le han negado el bombón de hacer un gran negocio. Un puerto marbellí y la posibilidad de construir una Ciudad Deportiva con terreno suficiente para construir pisos de lujo en una de las mejores zonas de Málaga. Al ver que no fue estocada hasta la bola, sino pinchazo en hueso, el jeque llamó a concilio a su gente y dejó que el Málaga navegase a la deriva.

Los deudores, lejos de echarse encima del malherido, han mostrado comprensión ante el mal momento que atraviesa el club de Martiricos. Los deudores no sólo son los jugadores que han denunciado (los holandeses Ruud Van Nistelrooy, Joris Mathijsen, el venezolano Salomón Rondón y el internacional español Santi Cazorla), que puede que hayan más futboleros, sino los clubes como Villarreal, Osasuna , Hamburgo y Sevilla (por la venta de Sergio Sánchez), han aceptado el aplazamiento de las importantes cantidades que se les adeuda. Porque admiten que los aficionados no tienen ninguna culpa y esperarán algunas semanas más sin percibir un euro antes de ver al club malaguista en el fondo del abismo.

Pero la desazón y el pesimismo se pasean por las azoteas de La Rosaleda y llega hasta la epidermis del equipo que tan bien prepara el chileno Pellegrini, que no sabe quién timonea el barco, si el jeque, si un tipo de origen albanés, si una mano invisible.

Los administradores en nómina (que también llevan sin cobrar unos cuantos meses), meditan con seriedad el traspaso de Cazorla al Arsenal, pero se muestran reacios a la venta de uno de los principales activos del club. El club londinense no ofrece más allá de los veinte millones de euros, cantidad que inicialmente ha sido rechazada. El Málaga lo vendería por  veinticinco. Pero el jugador se quiere marchar, y no por las informalidades del pintoresco jeque, sino porque se le ofrece la posibilidad real de triunfar en la Premier, como lo han hecho sus compañeros de selección Fernando Torres, Juan Mata, Reina y, sobre todo, David Silva.

Fernando Hierro, que es un tipo muy formal y no le gustan los titubeos de galería, ya lo avisó el día que renunció a su puesto de mánager general del Málaga. “Esto no me gusta”, sentenció; una frase que atravesó como una afilado cuchillo los sentimientos del aficionado y puso en guardia de a dos a los medios de comunicación. Algo grave pasaba en este Málaga de bambalinas de oro y perfumado de Champions.