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El Barça necesita con urgencia un entrenador
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José Manuel García

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El Barça necesita con urgencia un entrenador

El Barça necesita urgentemente un entrenador. El Barça lleva tiempo con auxiliares en el puesto de mando y navega demasiadas veces con el piloto

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El Barça necesita con urgencia un entrenador

El Barça necesita urgentemente un entrenador. El Barça lleva tiempo con auxiliares en el puesto de mando y navega demasiadas veces con el piloto automático. Tanta precariedad termina pagándose. Al club azulgrana, aprisionado por una madeja de lazos sentimentales, el corazón le está gastando bromas de mal gusto. A esta altura del ejercicio 2013, eliminado de la Copa y con una crisis profunda en su juego, sería bueno plantearse la búsqueda de una solución más pragmática que la videoconferencia y las órdenes por escrito que desde Nueva York implanta Tito Vilanova a Jordi Roura.

Por mucha voluntad que Roura le ponga, que le pone, por mucho corazón que el ayudante de campo de Tito Vilanova (a quien le deseo lo mejor), ex ayudante de Pep Guardiola, insufle a sus acciones, nunca dejará de ser un grumete haciendo prácticas en un trasatlántico.

A los dirigentes del Barça les puede la soberbia y andan sobrados de prepotencia. Lo confiaron todo a los movimientos de sus superestrellas, como si éstas se barajaran solas y solas pudieran dominar el planeta fútbol. Las superestrellas son humanas, sienten y padecen; se equivocan y sufren, incluso Leo Messi es así: un tipo de veinticinco años que marca goles maravillosos. Y falla. O no está.

La noche del varapalo de Milan sonó la voz de alarma y todos en la planta noble del Camp Nou se hicieron los sordos. El presidente del Barça, Sandro Rosell, el primero Sandro Rosell pensó que lo de San Siro “tan sólo se trataba de una mala noche”, y sus acólitos le ocultaron la verdad. Es mucho mejor seguir con el carnaval de las adulaciones, porque el primero que le diga, “mire presidente, que esto descarrila”, lo descarrilan. El Milan de Allegri, con sus tenazas y su fútbol de contención, amordazó a un Barça despistado, que se quedó sin voz y sin talento. El Real Madrid, con su demoledor fútbol de contragolpe, desnudó a este Barça campeón, lo dejó en cueros vivos, bajo un manto helado y en pleno invierno.

Sandro Rosell y su director deportivo, Andoni Zubizarreta, deben encarar con seriedad la situación; por responsabilidad tienen que adoptar decisiones prácticas y encontrar una solución para sacar a este equipo de la jungla vietnamita en la que parece metido. Los equipos ya le han tomado la medida al sistema de juego azulgrana. Los jugones parecen bloqueados y desde el banquillo no se aportan ideas frescas. No existen alternativas a su juego de siempre.

 La visita del Milan para encarar la vuelta de los octavos de Champions, con un dramático 2-0 para remontar, hiela la sangre al barcelonismo. Porque en el Barça, los raciales (Carles Puyol, Javier Mascherano y punto) no son mayoría. El Barça ha demolido montañas por su fútbol, por su talento, pero no por un corazón a prueba de bombas. El Milan aterrizará en el Camp Nou con un guión escrito y sus cartas en la frente. El Barça deberá ganar por tres goles de diferencia a un equipo que en el partido de ida mostró al mundo las claves de una defensa perfecta. Al Milan lo tiene que doblegar el fútbol de un equipo que ahora anda lastimado y con la moral bajo mínimos. La salida de tono de Jordi Roura en las vísperas cargando contra el árbitro del superclásico no es más que la evidencia de lo que existe: el mejor equipo del mundo lo dirige un maletilla.

El Barça necesita urgentemente un entrenador. El Barça lleva tiempo con auxiliares en el puesto de mando y navega demasiadas veces con el piloto automático. Tanta precariedad termina pagándose. Al club azulgrana, aprisionado por una madeja de lazos sentimentales, el corazón le está gastando bromas de mal gusto. A esta altura del ejercicio 2013, eliminado de la Copa y con una crisis profunda en su juego, sería bueno plantearse la búsqueda de una solución más pragmática que la videoconferencia y las órdenes por escrito que desde Nueva York implanta Tito Vilanova a Jordi Roura.