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Diego Costa, el jugador que odia tres cuartas partes de España
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José Manuel García

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Diego Costa, el jugador que odia tres cuartas partes de España

Diego Costa, brasileño del Atlético de Madrid, puede que sea uno de los futbolistas más nombrados de la Liga española. Puede que los hinchas del Atlético

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Diego Costa, el jugador que odia tres cuartas partes de España

Diego Costa, brasileño del Atlético de Madrid, puede que sea uno de los futbolistas más nombrados de la Liga española. Puede que los hinchas del Atlético lo tengan en un altar, pero es seguro que una parte numerosa de aficionados que no sienten los colores rojiblancos del Calderón piensa que este brasileño de piel morena, pelo ensortijado y zaino, es la reencarnación del demonio de Tazmania o el hermano pequeño de Mike Tyson.

Hoy es indiscutible en el Atlético, incluso ha llegado a robar una notable cuota de protagonismo al goleador Falcao. El seleccionador de Brasil, Luis Felipe Scolari, lo tiene en mente para la canarinha. De momento disputará los próximos amistosos  (contra Italia y Rusia) con la selección de su país.

Pero la vida de este excelente futbolista y polémico personaje nunca fue fácil. Aterrizó en el Atlético en 2007, procedente del Sporting de Braga. Los técnicos aseguraron que se trataba de un diamante en bruto. Pero a Javier Aguirre, técnico que le recibió, no le gustaron algunos detalles de aquel espigado jugador de 19 años, que llegó tarde a la segunda sesión de entrenamientos y con un notable sobrepeso. Como era extracomunitario y joven, Diego Costa comenzó un prolongado peregrinaje por el fútbol español. Primero lo recibieron en el Celta, el verano siguiente cayó en el Albacete, al siguiente curso desarrolló su fútbol en el Valladolid, y los últimos seis meses del Campeonato pasado mostró sus maneras en el Rayo.

La vida en España le presentaba demasiadas aristas y el delantero comenzó a lanzar sus dardos en otros horizontes. Hace dos años, cuando militaba en el Valladolid, dio la orden a su agente de buscarle acomodo lejos del Vicente Calderón. A los 24 años, se agarró al cabo que le brindó el argentino Cholo Simeone, que vio una mina en la sangre volcánica del brasileño, único entrenador del Atlético que ha confiado en Diego y puesto el dorsal de titular, formando con Radamel Falcao una de las parejas más explosivas y determinantes del planeta fútbol.

Pero en paralelo a sus cualidades futbolísticas viaja el yo malvado de Diego Costa, esa cara oculta de la luna que pone al descubierto un carácter muy lejos de la deportividad y que hace que muchos colegas futbolistas le detesten y mantengan cuentas que saldar en un futuro. Costa no pide el deneí al adversario: actúa. Le importa que el rival sea del Real Madrid (Pepe y Sergio Ramos le tomaron la matrícula), los sevillistas Medel y Kondogbia (a éste le llamó mono durante buena parte del partido copero), el bético Amaya, desquiciado por el acoso de Costa, le estampó un escupitajo en pleno rostro; Demichelis y Jesús Gámez fueron a por él, y la mano prudente del Cholo Simeone intervino para sacar a su jugador, con una amarilla, de la pelea. El árbitro del Atlético-Málaga, el extremeño Gil Manzano, le advirtió que no le consentía una más; los árbitros también tienen anotado el nombre Diego Costa con lápiz rojo: por provocador y teatrero, por desconocer, o hacerse el sueco, ante las mínimas normas de buen comportamiento. Aunque Diego Costa, digno sucesor del Cholo Simeone y Hugo Sánchez, sonríe relajado. Le importa lo que un pepino en la ensalada que tres cuartas partes de España lo deteste y acuse con el dedo de mal deportista. El brasileño piensa que las buenas maneras son atributos de perdedores.  Diego Costa, como dijo el poeta, mira al frente y sigue el trote: mientras él ande caliente, que se ría la gente. Y lloren sus adversarios.

Diego Costa, brasileño del Atlético de Madrid, puede que sea uno de los futbolistas más nombrados de la Liga española. Puede que los hinchas del Atlético lo tengan en un altar, pero es seguro que una parte numerosa de aficionados que no sienten los colores rojiblancos del Calderón piensa que este brasileño de piel morena, pelo ensortijado y zaino, es la reencarnación del demonio de Tazmania o el hermano pequeño de Mike Tyson.

Diego Simeone Diego Costa