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Messi cree que es el número uno del mundo, pero el Barcelona le paga como el cuarto
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José Manuel García

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Messi cree que es el número uno del mundo, pero el Barcelona le paga como el cuarto

Neymar gana 6 millones más que el argentino que no va a cambiar sus pretensiones. Rosell quiso que fuera el mejor pagado, pero Bartomeu tiene dudas

Foto: Leo Messi durante un partido de la presente temporada (Efe).
Leo Messi durante un partido de la presente temporada (Efe).

Leo Messi (26 años), el mejor jugador del mundo, siente que una pesada mosca le zumba en la oreja. En el Barcelona desde los 14 años, sabe que habita en el corazón de los culés pero este sentimiento no es compartido por la cúpula del club. La pela es la pela. Al rosarino le escuece todavía la media verónica que le endilgó Sandro Rosell que se trajo a Neymar utilizando una dudosa ingeniera financiera que terminó por fagocitar al entonces presidente del Barcelona. La mentira y la deslealtad pueblan los despachos del Camp Nou. Eso lo ha detectado el ‘Príncipe de Rosario’, que no va a mover un centímetro sus pretensiones.

Leo, a través de Jorge Messi, su padre y agente (ya no quiere intermediarios y, tras los deslices tributarios, ahora toda la familia mira con lupa la letra pequeña de cada contrato), ha hecho sus cuentas y sus números le pueden costar al Barcelona un ojo de la cara: 25 millones de euros netos por temporada, a partir de la que está corriendo.

Sandro Rosell, que nubló el cielo puenteando a Messi con Neymar (un gran futbolista, que todavía no ha hecho nada en Europa y aún se encuentra a una distancia sideral del argentino), que cobra casi seis millones de euros más que el considerado mejor jugador del mundo, dejó una herencia cargada de explosivos. Semanas antes de su dimisión, Rosell y el padre de Leo se reunieron y quedaron en arreglar el contrato con nuevas cantidades que de nuevo colocarían a Leo como el mejor pagado del mundo.

Con Josep María Bartomeu en la presidencia del Barcelona, y tras varias reuniones con Jorge Messi, la sensación es tan lejana, que parece que cada uno habla un idioma diferente. El actual presidente azulgrana y su vicepresidente económico, Javier Faus, el hombre que protagonizó un sonoro desencuentro con el astro argentino (ya arreglado, por cierto), reconocen que la distancia para el acuerdo es grande. La molestia de los Messi es notable porque Bartomeu y Faus no llegan ni de lejos a lo que les ofreció Rosell.

Messi, cuyo contrato finaliza en junio de 2018, ha recibido ofertas muy superiores a lo que cobra en la actualidad en el Barcelona. Dos clubes europeos ahora en manos de multimillonarios árabes, han hecho llegar a su padre que “bañarían en oro a Leo”. Pero el jugador se resiste a tales cantos de sirena porque, como dijo a principios de semana, quiere seguir en el Barcelona pues es su casa. Aquí llegó con 14 años, siendo una ‘Pulga’ y ahora es todo un ‘Príncipe’.

Por eso no entiende las mentiras y emboscadas de sus dirigentes que aseguran a boca llena que Leo es el número uno del mundo, pero en el sueldo es el número cuatro. Por encima de él, además de Neymar, se hallan rivales como Cristiano Ronaldo, Samuel Eto’o y Wayne Rooney. Leo quiere restablecer el equilibrio de valores. Y cumplir sus deseos de niño: Messi quiere retirarse luciendo la camiseta azulgrana. Bartomeu y Faus no lo ven tan claro. Ellos aplauden el juego mágico del argentino, pero le piden que reparta beneficios publicitarios (es uno de los deportistas que más dinero ganan del mundo en este concepto) y modere sus apetencias económicas. Creen que Messi tiene fecha de caducidad.

Leo Messi (26 años), el mejor jugador del mundo, siente que una pesada mosca le zumba en la oreja. En el Barcelona desde los 14 años, sabe que habita en el corazón de los culés pero este sentimiento no es compartido por la cúpula del club. La pela es la pela. Al rosarino le escuece todavía la media verónica que le endilgó Sandro Rosell que se trajo a Neymar utilizando una dudosa ingeniera financiera que terminó por fagocitar al entonces presidente del Barcelona. La mentira y la deslealtad pueblan los despachos del Camp Nou. Eso lo ha detectado el ‘Príncipe de Rosario’, que no va a mover un centímetro sus pretensiones.

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