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El Cholo Simeone prefiere volar a ser el Ferguson del Atlético de Madrid
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José Manuel García

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El Cholo Simeone prefiere volar a ser el Ferguson del Atlético de Madrid

En el Atlético de Madrid, la máxima aspiración es hacer del Cholo Simeone su particular Alex Ferguson. Pero el técnico argentino barrunta encarar retos más ambiciosos

Foto: El Cholo Simeone, durante un entrenamiento del Atlético de Madrid (EFE)
El Cholo Simeone, durante un entrenamiento del Atlético de Madrid (EFE)

Después de consumada la clasificación para octavos de la Champions League, con un paso firme y asentado por una solidez defensiva a prueba de misiles (cinco partidos consecutivos y puerta a cero), alguien muy cercano al Atlético chasqueaba la lengua. Con el gesto torcido, oliendo a victoria (el empate de Turín supo a eso), el ejecutivo soltó una frase lapidaria: “El Atlético nunca gana del todo, sus triunfos duelen”.

En estos momentos de esplendor, la pulla del Frente Atlético (marrón del que las altas esferas del club no salen indemnes) y su exclusión de los graderíos del Vicente Calderón han puesto en pie otros asuntos que nada tienen que ver con la guerra encubierta contra los violentos. Se llama Diego Pablo Simeone, el Cholo Campeador, le apodan los rojiblancos. Es su pasado más brillante, su presente arrollador, su futuro… Incierto. Duele pensarlo. ¿Qué ocurrirá con el Atlético sin la presencia del mejor entrenador de su historia?

Porque hay un antes y un después. En estas páginas de El Confidencial se aportaban algunos datos, un bosquejo de lo que puede ser la historia inmediata, unas líneas que delatan una evidente separación de caminos. El Atlético aquí, el Cholo (aprendiendo a conciencia el idioma de los hijos de Shakespeare) en otra parte.

Diego Simeone, capitán con mando en plaza, ídolo de los atléticos, tiene contrato hasta 2017, un sueldo millonario (más allá de los cinco millones de euros netos por cada ejercicio), que Natalia Simeone, la hermana del entrenador y su representante (licenciada en Derecho por la Universidad Católica de Buenos Aires), estableció con Gil Marín (consejero delegado del club). En ese mismo documento se firmó una cláusula en la que el entrenador revisará anualmente su situación y de manera unilateral (previo abono de una indemnización) podrá romper su compromiso.

En el Atlético, siguiendo la directriz que el mismo Cholo trazó en su momento, “viven el día a día” y ningún miembro del 'staff', al menos de puertas para fuera, asegura lo contrario. Se quiere dar la sensación de tranquilidad, pero nadie se cree el “no pasa nada”. Va a pasar. El entrenador sabe que ha exprimido al máximo el potencial del club (campeón de Liga, subcampeón de la Champions, campeón de la Europa League, de la Supercopa de Europa, Supercopa de España, Copa…); un equipo que se ha ganado el respeto en España y Europa (se vio la noche de Turín, cuando la misma Juventus nadó y guardó la ropa), un club que ha subido hasta el Everest en la autoestima deportiva. Un gallo de pelea para mucho tiempo…

En el Atlético, según comentó el núcleo duro del club, la máxima aspiración es hacer del Cholo Simeone el Alex Ferguson de la Liga de las Estrellas, un hombre con mando en plaza, que marque los tiempos deportivos de la entidad. Por eso le hicieron un contrato de larga duración. Y el Cholo aceptó la firma. El argentino llegó a pensar por unas semanas en un trayecto largo de su vida como rojiblanco. Pero después de la firma llegaron los nubarrones y los desencuentros no terminaron de sobrevolar: desmantelamiento del equipo por segundo año consecutivo, el fallido aterrizaje de Fernando Torres…

Simeone seguirá viviendo el día a día; con él, cada partido del Atlético siempre acarrea una aventura nueva, un nuevo reto, pero su trayecto rojiblanco tiene fecha de caducidad. El Cholo barrunta encarar retos mayores. Más ambiciosos. No busca solo el dinero. Sabe que se ha ganado la estatua de bronce en el Atlético: es el mejor entrenador de su centenaria historia. Pero quiere más: ser el número uno del mundo. Y su obsesión es conseguirlo.

Después de consumada la clasificación para octavos de la Champions League, con un paso firme y asentado por una solidez defensiva a prueba de misiles (cinco partidos consecutivos y puerta a cero), alguien muy cercano al Atlético chasqueaba la lengua. Con el gesto torcido, oliendo a victoria (el empate de Turín supo a eso), el ejecutivo soltó una frase lapidaria: “El Atlético nunca gana del todo, sus triunfos duelen”.

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