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“Un Fórmula 1 es un orgasmo que quiero volver a sentir”
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Andy Soucek

Quemando Rueda

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“Un Fórmula 1 es un orgasmo que quiero volver a sentir”

Llevo mucho tiempo queriendo escribir un artículo como éste para desahogarme y explicar a la gente las enormes dificultades que entraña llegar a la Fórmula 1.

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“Un Fórmula 1 es un orgasmo que quiero volver a sentir”

Aún recuerdo el día en que mi padre me regaló mi primer kart. Fue el comienzo de algo que no habría imaginado ni en mis sueños más fantasiosos. Así empezó todo, una historia bonita con un final que aún sigue abierto, porque no olvidemos que existen historias con final feliz y otras que podrían convertirse en una auténtica pesadilla.

Me gustaría estrenarme como columnista en El Confidencial con mi vivencia personal de una experiencia que está marcando mi vida y la de todos aquellos pilotos que pudieron llegar pero nunca lo lograron. En mi caso, afortunadamente sigo en la pelea. A diferencia de mis compañeros de clase, el día mas feliz de mi vida no fue cuando perdí la virginidad, sino cuando me proclamé Campeón de España de F3 en 2005 y me di cuenta que estaba hecho de otra pasta.

Y de pasta precisamente versa mi artículo de hoy. Bendito dinero, maldita la crisis e ilusos los que piensen que a la F1 tan solo llegan los mejores. Ya lo dijo el piloto brasileño más laureado de todos los tiempos, ante la estupefacta mirada del periodista: “Señor Ayrton Senna, ¿quién es el rival más difícil al que se ha enfrentado usted?: “El mejor contrincante al que me he enfrentado nunca, lo encontré en el karting, eso sí que eran carreras puras”.

Me gustaría que la gente fuera consciente de que, en las carreras, el talento es imprescindible, aunque no suficiente. Hay veinticuatro asientos en la F1, y miles de pilotos en todo el mundo que aspiran a cumplir el mismo sueño que tú. Pero tan pronto empiezas a correr, formas parte de una criba que va dejando esos sueños por el camino.

Un camino de espinas

Para empezar necesitas comprarte un kart, ser muy bueno en España, y luego saltar al terreno internacional donde una temporada puede costar 150.000 euros. Después llega un campeonato como la Fórmula Renault, ya en monoplazas. Te enfrentas al segundo corte, en el que tu patrocinador o padre ha invertido 300.000 euros. Aquí entran en juego diferentes factores. ¿Tienes suficiente talento para seguir subiendo la escalera? ¿Tienes un buen coche y estás en un buen equipo para poder luchar por ganar carreras? Vives en medio de un mar de preguntas mientras el embudo se hace cada vez más estrecho.

Si has sido capaz de seguir al pie del cañón, llega el momento de dar un salto cualitativo: enfrentarte a los mejores pilotos del mundo que se van acercando como pirañas hambrientas a su gran presa, la Fórmula 1. Tercer corte, la Fórmula 3, (600.000 euros). Cuarto corte, las World Series, (850.00 euros) y GP2, antesala y último paso hacia la Fórmula 1 (1,5 millones de euros). En total, 3.400.000 euros que se multiplican por dos porque se requieren dos años en la mayoría de las categorías para luchar por ser el mejor.

Y es que todo el glamour que se ve en la Fórmula 1, para muchos, ha sido un camino de espinas económico y deportivo. Mónaco existe, el lujo es real, aunque para muchos pilotos ha supuesto una sangría económica. No quiero dar nombres, pero me consta que una buena parte de quienes forman la actual parrilla, lo han pasado francamente mal. Han pedido dinero por todos los sitios, han ideado estrategias que les podían haber llevado a la ruina familiar, o han hipotecado sus vidas con un único objetivo: llegar a ser uno de los veinticuatro privilegiados en lograrlo. Esto, sin hablar de las influencias económicas y políticas que marcan el destino de muchos pilotos, según su procedencia, para entrar en la Fórmula 1 actual.

¿Y qué ha sido de aquellos que lo han sacrificado todo y no han llegado? ¿De aquellos que ganaban a Hamilton, a Rosberg, a Massa, a Alguersuari o a Alonso? Aunque no se lo crean, había gente muy preparada y con gran talento que se han quedado en el intento. Muchos podrían haber sido estrellas y ahora ejercen como mecánicos de karting, por ejemplo. Otros con más suerte trabajan en la empresa familiar porque sacrificaron sus estudios para lograr ese mismo sueño que, en mi caso, también comencé a vivir el mismo día que mi padre me regaló aquel kart de mi infancia.

Por eso, cuando veas a un piloto de Fórmula 1, Alonso, Alguersuari y los demás, mírale a los ojos y respétales como se merecen, porque han pasado por pruebas de fuego carrera tras carrera y año tras año. A pesar de tanta criba y la permanente incertidumbre, puedo parecer un masoca, pero sigo en la pelea porque soy un gladiador, la gasolina fluye por mis venas y es una droga de la que no me puedo desenganchar. El éxito es mi ambición, y no pienso parar hasta lograrlo. Porque pilotar un Fórmula 1 ha sido un orgasmo que quiero volver a sentir.

Aún recuerdo el día en que mi padre me regaló mi primer kart. Fue el comienzo de algo que no habría imaginado ni en mis sueños más fantasiosos. Así empezó todo, una historia bonita con un final que aún sigue abierto, porque no olvidemos que existen historias con final feliz y otras que podrían convertirse en una auténtica pesadilla.

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