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¿Amigos en el 'paddock'? No, gracias
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Andy Soucek

Quemando Rueda

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¿Amigos en el 'paddock'? No, gracias

Es una pena, pero es lo que hay. Me costó mucho hacerme a la idea. En el colegio me educaron con otros valores. Estudié en el

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¿Amigos en el 'paddock'? No, gracias

Es una pena, pero es lo que hay. Me costó mucho hacerme a la idea. En el colegio me educaron con otros valores. Estudié en el Alemán de Madrid donde la disciplina, el esfuerzo y el perfeccionismo eran premisas indispensables, un must do. También nos enseñaron que la unión, la amistad y la lealtad había que respetarlas.

Muchos años en la competición me han enseñado lo contrario. Guardo muchos y muy buenos amigos de las carreras pero casualmente ninguno de ellos ha llegado a la F1 o ni siquiera compite en la actualidad. Y es que la rivalidad te enemista con cualquiera que persiga el mismo objetivo que tú. Me costó hacerme a la idea pero parece que en este camino hacia la cumbre hay que dejarse de sentimentalismos.

¿Qué pasa cuando has compartido toda tu infancia y parte de tu adolescencia con gente a la que ves todos los fines de semana? ¿Con personas a las cuales consideras tu familia? ¿Con gente a la que tienes un gran cariño? Se convierten en "amigos", a quienes, tarde o temprano, dejarás a un lado si quieres cumplir tu sueño. ¿Por qué?

Veinticuatro asientos disponibles en el mundo y doce equipos de Fórmula 1. Cientos de pilotos con talento y dinero con un mismo objetivo: llegar a lo más alto y ocupar un puesto en alguno de ellos. Un embudo que se ciñe al milímetro cuando estás cerca de conseguirlo. Los pilotos quieren el mejor coche, los ingenieros el mejor equipo, los mecánicos la mejor escuadra con el mejor piloto y el mejor sueldo. Los managers, el piloto con el cual puedan ganar más dinero. Por ello, el paddock es un mar de tiburones hambrientos de los que muerden, no de los de cartón piedra.

En el 'paddock', una amistad por interés y por placer

Aristóteles menciona tres tipos de amistad: por interés, por placer y por el bien, pero solo esta última merece llamarse amistad. Creo que, en el paddock, la amistad es por interés o placer, porque todos perseguimos lo mismo: la supervivencia y, cuanto más arriba, mejor. Pero, también, cuanto más arriba, peor. ¿Alguna vez hemos visto que dos rivales que luchan por un Mundial hayan sido amigos? Senna-Prost, Schumacher-Hakkinen, Alonso-Schumacher, Hamilton- Alonso por nombrar a los más recientes. Me hacen gracia las frases como: "Somos rivales en la pista pero muy buenos amigos fuera de ella". Posiblemente haya respeto entre ellos, pero ¿amistad?

¿Se puede ser amigo de alguien que persigue tu asiento, de quien sabes que a la mínima intentará convencer a tu jefe de que él lo puede hacer mejor que tú? De alguien que si puede ganarte en la pista no se lo pensará dos veces y que si te tiene que pasar por encima, lo hará sin pudor alguno. Y si no es mejor que tú, intentará convencer a tu equipo de que tiene más dinero o más apoyos económicos, aunque solo tenga humo en el bolsillo… Siempre hay que jugar todas las cartas al máximo, aunque no tengas ninguna de valor.

El brasileño Tony Kanaan era amigo íntimo de Dan Wheldon, el piloto británico recientemente fallecido en Estados Unidos. Fue uno de los tres que pronunciaron el discurso de su reciente homenaje. Lloró cuando terminó con sus palabras. Pocos días antes dijo otras igual de reveladoras sobre la naturaleza de este deporte: "Si hubiera sido yo el que hubiera fallecido, pocos minutos después, Dan hubiera llamado a mi jefe de equipo para ocupar mi puesto. Yo hubiera hecho lo mismo".

Una tranquilidad incomprendida

Otro tema es la pugna interior que se lleve por dentro. Estoy seguro de que muchos que han compartido infinidad de carreras con  los actuales pilotos de F1, hoy en día no serían ni saludados aquellos. ¿Ego? ¿Orgullo? No se muy bien porqué, pero cuando se  llega a la F1  también se levanta un mar de dudas. Me consta que muchos de aquellos que en la pista o delante de una cámara destilan valor, cabeza fría, tranquilidad y felicidad, son personas que no entienden cómo ni porqué tienen que pasar por encima de otras para conseguir su objetivo y causar daño a terceros. Esa antítesis crea en ellos una serie de confrontaciones internas que no saben responder. Sin embargo, en el fondo domina la ley darwiniana de la selección natural. O sobrevives, o desapareces.

Sin embargo, cuando uno de ellos se va, como desgraciadamente ha ocurrido con Wheldon y Simoncelli esta última semana, lo sientes en el corazón. Porque es mucho lo que te separa de tu rival pero, en el fondo, sabes también lo mucho que te une a él.

Es una pena, pero es lo que hay. Me costó mucho hacerme a la idea. En el colegio me educaron con otros valores. Estudié en el Alemán de Madrid donde la disciplina, el esfuerzo y el perfeccionismo eran premisas indispensables, un must do. También nos enseñaron que la unión, la amistad y la lealtad había que respetarlas.