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El abrazo tras mi peor accidente: “Es el mejor fin de semana de mi vida”
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Andy Soucek

Quemando Rueda

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El abrazo tras mi peor accidente: “Es el mejor fin de semana de mi vida”

Este pasado fin de semana sufrí el peor accidente de mi carrera profesional y, mientras mi reacción fue de lamento, el de mi compañera fue de alegría por verme sano y salvo

Foto: Panorámica de los coches accidentados este pasado fin de semana, entre ellos el Bentley.
Panorámica de los coches accidentados este pasado fin de semana, entre ellos el Bentley.

Cuánta gente rememora carreras históricas en las que todos los fines de semana algún piloto perdía la vida. La Fórmula 1 de Stewart, Lauda, Icks, Cevert, Villeneuve, Hill... era realmente peligrosa y los monoplazas no estaban diseñados para cumplir con estrictas medidas de seguridad: simplemente eran coches de carreras. Cuanto más corriesen, mejor. Los pilotos sobresalían del arco de seguridad, la ropa y materiales eran precarios y ni siquiera existía la fibra de carbono.

Si antiguamente la seguridad quedaba relegada a un segundo plano y los pilotos se jugaban el tipo en cada carrera, hoy en día no está de menos recordar los riesgos que conlleva disputar una carrera de coches. He vivido recientemente -y muy de cerca- la pérdida de algunos compañeros de batalla y amigos en la competición: Henry Surtees, mi querida María de Villota, Justin Wilson, Dan Wheldon, Jules Bianchi o Sean Edwards, por nombrar a algunos.

Rara es la ocasión en la que en una cena con desconocidos, alguien no me pregunte por cuánto corre mi coche a final de recta o si he tenido algún accidente fuerte en mi trayectoria como piloto. Debe despertar morbo curiosear y conocer los detalles de algún 'guarrazo' que te hayas pegado, aunque a mi no me hace especial ilusión recordarlos. Llevo 18 años compitiendo y, como es normal, he sufrido varios accidentes, afortunadamente sin consecuencias graves. Pero el más reciente fue el pasado fin de semana y, por primera vez, quiero relatar cómo fue y lo que podía haber sido, porque después de ver el estado en el que quedó el coche me considero un afortunado.

Esta es mi historia (y mi accidente)

Es increíble lo que ha evolucionado la seguridad tanto activa como pasiva en coches y circuitos. Hace un par de años tuve la ocasión de probar un F1 histórico, un BRM de 1971. Solamente el hecho de sentarme en el monoplaza me produjo escalofríos, ver que en los laterales, justo pegado al cockpit dónde vas sentado, lo que tienes es ni más ni menos que el depósito de combustible… pensé, un golpe, una chispa y ¡buuum!. Hoy, los coches son muy seguros. Aún así...

El problema de salir en 'el pelotón' es que se mezclan los pilotos con experiencia con los menos experimentados y todo el mundo trata de ganar posiciones en la primera vuelta. Antes de la carrera ya sabía que teníamos ritmo para remontar, pero Misano es un circuito muy 'ratonero' para adelantar. La primera vuelta era clave. En los GT hacemos salidas lanzadas, al contrario de la F1, donde son paradas. Por eso es crucial tener intuición de cuándo el semáforo se va a poner en verde y dejar un pequeño hueco para acelerar un poco antes y poder coger inercia. Pero en Misano, la luz verde me cogió a contrapié cambiando de primera a segunda marcha y con el motor muy revolucionado, por lo que perdí algo de distancia con el coche de delante en ese abrir y cerrar de ojos. Aun así, nadie me adelantó y pude coger el interior en la primera curva.

Adelanté a cinco rivales de una tacada

Sabía que se formaría una buena montonera entre las curvas 1 y la 2, así que me tiré por fuera en la 2, adelantando a cinco rivales de una tacada. La mala suerte es que se tocaron entre ellos y un Mercedes salió disparado hacia mi coche, golpeándome en el lateral y enviándome a la hierba en la curva 3. Miré por el retrovisor y vi que me podía incorporar sin demasiado riesgo, perdí tan solo una posición en la 'excursión'. Me adelantó un Mclaren y me coloqué a su rebufo, en una buena posición para encarar las curvas 4,5 y 6.

La curva 6 de Misano es vital porque te lleva a una recta relativamente larga en la que es posible adelantar en la frenada. Mi idea era preparar muy bien la salida de la curva 6 y esperar a que los coches de delante cometieran un error y me pudiera aprovechar de ello. Y así fue… Cometieron un error, pero que nos costó muy caro a otros 5 coches que nos vimos envueltos en una montonera tremenda. Algunos no pudimos hacer nada para evitarlo y chocamos en cadena.

Me encogí sin entender qué pasaba

Tras el primer choque, que fue muy grande, cuando ya pensé que todo había pasado, de repente noté un estruendo y un impacto tremendo en mi puerta, justo en el lateral de mi Bentley. Somos el único coche de la parrilla que tenemos el puesto de conducción a la derecha, como buena marca británica. El golpe fue fortísimo y me encogí durante unos segundos sin entender muy bien lo que había pasado y de dónde había venido. Faltaba por pasar la mitad de la parrilla y me esperaba lo peor: otro golpe más y con peores consecuencias, por lo que permanecí agarrotado y con los brazos en cruz durante unos segundos mas.

Una vez abrí los ojos y miré a mi alrededor, no lo podía creer: aquello parecía un desguace, pero con coches de 500.000 euros por unidad… Salí por la ventana porque mi puerta estaba destrozada del impacto. Lo primero que hice fue ir a ver a los otros pilotos, algunos todavía permanecían en el coche en estado de shock. Cuando hablé con ellos y vi que estaban bien, empecé a analizar los daños en mi coche y me di cuenta en seguida de era el final de Roxanne (así llamábamos a nuestro chasis, un coche que nos había dado muchas alegrías).

Gracias al diseño del chasis del Bentley y las barras de protección lateral sólo me dolía la pierna y el cuello. Sabía que era muscular y que en unos días estaría recuperado. Lo que no me sacaba de encima era la sensación de frustración y rabia por dejar a mi equipo sin un coche para luchar por un pódium ese fin de semana. El esfuerzo de toda mi pretemporada, a la basura en un abrir y cerrar de ojos. Horas y horas de entreno para que todo termine en la primera vuelta de la primera carrera. Estaba hecho polvo.


Triste, cabizbajo y sin ningún animo

Empezar la temporada sin poder disputar ninguna de las dos carreras del fin de semana es un drama para un piloto que se dedica a esto en cuerpo y alma. Me sentía triste, cabizbajo y sin ningún animo. Había dejado colgado a mi equipo. “Qué mala suerte”, maldije. En ese momento, trajeron el coche de regreso al box, totalmente destrozado y con un impacto lateral brutal. Afortunadamente el coche que colisionó conmigo fue un Lamborghini, con el morro muy bajo y motor trasero. De haberse tratado de un Mercedes, BMW o Nissan, las consecuencias hubiesen sido mucho peores.

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Carla, mi novia, que se encontraba ahí en ese momento, vio el impacto y el chasis partido en dos partes, y se fijó en el asiento. Rompió a llorar y me abrazó. Me dijo: “Es el mejor fin de semana de mi vida”. La miré desconcertado y añadió: “Anda, vamos a celebrar que estás bien y piensa en Monza, que quedan dos semanas”. Hay formas y formas de ver las cosas, pero si vieseis como quedó el asiento, entenderíais a Carla. Y entonces recordé aquel BRM de 1971, con el depósito de combustible en el lateral y, efectivamente, pensé que había tenido mucha suerte.

Cuánta gente rememora carreras históricas en las que todos los fines de semana algún piloto perdía la vida. La Fórmula 1 de Stewart, Lauda, Icks, Cevert, Villeneuve, Hill... era realmente peligrosa y los monoplazas no estaban diseñados para cumplir con estrictas medidas de seguridad: simplemente eran coches de carreras. Cuanto más corriesen, mejor. Los pilotos sobresalían del arco de seguridad, la ropa y materiales eran precarios y ni siquiera existía la fibra de carbono.

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