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La otra cara de las carreras: cómo pasé del infierno al cielo en dos semanas
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La otra cara de las carreras: cómo pasé del infierno al cielo en dos semanas

Andy Soucek comparte sus recientes experiencias de carrera en las que ha vivido todo tipo de emociones y desafíos a los que somete el mundo de la alta competición automovilística

Foto: Andy Soucek cuenta su experiencia con Bentley en las 12 Horas de Bathurst. (Foto: Bentley)
Andy Soucek cuenta su experiencia con Bentley en las 12 Horas de Bathurst. (Foto: Bentley)

Esta es la otra historia de las carreras. La del piloto profesional, tan intensa y emocionante, pero también tan dura. Una vida en la que por cada alegría recibes infinidad de golpes que solo los tuyos conocen. Esa otra cara de la moneda tan diferente al brillo y el glamur que parece acompañar este apasionante mundo. En las carreras uno nunca deja de aprender. Cierto que la experiencia es un grado, pero a veces que no estás preparado para asimilar las derrotas. Como profesional, solo compites para ganar y no contemplas la derrota como posibilidad. Fue lo que me ha ocurrido a mí.

Hace unas semanas empecé la temporada en Australia en uno de mis circuitos y pruebas preferidas, las 12 Horas de Bathurst, una de las carreras más prestigiosas del mundo. Ganar esta cita para un piloto de GT tiene un significado parecido a ganar las 24 Horas de Spa, las 24 Horas de Nürburgring o incluso las 24 Horas de Le Mans, por la complejidad y riesgo del trazado así como el altísimo nivel de la competencia. Y la tuve en mis manos.

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Ref: Digital ImageDSC07722.ARW

Todo iba de maravilla

Ha sido una pretemporada de mucho trabajo para llegar al máximo nivel. Cuando compites para el equipo oficial de una marca como Bentley has de estar al cien por cien en todos los aspectos. El análisis de cada detalle de 2018, un invierno machacándome a entrenos físicos, simulador, 'coach' deportivo, reuniones con mi equipo para perfeccionar y pulir detalles... He hecho todo lo posible para triunfar este año y he volado 24 horas hasta el otro lado del mundo, alejado de mi familia y con un único objetivo: ganar.

Llegamos días antes de los primeros entrenos para aclimatarnos al calor veraniego australiano, a la diferencia horaria (+10 h), a la comida y a dormir en una cama que no es la tuya durante más de una semana. Y nada más subir al coche en los libres, las sensaciones eran magníficas. Teníamos todos los ingredientes necesarios para hacer un buen papel y ganar esta mítica carrera. después de haber rozado el podio en años anteriores. El planteamiento era sobrevivir a las primeras once horas y trabajar de cara a la última, que es donde realmente se da la estocada final. Los tres pilotos teníamos clara nuestra misión: no tomar riesgos y aguantar hasta la última hora en la mejor posición posible para jugárnoslo todo al final. Pero en una carrera como esta hay tantas variables que las probabilidades de que algo salga mal son muy superiores a que algo salga bien.

Tras las dos primeras horas todo iba de maravilla. Rodábamos entre los cinco primeros con un ritmo mejor que el de nuestros rivales. Me tocaba el primer relevo doble y salí a pista tranquilo, solo necesitaba rodar con buen ritmo y cuidando no tocarme con doblados. Paramos durante un coche de seguridad, por lo que la estrategia nos venía de maravilla. A partir de aquí empezó la peor carrera de mi vida, cuando había podido ser la mejor.

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Ref: Digital ImageDSC07328.ARW

Días sin hablar con nadie

Por resumir, cometí tres errores no forzados durante mis relevos que truncaron nuestras opciones de victoria. Pudimos ganar y cruzamos la meta en sexta posición a sabiendas de que esta carrera nos pertenecía, que nadie del equipo había cometido ningún error y que yo solo me había encargado de arruinar tanto trabajo de tanta gente en una carrera vital para empezar el año con buen pie. Al terminar no había nada que pudiese consolarme, sentía que había decepcionado a mucha gente que había trabajado muy duro para llegar hasta aquí. Si soy sincero, en ese momento no supe asimilar que mis errores fueron la causa de nuestra derrota y me vine abajo.

Estuve varios días encerrado en mí mismo, sin comunicarme con nadie, ni siquiera con mi familia que tantas ganas tenía de verme después de tres semanas fuera de casa. Entré en un bucle de pensamientos negativos que hacían que la situación cada vez la viese más negra. Era una especie de tortura autodestructiva de la que no fui capaz de salir. Era la primera carrera del año y había que empezar con buen pie, pero había decepcionado a mi equipo, a mis compañeros, a mis jefes, a la marca, a los fans, a mi familia, a mis amigos. Pero sobretodo a mí mismo… Toda mi vida empezó a centrarse en lo mal que lo había hecho y mi cerebro no era capaz de ver todas las cosas positivas que me rodean, que sin duda son mucho más importantes que un mal día en la oficina.

No había nada que pudiese consolarme, sentía que había decepcionado a mucha gente que había trabajado muy duro para llegar hasta aquí

Más vale tarde que nunca

Después de una semana empecé a ver todo desde otra perspectiva. El tiempo cura muchas heridas y pone las cosas en su sitio, aunque para llegar a rendir al 100 % es necesaria la ayuda de personas que te quieren. Mi familia ha sido un pilar fundamental para no solo ayudarme a olvidar este capítulo de mi trayectoria, sino coger impulso y crecer como persona y deportista y afrontar el resto de la temporada con otro enfoque. Además, he contado con la ayuda de Pep Font, psicólogo deportivo del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, que me está cambiando el 'chip' a la hora de afrontar cada carrera.

Llevo más de 22 años compitiendo al máximo nivel y nunca pensé que me haría falta un psicólogo, pero más vale tarde que nunca. Gracias a él me estoy centrando en el aquí y ahora, sin pensar en objetivos futuros porque lo importante es centrarte en la acción, el resto no lo puedes controlar ni preveer. Hay muchísimos 'inputs' que un piloto debe gestionar en milésimas de segundo y, en algunas ocasiones, el calor, el cansancio, la presión, los nervios y la adrenalina hacen que salgas de 'tu zona' de concentración. Ahora estoy aprendiendo a controlar mis emociones antes, durante y después de una competición.

placeholder El equipo oficial de Bentley, con Andy Soucek (segundo por la izquierda), ganó el pasado fin de semana en Austin. (Foto: Bentley)
El equipo oficial de Bentley, con Andy Soucek (segundo por la izquierda), ganó el pasado fin de semana en Austin. (Foto: Bentley)

Crecer como piloto y como persona

A través de la meditación puedo ajustar mi nivel de tensión. Ahora soy consciente de cuándo soy susceptible de perder la concentración. Pep me ha enseñado unas técnicas que me recentran en el instante en el que detecto que necesito recurrir a ellas, y de esta forma vuelvo a entrar en mi zona para llevar a cabo una acción de manera segura y con confianza. Antes me preguntaba si quería ganar, si podía ganar y cómo ganar; pero ahora he añadido más preguntas a mi repertorio. ¿Tengo que ganar? ¿Puedo perder? No espero que suceda nada porque todo puede suceder; por supuesto la motivación y el deseo para que todo salga todo bien están ahí. Y es que querer algo es muy distinto de esperar que suceda. John McEnroe decía: "La pregunta no es si te sentirás bloqueado o desconcentrado, sino cuando suceda, cómo lo vas a manejar ".

Fueron días muy duros. Me sentía a prueba con Bentley y con todos. Después de Bathurst, la siguiente carrera era en Estados Unidos, el pasado fin de semana. Enfrentarme a todas mis emociones y sentimientos suponía un gran desafío. No podía cometer ningún error y debía rendir de nuevo al más alto nivel. Son momentos en los que te enfrentas a tus miedos, a tus dudas, pero también en los que como profesional y como persona has de dar lo mejor de ti mismo. Es lo que se espera de ti.

Competíamos en Austin, en el circuito de Fórmula 1. En la primera carrera hice la pole. Mi compañero y yo quedamos segundos. Solo nos adelantaron en la parada en boxes, pero por mi parte tenía la tranquilidad de haber dejado el coche a mi compañero en cabeza. En la segunda carrera remonté desde la duodécima posición hasta la segunda final. Sufrí, caí, me levanté. Hoy creo soy mejor piloto y he crecido como persona.

Esta es la otra historia de las carreras. La del piloto profesional, tan intensa y emocionante, pero también tan dura. Una vida en la que por cada alegría recibes infinidad de golpes que solo los tuyos conocen. Esa otra cara de la moneda tan diferente al brillo y el glamur que parece acompañar este apasionante mundo. En las carreras uno nunca deja de aprender. Cierto que la experiencia es un grado, pero a veces que no estás preparado para asimilar las derrotas. Como profesional, solo compites para ganar y no contemplas la derrota como posibilidad. Fue lo que me ha ocurrido a mí.

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