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La participación de Nadal en Río está en el aire, pero Rafa apura las opciones de jugar
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Álvaro Rama

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La participación de Nadal en Río está en el aire, pero Rafa apura las opciones de jugar

Es el abanderado del contingente español en los Juegos Olímpicos, un honor al que ya tuvo que renunciar en 2012, y al que el mallorquín llega ahora con toda la ilusión

Foto: Rafa Nadal, en su museo, con la medalla de oro ganada en los Juegos Olímpicos de Pekín. (EFE)
Rafa Nadal, en su museo, con la medalla de oro ganada en los Juegos Olímpicos de Pekín. (EFE)

Se trata del gesto por encima de cualquier detalle. Compita o no, pues el mismo jugador ha expresando un mensaje de cautela sobre participación; tenga éxito o no, pues acumula más de dos meses sin un partido oficial en las piernas, la presencia del mallorquín en suelo brasileño para disputar los Juegos Olímpicos deja un mensaje mucho más amplio que el de una medalla (y hablamos de un deportista con el oro olímpico colgado al cuello en su última participación, en Pekín 2008). La llegada de Rafael Nadal a Río de Janeiro es la viva muestra de la pasión por el deporte, en una cita con un contexto especial para el tenis, un deporte sin el arraigo de otras modalidades en la gran cita del año.

Foto: Rafa Nadal, junto a Javier Gómez Noya, baja en Río, durante el acto anual de las becas Podium. (EFE) Opinión

“Llevo dos meses sin competir y habiendo entrenado poquísimo”, declaró el balear, en palabras recogidas por RTVE, nada más aterrizar en Río. En la ciudad brasileña, donde la competición tenística tendrá lugar entre el 6 y el 14 de agosto. “Tengo unos días aquí para ver qué se puede hacer, qué no se puede hacer, y a partir de ahí se decidirá lo que creamos que sea más positivo tanto para mí personalmente como para el equipo”. Con la prudencia de quien lleva al margen de la competición cierto tiempo, la voluntad de apurar hasta el último momento en una cita tan especial como puntual para el deportista profesional. “Las oportunidades de participar en unos Juegos son mínimas a lo largo de una carrera. Y hay que aprovecharlas”.

En una disciplina relativamente joven en el programa olímpico (el tenis fue incluido como modalidad en la cita de Seúl 1988, hace apenas 28 años), la medalla de oro como uno de los principales objetivos del tenista puede ser un asunto cuestionable según casos. En un deporte donde la conquista de los Grand Slams puede arrojar sombra sobre cualquier otro objetivo, poner en valor el mayor evento deportivo es un gesto digno de mención. Especialmente para quien ya sabe qué es coronarlo, como es el caso del mallorquín. Especialmente para quien no atraviesa su mejor momento deportivo, privado de la posibilidad de competir desde hace largo tiempo. Y Nadal lleva desde su retirada en Roland Garros sin poder entrar en un partido del circuito.

El contexto de 2016 hace especialmente llamativa la nómina de jugadores de primer nivel ausentes. Hay que considerar que, a diferencia de de lo ocurrido desde los Juegos de Sídney 2000, la cita de Río de Janeiro no ofrecerá puntos ATP. La Federación Internacional de Tenis (ITF) no llegó a un acuerdo para compensar económicamente a los torneos del ATP World Tour celebrados durante la misma semana que la cita olímpica y la respuesta de ATP fue clara: retirar los puntos a los Juegos Olímpicos y dejar a la cita de Londres 2012 como la última que ha tenido una contrapartida para el ranking.

Por otro lado, la amenaza del virus Zika ha completado un cóctel que ha servido para multiplicar las bajas. Es decir, deportistas profesionales con posibilidad de acudir al mayor evento deportivo declinando su participación en el mismo. Siendo una decisión respetable por cuestión de prevención sanitaria o, directamente, armado de calendario, tenistas como Tomas Berdych, Milos Raonic, Dominic Thiem, John Isner, Nick Kyrgios, Bernard Tomic, Feliciano López o Kevin Anderson, todos ellos con un evidente peso en el circuito, no pasarán por Brasil.

Con ese contexto, precisamente, hay que valorar la voluntad del que todo ha demostrado y ya se mueve por pura ilusión. Independientemente de su papel en Río de Janeiro, donde su participación está en el aire y su favoritismo parecería osado sobre el papel, son las ganas de estar, la predisposición por apurar las opciones para firmar presencia. Como abanderado del contingente español, un honor al que ya tuvo que renunciar en 2012, y al que llega ahora. Probablemente en uno de los momentos deportivos menos dominadores de su trayectoria pero otorgando a un evento monumental la importancia que merece.

Foto: Mireia Belmonte con su medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 (Jorge Silva/Reuters)

Si los Juegos Olímpicos tienen un legado, si dejan a su paso una estela de excelencia e ilusión, la imagen del Rafael Nadal de 2016, fuera de pista, lejos de su mejor nivel, pero presente, es un sello indeleble del espíritu olímpico.

Se trata del gesto por encima de cualquier detalle. Compita o no, pues el mismo jugador ha expresando un mensaje de cautela sobre participación; tenga éxito o no, pues acumula más de dos meses sin un partido oficial en las piernas, la presencia del mallorquín en suelo brasileño para disputar los Juegos Olímpicos deja un mensaje mucho más amplio que el de una medalla (y hablamos de un deportista con el oro olímpico colgado al cuello en su última participación, en Pekín 2008). La llegada de Rafael Nadal a Río de Janeiro es la viva muestra de la pasión por el deporte, en una cita con un contexto especial para el tenis, un deporte sin el arraigo de otras modalidades en la gran cita del año.

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