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Seis razones por las que Nadal no tiene fin
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Álvaro Rama

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Seis razones por las que Nadal no tiene fin

Dos de los tres Masters 1000 que nunca conquistó (Shanghái, París-Bercy) y el gran título ausente en su vitrina (Copa de Maestros) se ponen en juego durante el próximo mes y medio

Foto: Rafa Nadal ganó en Pekín 12 años después. (EFE)
Rafa Nadal ganó en Pekín 12 años después. (EFE)

No fue una victoria cualquiera. Fue la reivindicación de las virtudes de un campeón dispuesto a quedarse. Rafael Nadal conquistó Pekín con una sensación de poder inusual por estas fechas, desatado en el nivel competitivo y con aparente margen para buscar grandes objetivos hasta el cierre de la temporada. Su triunfo incontestable ante Nick Kyrgios en la final de China Open hizo verter palabras de halago en una figura de registro bastante exigente y autocrítico respecto de sí mismo. “Uno de mis mejores partidos de la temporada”, aseguró. “He sido capaz de completar uno de mis mejores torneos del año”, concluyó. Una nota a tener en cuenta la atribuida por el balear.

Motivación intacta

Uno de los puntos más subrayados por Nadal durante la semana fue la capacidad para mantener las buenas sensaciones posteriores al US Open. Asumir el éxito de Nueva York, evitar la sensación de tarea acabada en mitad de un 2017 imponente y ser capaz de conectar de inmediato otro eslabón en la cadena. Hacer valer esa máxima que afirma que el tenis no tiene memoria. Para enfocarse en el siguiente punto olvidando lo sucedido en el anterior. Para afrontar el siguiente partido sin detenerse a valorar el previo. Para, como en este caso, conservar un hambre intacta después de un logro mayúsculo. En un jugador de 31 años, con una trayectoria histórica, ganar un torneo de la tercera categoría del circuito un puñado de días después de coronar uno del calibre más grande desvela una evidencia: esa pasión por competir es el argumento más firme en la carrera del campeón balear.

placeholder Nadal no dio ninguna opción a Kyrgios en la final del China Open. (EFE)
Nadal no dio ninguna opción a Kyrgios en la final del China Open. (EFE)

Rivales de altura

En una temporada con notables ausencias en la zona noble del circuito (Novak Djokovic, Stan Wawrinka, Milos Raonic, Kei Nishikori y, posiblemente, Andy Murray), las grietas en los cuadros pueden producirse. El mallorquín terminó levantando un US Open con un enorme nivel de juego sin necesidad de enfrentar a ninguno de los 25 primeros del mundo. En Pekín, el español se encontró con un racimo de jugadores para ponerle a prueba desde el primer momento. “Cuando vi el cuadro, fui consciente de lo complicado que sería tener una buena opción”. Tres perfiles entre los 20 mejores del 'ranking' (el nº 19, Nick Kyrgios; el nº 17, John Isner, y el nº 8, Grigor Dimitrov) colocaron una exigencia importante en un torneo de calibre medio en el circuito. Un test superado con margen por el balear, con dos Masters 1000 y una Copa de Maestros en el horizonte antes del cierre de la temporada. Batallas mentales ganadas de antemano ante posibles rivales en este tipo de torneos. Salió de Pekín habiendo batido a su último verdugo (Kyrgios) y con una nueva capa de respeto ante aspirantes a romper pronósticos.

Buena cara en otoño

En un tramo del curso históricamente complicado, Nadal demuestra llegar con el tanque de gasolina bien alejado de la reserva. El balear solo había logrado ganar títulos posteriores al US Open en dos momentos de su carrera: 2005, su temporada de irrupción en la élite del circuito, con la juventud como aliada; y 2010, uno de los cursos más emotivos de su vida, con la recuperación del número uno al cierre del año como aliciente. Siete años después (!), vuelve a conseguirlo. Sin querer caer en el error de atribuir un peso desorbitado al resultado en el análisis (salvó dos pelotas de partido ante el francés Lucas Pouille en el primer encuentro), la sensación de juego mostró a un jugador liberado de piernas bien entrado el mes de octubre. Esquivar la primera piedra en Pekín desnudó el momento actual del balear, que responde a una virtud de juego completa. Un papel seguro con el servicio (apenas tres pérdidas en todo el torneo), unos reflejos afilados (apiló nueve roturas en los últimos dos partidos) y unas piernas encendidas, tres virtudes que se antojan clave mirando de reojo al desafío último de la pista cubierta.

Nadal ha pasado de arrastrar casi cuatro años sin ganar en un torneo en pista dura a enlazar dos (US Open, Pekín) de manera consecutiva

Asalto a la pista dura

Sería injusto acotar al último mes el dominio recuperado en el suelo predominante en el circuito, pero el nivel ascendente del balear ha terminado por materializar la conquista. Nadal ha pasado de arrastrar casi cuatro temporadas sin tocar una copa en superficie dura a enlazar dos (US Open, Pekín) de manera consecutiva. Sus triunfos sirven para evidenciar el reencuentro en una superficie de manera sostenida durante todo el curso. Los esfuerzos técnicos desde la pretemporada para lograr una derecha más definitiva han dado como fruto un jugador devastador, capaz de convertir con aparente facilidad las defensas en ataque y resultar terminal una vez dado ese paso. Las finales alcanzadas en Melbourne, Acapulco y Miami han tenido su continuidad al cierre del verano, dejando como resultado una de las temporadas recientes más estables del mallorquín en cemento. Un balance de 34 victorias en 41 partidos habla por sí mismo.

El número uno a final de año está más cerca

“Quiero terminar como número uno, pero no forzaré mi calendario para serlo”. La ilusión y la precaución de Nadal quedaron claras esta semana en Pekín, y el título conseguido le permite poder gestionar ambas. Con la copa china, el balear disfruta de 2.360 puntos de ventaja en la Race de temporada sobre Roger Federer, su inmediato perseguidor en el intento de cerrar el curso en la cima del circuito. Con las citas de Shanghái (Masters 1000), Basilea (ATP 500) y París-Bercy (Masters 1000) como ruta prevista antes de la Copa de Maestros, el balear aspira a ocupar el trono al final del año por cuarta vez en su carrera. El botín logrado en Pekín (500 unidades) puede haber sido clave para terminar de afianzar el objetivo.

Desafíos inmediatos

Antes de tocar el tramo más complicado a nivel histórico en sus temporadas, el español llega de manera inmejorable. Subido en una racha de 12 victorias consecutivas, habiendo tomado el control de la pista dura y consolidado como número uno del circuito, Nadal se arroja a la parte del calendario que más desafíos pendientes deja en su carrera. Dos de los tres Masters 1000 que nunca conquistó (Shanghái, París-Bercy) y el gran título ausente en su vitrina (Copa de Maestros) se ponen en juego durante el próximo mes y medio. Para un competidor de voluntad inquebrantable, un escenario más que deseado.

No fue una victoria cualquiera. Fue la reivindicación de las virtudes de un campeón dispuesto a quedarse. Rafael Nadal conquistó Pekín con una sensación de poder inusual por estas fechas, desatado en el nivel competitivo y con aparente margen para buscar grandes objetivos hasta el cierre de la temporada. Su triunfo incontestable ante Nick Kyrgios en la final de China Open hizo verter palabras de halago en una figura de registro bastante exigente y autocrítico respecto de sí mismo. “Uno de mis mejores partidos de la temporada”, aseguró. “He sido capaz de completar uno de mis mejores torneos del año”, concluyó. Una nota a tener en cuenta la atribuida por el balear.

Rafa Nadal