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El estar en su sitio de Juande Ramos
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El estar en su sitio de Juande Ramos

Bernardo Schuster fue un futbolista primoroso. Tenía pase largo, zancada, dominio del juego, personalidad en el campo, una hermosa melena rubia, control del balón y un

Bernardo Schuster fue un futbolista primoroso. Tenía pase largo, zancada, dominio del juego, personalidad en el campo, una hermosa melena rubia, control del balón y un disparo asesino. El fútbol le descubrió en un Europeo a primeros de los 80 en el que debutó con 19 años y asombró a todos por esas cualidades impropias en un jugador de su edad. Al año siguiente ya estaba en Barcelona para hacer dupla con Maradona, luego vino su paso por el Madrid del final de la prodigiosa quinta del Buitre y su despedida como futbolista de élite en un Atlético en el que sólo él era el faro del juego. Pero, en su larga y exitosa carrera, a Schuster le perdió su carácter hosco, su actitud abúlica, su dificultad para entender el entorno del fútbol, acatar la disciplina del entrenador, la autoridad del presidente y el peso de la prensa en el aficionado.

Esas constantes se han repetido en el Madrid. Ha dado la impresión de no saber formar parte de una sociedad, de ser como una especie de cazador solitario y, por supuesto, de no superar la prueba continuada del fuego cruzado de la prensa deportiva. No ha sabido entender la regla sagrada del Real Madrid: sale a ganar todo, bajo cualquier circunstancia, en cualquier campo y con la bandera de la lucha por delante.

Juande Ramos fue un jugador menor, nacido en Pedro Muñoz, sin cualidades y sin brillo futbolístico, un gladiador del fútbol modesto. Su carrera como entrenador se ha ido construyendo poco a poco, peldaño a peldaño, de los equipos menores hasta sentarse en el banquillo del Bernabéu. Triunfó en el Sevilla y su falta de inglés le taponó su carrera en las Islas. Se ha ganado fama de entrenador serio, trabajador y con un conocimiento profundo de la gestión de los futbolistas y de la táctica del juego. Conoce el fútbol y sus claves.

Su llegada al Madrid, en una fría mañana de diciembre, está siendo un ejemplo de saber estar y de conectar con la tradición, los valores y las expectativas del madridismo. Lo primero que dijo es que el Madrid no entrega nunca la cuchara. Vistió a sus estrellas de guerrilleros, preparó con detalle el partido sobre la base de las debilidades intrínsecas del Barcelona y durante 83 minutos desconcertó tanto al equipo de Guardiola que le desestabilizó su juego, mientras el madridismo vibraba al otro lado de la pantalla. Se viste con el uniforme del club y siempre actúa como se espera que actúe el entrenador del Madrid: con entereza, con sobriedad y con afán de victoria. Al domingo siguiente fue a ver al Castilla, pues los canteranos cuentan,  como un aficionado más y ya ha preparado sesiones dobles de entrenamiento con el primer equipo. Con su tono sereno y firme habla con la prensa y les dice que no se conforma con un segundo puesto en la Liga. Ha empezado la remontada. Justo lo que quiere el madridismo.

Juande Ramos sabe estar, sabe decir lo que se espera de su persona y de su posición, sabe conectar con los suyos y representar la historia y los anhelos del madridismo. Ha sabido crear la sensación en la afición de que tiene la receta para recuperar el fútbol y representar con dignidad. El nuevo entrenador blanco tiene mensaje, tiene presencia, tiene imagen, tiene puesta en escena y domina lo qué decir y lo qué callar a las preguntas de la prensa. Juande Ramos sabe estar y gestionar una de las crisis más profundas que recuerda el madridismo. Los resultados le acompañarán o no, pues el fútbol es más caprichoso que la vida, pero su imagen está siendo perfecta. Y la imagen mueve montañas y hace entrar los balones en la portería enemiga. Muchos líderes empresariales y financieros, sumidos en las crisis del XXI, deberían sentar un Juande Ramos a su mesa para que les proporcione unas gotas de sobriedad, mensaje, gestión y saber estar.

Bernardo Schuster fue un futbolista primoroso. Tenía pase largo, zancada, dominio del juego, personalidad en el campo, una hermosa melena rubia, control del balón y un disparo asesino. El fútbol le descubrió en un Europeo a primeros de los 80 en el que debutó con 19 años y asombró a todos por esas cualidades impropias en un jugador de su edad. Al año siguiente ya estaba en Barcelona para hacer dupla con Maradona, luego vino su paso por el Madrid del final de la prodigiosa quinta del Buitre y su despedida como futbolista de élite en un Atlético en el que sólo él era el faro del juego. Pero, en su larga y exitosa carrera, a Schuster le perdió su carácter hosco, su actitud abúlica, su dificultad para entender el entorno del fútbol, acatar la disciplina del entrenador, la autoridad del presidente y el peso de la prensa en el aficionado.