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La autoridad del entrenador

A la hora de plantearse el fichaje de un entrenador, a los dirigentes del fútbol sólo les importa su nombre, sus relaciones externas, su ficticia fama y la afinidad que ellos tengan con su representante

Foto: Pep Guardiola, durante un partido del Bayern. (EFE)
Pep Guardiola, durante un partido del Bayern. (EFE)

Todos conocemos las dos caras del fútbol, su continente y su contenido. El continente lo forman los factores externos, los relacionados con la trascendencia social y económica que el fútbol implica. El contenido son los factores internos, el fútbol real: el entrenamiento, el juego y el desarrollo deportivo de la competición. El entrenador es el responsable de esta cara interna del fútbol, el contenido, porque ha de dirigir a su plantilla de jugadores y al grupo técnico de trabajo que forman sus colaboradores.

El entrenador es el conductor de un grupo humano bastante numeroso y heterogéneo, debe saber manejar los resortes adecuados para la dirección de este grupo. Esta ha de ser su primera característica porque de ella dependerá todo el desarrollo posterior de su trabajo. En el jugador, el fútbol se inicia en la cabeza (inteligencia), sigue por su corazón (voluntad) y termina en sus pies (técnica). Antes de llegar al tercer punto, al de la ejecución técnica, el jugador tiene que poner en juego su inteligencia y, sobre todo, su voluntad. Es imprescindible que el entrenador las sepa estimular y revitalizar continuamente. Para ello ha de ser un verdadero líder del grupo y este liderazgo se asienta en la autoridad que el entrenador ejerza. La autoridad se ejerce con personalidad, el trato y la dinámica de relaciones con los jugadores. Considero que se necesitan tres tipos de autoridad: la autoridad formal, la autoridad personal y la autoridad técnica.

1. La autoridad formal la poseen todos los entrenadores por el simple hecho de firmar un contrato con el club. Es una autoridad burocrática y administrativa, siendo la menos importante a la hora de dirigir al grupo, porque no tiene ninguna incidencia en la actitud de los jugadores.

2. La autoridad personal es la que ejerce el entrenador en su comportamiento con los jugadores. Se basa en saber tratarles a todos adecuadamente en cada momento, siendo justo con todos ellos y viéndoles como personas antes que como futbolistas. Ha de saber imponer su personalidad para exigir al jugador el cumplimiento de sus obligaciones profesionales y deportivas, esas que no se negocian. Pero también ha de manifestar su personalidad para ayudar al futbolista y para estar a su lado cuando lo necesite. El jugador tiene que percibir que su entrenador está con el grupo y que forma parte del bloque para conseguir los objetivos deportivos comunes.

3. La autoridad técnica se basa en el bagaje de conocimientos en todos los temas técnicos y en todos los resortes prácticos, relativos al desarrollo de su labor profesional, que posea el entrenador. No basta con tener un título oficial, hay que poseer unos amplios conocimientos para llevar a cabo la metodología del entrenamiento, plantear la forma de juego, implantar todos los aspectos tácticos y coordinar al equipo técnico de apoyo. El entrenador ha de reciclarse continuamente para estar al día en todos los aspectos que inciden en su labor. Los jugadores han de percibir que su entrenador “sabe”, porque de esta forma creerán en todo lo que hacen y lo harán mucho más motivados.

Estos tres tipos de autoridad son imprescindibles para que el entrenador cumpla verdaderamente con su función, la primera de ellas porque se exige federativamente y las otras dos porque son ineludibles para dirigir un grupo humano. “Gobernar es convencer”, el que tenga que recurrir al castigo o a las broncas sistemáticas para tener autoridad, es que no tiene autoridad. Muchos manifiestan que todo se arregla con el trabajo, pero eso es una obligación de todo profesional, lo que hace falta es trabajar bien, porque trabajar mucho y mal no creo que sea lo mejor.

Lo malo es que los dirigentes de los clubes, a la hora de plantearse el fichaje de un entrenador, sólo valoran sus atributos mirando hacia afuera, es decir, que sólo piensan en la cara externa del fútbol para decidirse a la hora de contratar a un técnico: sólo les importa su nombre, sus relaciones externas, su ficticia fama y la afinidad que ellos tengan con su representante. Bueno sería que valorasen el verdadero cometido del entrenador para desarrollar su trabajo hacia adentro, en el vestuario, en el terreno de juego y en la labor cotidiana del entrenamiento. Sería de desear que los dirigentes se preocupasen de la cara externa, del continente, y delegasen en un entrenador capaz para que éste se ocupase de la cara interna, del contenido.

Jesús Cuadrado Pino
Entrenador Nacional de Fútbol
Máster en Alto Rendimiento Deportivo (Universidad Autónoma de Madrid)
Máster Profesional en Fútbol (Universidad de Murcia)
Director de TRAINING FÚTBOL y de CESFÚTBOL

Todos conocemos las dos caras del fútbol, su continente y su contenido. El continente lo forman los factores externos, los relacionados con la trascendencia social y económica que el fútbol implica. El contenido son los factores internos, el fútbol real: el entrenamiento, el juego y el desarrollo deportivo de la competición. El entrenador es el responsable de esta cara interna del fútbol, el contenido, porque ha de dirigir a su plantilla de jugadores y al grupo técnico de trabajo que forman sus colaboradores.