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La polémica con Messi durará una semana; él, toda la vida
Quedaremos sepultados bajo comentarios y tertulias para todos los gustos, y, sobre todo, dependiendo de los colores de las camisetas, se cargarán las tintas acerca del gesto de Messi
Habrá polémica durante la semana y lo sabemos todos. Si es o no una falta de respeto, una muestra de soberbia, de vanidad, de arrogancia. Quedaremos sepultados bajo comentarios y tertulias para todos los gustos, y, sobre todo, dependiendo de los colores de las camisetas, se cargarán las tintas acerca del gesto de Messi para darle hecho un gol a Luis Suárez en un penalti indirecto emulando nada menos que a Johan Cruyff en 1982. Fue tan bestia lo que hizo ayer el argentino que cuando ruja la marabunta algunos solo se quedarán discutiendo airados sobre el gesto en sí sin reparar en el resto del partido, que fue memorable. Ellos se lo pierden.
Solo un detalle: si no le llega a salir bien, hubiera hecho el ridículo, así que démosle al César lo que es del César. Ya está en otra órbita y se atreve a hacer lo que hasta ahora, y ya es mucho decir, no había hecho nunca. Está hasta por encima de las estadísticas, con lo que a un animal competitivo como él le importaban. Anoche, cuando podía marcar su gol 300 con el FC Barcelona, Messi eligió dársela a Luis Suárez. A él ya le dan igual los números y las palabras. Los que tenemos la suerte de ser contemporáneos suyos, siempre podremos recurrir a ellos para intentar explicar lo que presenciamos y así poder guardar el mar en una botella.
"El penalti era para mí, pero el gordo se adelantó"
Habrá ruido, claro que lo habrá, pero es que a Leo ya ni le importa. “¿El penalti? Cada uno marca los goles como quiere, nada que no esté en la legalidad permitida”, dijo Berizzo, que no se ofendió por la forma y sí estaba lógicamente dolido por la zurra de goles después de que su equipo planteara un partido más que digno. “Yo no lo haría porque seguro que piso el balón y me caigo, pero seguro que habrá un debate muy grande”, bromeó Luis Enrique. “Este es un país en el que está más aceptado un patadón que una filigrana”, remató serio. Estaba ensayado. No fue una casualidad. Ya lo habían probado en los entrenamientos, aunque con Neymar como destinatario, no con Suárez... "el penalti era para mí, pero el gordo se me adelantó", reconoció el propio brasileño.
Leo Messi se lesionó a finales del mes de septiembre en un partido ante la UD Las Palmas y estuvo dos meses apartado de los terrenos de juego. Una vuelta en la Liga después, el argentino rescató anoche a su equipo en un partido complicadísimo cuando más le necesitaba, y que se resolvió gracias a su increíble talento. Y lo hizo después de haber pasado el martes por un hospital para someterse a una intervención quirúrgica llamada litotricia para eliminar los residuos renales que habían quedado tras el cólico nefrítico que sufrió en Yokohama en pleno Mundial de clubes, por el que se perdió la semifinal, pero no la final. Tenía a River entre ceja y ceja después de haber desestimado su fichaje por no querer costearle el tratamiento hormonal de crecimiento que necesitaba. Estaba claro que no se lo iba a perder, aunque no se pudiera levantar de la cama dos días antes, como reveló el propio Luis Enrique tras ganar el Mundial de clubes. Y él es la estrella, así que el resto solo tienen que seguirle. “Las tres bestias que tenemos arriba nos dan una superioridad y tal garantía que los demás no tenemos mucho más que añadir”, dijo Andrés Iniesta, que es campeón del mundo, por cierto.
Messi volvió ayer a ofrecer un recital marca de la casa, pero tan reservado a alguien de su extraordinaria calidad y además logrando una regularidad tan asombrosa que, simplemente, no se ha visto nada igual. Leo marcó el primero tras un lanzamiento de falta magistral, asistió a Luis Suárez en el segundo elevando el balón, picándolo, en un gesto técnico tan primoroso que es para repetirlo una y otra vez, inició la jugada en el tercero para, rodeado de rivales, habilitar a Neymar, y se permitió la frivolidad en el cuarto para dársela en corto a Luis Suárez en un penalti que él mismo había provocado después de marear a Jonny en el cuarto. La exhibición fue tal que solo podía hacerla él. La precisión, el toque, el regate, la picaresca de adelantar la pelota en el lanzamiento de falta, la pelea en el tercero con el cuerpo, el saberse por encima ya del bien y del mal y no tener pudor en demostrarlo en el penalti. Koeman, Cruyff, Laudrup, todo en uno. Todo en él. Todo mientras lo estamos viendo. Que suene el ruido, puro ruido, probablemente solo durará una semana hasta la próxima polémica. Yo prefiero quedarme con Messi y no creo que vuelva a ver nada igual.
Habrá polémica durante la semana y lo sabemos todos. Si es o no una falta de respeto, una muestra de soberbia, de vanidad, de arrogancia. Quedaremos sepultados bajo comentarios y tertulias para todos los gustos, y, sobre todo, dependiendo de los colores de las camisetas, se cargarán las tintas acerca del gesto de Messi para darle hecho un gol a Luis Suárez en un penalti indirecto emulando nada menos que a Johan Cruyff en 1982. Fue tan bestia lo que hizo ayer el argentino que cuando ruja la marabunta algunos solo se quedarán discutiendo airados sobre el gesto en sí sin reparar en el resto del partido, que fue memorable. Ellos se lo pierden.
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