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El afecto del Bernabéu derritió la coraza de Francesco Totti
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Jesús Garrido

El afecto del Bernabéu derritió la coraza de Francesco Totti

Hace doce años le dio el sí quiero a Florentino, pero el amor por su tierra y el miedo a las críticas le impidió firmar. Ahora, con casi 40 años, reconoce arrepentirse de aquello

Foto: El Bernabéu respeta a los grandes (EFE/Javier Lizón).
El Bernabéu respeta a los grandes (EFE/Javier Lizón).

Francesco es muy romano. Corre por sus venas un cruce entre la sangre de los senadores y la de los gladiadores. Pero Totti no creció en la época de Séneca, sino en el mundo actual, donde los espectáculos que distraen a la plebe de las angustias de la andrajosa vida cotidiana se presencian en estadios de hierba y no de albero. Y hoy en día existen infinidad de divertimentos a lo largo y ancho del planeta para llamar la atención de un adolescente. Totti se desarrolló como lo que es ahora cuando la Quinta del Buitre quemaba los campos de España y se ahogaba en los del resto del continente. Esa ineficencia endémica del Madrid le daba igual a Totti. Era su equipo. Bueno, su segundo equipo, con el que fantaseaba de niño, de adulto y al que, cuando los 40 llama a su puerta, se arrepiente de haber rechazado.

La temporada 2003-04 fue la primera en la que Florentino Pérez se quedó sin ganar un título desde que accedió a la presidencia del Real Madrid. Un cambio de rumbo, como cada vez que se ha quedado en blanco, era una cuestión indiscutible. Queiroz tenía que ser borrado, vaporizado, como si nunca hubiese existido. Tiró de Camacho, un hombre de la casa, para encarar su quinto proyecto. Pero con el ciezano tenía que llegar un fichaje bomba, como había pasado anteriormente con Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham. Ese año llegó Michael Owen, que había sido Balón de Oro, pero que no daba el perfil de 'galáctico florentiniano'. Se le contrató porque al presidente le dejaron despechado. Más exactamente, Totti primero le dijo que sí, que era el sueño de su vida. Luego, sin embargo, se retractó, el corazón le latía en 'giallorosso' y su casa ejerció un imán que ha durado hasta nuestros días.

En una historia de desamor 'shakesperiana' es imposible que no queden marcas, secuelas sin cicatrizar del todo. Totti es un tipo duro, de los más duros de Italia, y eso que no es de los que meten patadas, sino que tratan a la pelota como si fuera la mujer de su vida (lo es, en cierta manera no tan metafórica). Es frío como el que más, le costó emocionarse incluso cuando el Olímpico se puso a sus pies al superar a Nordahl. Y en su día, se mostró recio e impenetrable cuando le preguntaron por el Madrid en 'France Football'. "Pude ganar tres Copas de Europa, dos Balones de Oro y muchas otras cosas, pero no me arrepiento". Prefirió no ganar más que alguna Coppa con la Roma. No mostró sentimiento alguno por el equipo blanco.

Pero por dentro tiene corazón. Ese mismo que le indicó en su momento que sería un traidor si se vestía de blanco, que cómo una leyenda italiana se iba a marchar a España. La gruesa coraza jamás perforada se derritió este martes cuando el Bernabéu, el estadio donde un día se ilusionó jugar vestido de blanco, le recibió con un torrente de palmas. Quedó indefenso. "El Real Madrid es mi único arrepentimiento". En lo profundo de su ser, Totti sigue enamorado del Madrid.

Francesco es muy romano. Corre por sus venas un cruce entre la sangre de los senadores y la de los gladiadores. Pero Totti no creció en la época de Séneca, sino en el mundo actual, donde los espectáculos que distraen a la plebe de las angustias de la andrajosa vida cotidiana se presencian en estadios de hierba y no de albero. Y hoy en día existen infinidad de divertimentos a lo largo y ancho del planeta para llamar la atención de un adolescente. Totti se desarrolló como lo que es ahora cuando la Quinta del Buitre quemaba los campos de España y se ahogaba en los del resto del continente. Esa ineficencia endémica del Madrid le daba igual a Totti. Era su equipo. Bueno, su segundo equipo, con el que fantaseaba de niño, de adulto y al que, cuando los 40 llama a su puerta, se arrepiente de haber rechazado.

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