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Al Barça le da el patatús y más de un culé se irá el miércoles al cine
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Gemma Herrero

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Al Barça le da el patatús y más de un culé se irá el miércoles al cine

Después de dos derrotas seguidas en Liga, lo peor es que no hay un diagnóstico certero acerca de qué leches le pasa al equipo y los mensajes que lanzan son desconcertantes

Foto: Messi se lamenta, mientras los jugadores de la Real celebran el 1-0. EFE/Javier Etxezarreta
Messi se lamenta, mientras los jugadores de la Real celebran el 1-0. EFE/Javier Etxezarreta

Este domingo me encontré con un culé de toda la vida, un periodista brillante, un hombre inteligente, culto, lúcido y cabal, corresponsal durante años para un medio importante en un país no menos importante. Uno de esos, en fin, cuya mirada siempre resulta interesante para despejar el polvo de la paja. “No me hables”, fue lo primero que dijo. “El Barça era lo único que iba bien y ya ni eso. No quiero saber nada, ver nada, ni leer nada. Y el miércoles, por supuesto, me voy al cine”, zanjó. Las dudas sobre el Barcelona han dejado de serlo para dar paso al telele absoluto, a la angustia existencial desde el punto de vista culé. No hay Gobierno, la crisis persiste, en invierno hizo calor y ahora que llega la primavera no hay forma de guardar el abrigo y encima ya uno no se puede ni fiar del Barça.

El FC Barcelona ha perdido ocho de los últimos nueve puntos posibles en Liga tras empatar en Villarreal y caer ante el Real Madrid y la Real Sociedad. Después de nada menos que 39 partidos sin conocer la derrota van dos seguidas en Liga, la ventaja ha disminuido en tres y cuatro puntos ante el Atlético y Madrid, respectivamente, pero lo peor es que no hay un diagnóstico certero acerca de qué leches le pasa al equipo y los mensajes desde dentro del vestuario son desconcertantes, lo que aumenta la sensación de patatús. Hasta el discurso apasionado de Luis Enrique tras caer en Anoeta chirría en una afición que necesita asirse a argumentos futbolísticos y no emocionales para salir del estado de ofuscación.

Diez minutos después de caer ante el Real Madrid, el técnico afirmó en rueda de prensa que ya lo tenía olvidado. Antes del choque de Champios frente al Atlético, contestó así a la periodista Susana Guasch cuando le cuestionó si era un problema de piernas o mental: “Vuestro análisis es bastante superficial, bastante gratuito, no tiene nada que ver con el análisis de un profesional”. En la previa del partido ante la Real respondió tal cual a la pregunta sobre el estado físico de sus jugadores: “Tenéis un concepto de la preparación física muy deteriorado. Este equipo llega más fresco que la temporada pasada”. Y, sin embargo, después de haber calificado también el partido de Anoeta como el más complicado, dejó en el banquillo a Alba, Iniesta y Rakitic y apostó por Sergi Roberto en la banda, Arda Turan y Rafinha en su primer encuentro como titular tras casi siete meses lesionado. A falta de dos minutos para el descanso y con el 1-0 ya en el marcador, Iniesta saltó a calentar en la banda y comenzó la segunda parte sustituyendo a Rafinha.

Después de que se certificara la derrota, el asturiano utilizó por primera vez la sala de Prensa para azuzar a los culés con un ‘todos a una como en Fuenteovejuna’. Se trataba de subir el ánimo, de recordar que son los campeones del mundo y lo llevan cosido en la camiseta, que juntos todos son más fuertes, que no está permitido dudar si se es un culé de verdad porque ahora el equipo necesita apoyo y no titubeos. Fue un mitin, no una reflexión. Y en general no ha calado porque no hay un razonamiento. Porque el culé, de naturaleza elitista, necesita fundamentar su fe en el juego, que es lo que le falla al equipo, no en los sentimientos ni las vísceras.

Messi está pocho, y aún así pudo marcar dos goles en Anoeta, pero algo le pasa. Está demasiado alejado del área, demasiado retrasado, demasiado centrado, ha abandonado la banda. Neymar no encara, no dribla y, si hablamos de Neymar, con eso está dicho todo. Luis Suárez no estaba en San Sebastián por sanción y bastante hizo salvando los muebles en la ida de Champions ante el Atleti. Los tres suman 109 goles esta temporada en las diferentes competiciones, así que si uno no está por sanción, el otro parece melancólico y el tercero deja de hacer lo que mejor sabe, el equipo se resiente, obviamente. Y con éstas, el entrenador opta por desordenar el centro del campo en un partido que él mismo había catalogado como el más difícil.

El desasosiego cuatro días antes de visitar el Vicente Calderón es máximo. Porque no se sabe exactamente qué le pasa al Barcelona y al entrenador le parecen “superficiales y gratuitos” los análisis ajenos, mientras que él apela al orgullo y las emociones y evita explicar sus decisiones y emitir un diagnóstico. Este domingo no se entrenaron, este lunes no habla nadie y, salvo que Piqué y Arbeloa amenicen la espera en el Twitter, lo último a lo que agarrarse es a la cita en plan Kennedy de Luis Enrique: “De una situación así no se sale preguntando qué puede hacer el equipo por mí, sino que puedo hacer yo por el equipo”. Mi amigo, el culé cabal, por lo pronto tiene pensado irse al cine.

Este domingo me encontré con un culé de toda la vida, un periodista brillante, un hombre inteligente, culto, lúcido y cabal, corresponsal durante años para un medio importante en un país no menos importante. Uno de esos, en fin, cuya mirada siempre resulta interesante para despejar el polvo de la paja. “No me hables”, fue lo primero que dijo. “El Barça era lo único que iba bien y ya ni eso. No quiero saber nada, ver nada, ni leer nada. Y el miércoles, por supuesto, me voy al cine”, zanjó. Las dudas sobre el Barcelona han dejado de serlo para dar paso al telele absoluto, a la angustia existencial desde el punto de vista culé. No hay Gobierno, la crisis persiste, en invierno hizo calor y ahora que llega la primavera no hay forma de guardar el abrigo y encima ya uno no se puede ni fiar del Barça.

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