Tribuna
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No habrá paz para los que jueguen tanto
En las últimas horas el Madrid ha perdido a uno de los jugadores más influyentes. Kroos. En este negocio, más tarde o más temprano, se lesiona hasta el que vende las pipas
En época de sargentos de hierro y hallazgos tecnológicos comprobamos cómo el jugador de fútbol, empeñado en tocarnos las narices, se sigue lesionando.
En lo que llevamos de temporada y en la mayoría de equipos, son bastantes los jugadores importantes que se han visto resignados a tener que decir “basta” por algún tipo de molestia o daño físico. Sin ir más lejos, en las últimas horas hemos podido observar cómo el Real Madrid ha perdido a uno de los jugadores más influyentes en el juego colectivo de su equipo. Toni Kroos, junto a Pepe, Sergio Ramos, James, Modric, Piqué, Iniesta, Jordi Alba, Messi… ¡y los que todavía nos quedan! son la prueba de que en este negocio, más tarde o más temprano, se lesiona hasta el que vende las pipas.
La lesión, ese indomable enemigo del que ni los más poderosos parecen poder desprenderse, no solo supone costes económicos para las arcas del club (sí, los días de baja se pagan) sino que también, y como es de suponer, merma el rendimiento semanal acorralando la capacidad del entrenador para alinear a unos jugadores u otros. De manera paralela, y de modo directamente proporcional al número de lesiones sufridas durante la temporada, encontramos sin mucho esfuerzo un sinfín de críticas que apuntan directamente a preparadores físicos y servicios médicos ¡como si evitar lesiones respondiese a una lógica matemática donde causa y efecto fuesen inseparables!.
Pensar que las lesiones aparecen por culpa de un preparador físico insuficiente o una mala gestión de los servicios médicos es como tratar de observar la realidad con los ojos entreabiertos. Puede que algo de lo que atisbemos se corresponda con lo que está pasando, pero esto no es argumento suficiente para sentar cátedra sobre una cuestión con tantos condicionantes contextuales. En el sofá nadie se lesiona, pero levantando los párpados para comprobar la multitud de condicionantes que interaccionan en un evento lesivo, tampoco.
Reducir la casuística de una lesión a un factor u otro es como tratar de decidir qué variable es más importante a la hora de calcular la base de un rectángulo, si su base o su altura. Un historial lesivo previo, una mala predisposición genética, la edad, debilidades musculares, descompensaciones funcionales, una mala gestión de las cargas del entrenamiento, etc, son algunos de los múltiples factores que revolotean de manera simultánea en el entorno del jugador. Incontrolables muchos de ellos, éstos siguen robando horas de sueño a los especialistas en entrenamiento y prevención, pues aunque los avances logrados en los últimos años en este campo han sido más que significativos, ni a ojos de la ciencia, y ni por supuesto a ojos del aficionado, las lesiones tienen intención de desaparecer.
Apuntar directamente a los miembros de un staff no parece la medida más inteligente, sobre todo si tenemos en cuenta que cuanto más alto sea el nivel del equipo, mejores trabajadores y mayores posibilidades médicas nos encontraremos. Resignarse ante el aluvión de incontrolables que se nos vienen encima día a día, una imprudencia profesional en toda regla.
Puede que la lesión no entienda de barrios, pero si hay algo de lo que sí entiende es de sentido común. La lesión pasa porque tiene que pasar. ¿O cómo no iba a lesionarse un deportista que se somete a esfuerzos de alta intensidad con tanta frecuencia? ¿Cómo no se va a lesionar un deportista que no puede recuperarse correctamente porque la densidad del calendario competitivo se lo impide? ¿De qué manera iba a encontrar paz lesiva un futbolista que no para de jugar?.
El sentido común trata de avisarnos pero ni sus gritos ni sus saltos llaman nuestra atención. Sus esfuerzos parecen inútiles ante el poder de atracción que los señores de ojos rasgados provocan en nuestros bolsillos. Partidos cada tres días, viajes interminables, vacaciones insuficientes... La lógica futbolística es atropellada por un sinsentido mercantil que no entiende de lesiones. Más exposición al riesgo más lesiones, una perogrullada sin plusvalía suficiente.
Supongo que mientras las narices que toquen sean las nuestras, todo seguirá yendo bien.
*Pedro Gómez Piqueras es preparador físico de fútbol y experto en lesiones deportivas. Autor de 'Fútbol Insatisfecho' (2015), 'El fútbol ¡No! es así' (2014) y 'La preparación física del fútbol contextualizada en el fútbol'. @pf_gomez
En época de sargentos de hierro y hallazgos tecnológicos comprobamos cómo el jugador de fútbol, empeñado en tocarnos las narices, se sigue lesionando.
En lo que llevamos de temporada y en la mayoría de equipos, son bastantes los jugadores importantes que se han visto resignados a tener que decir “basta” por algún tipo de molestia o daño físico. Sin ir más lejos, en las últimas horas hemos podido observar cómo el Real Madrid ha perdido a uno de los jugadores más influyentes en el juego colectivo de su equipo. Toni Kroos, junto a Pepe, Sergio Ramos, James, Modric, Piqué, Iniesta, Jordi Alba, Messi… ¡y los que todavía nos quedan! son la prueba de que en este negocio, más tarde o más temprano, se lesiona hasta el que vende las pipas.