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Por qué voy con Serguéi Kariakin, el ajedrecista 'cholista'
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Álvaro Rigal

Por qué voy con Serguéi Kariakin, el ajedrecista 'cholista'

Partida a partida

Foto: Magnus Carlsen y Serguéi Kariakin, durante una partida del Mundial (Reuters)
Magnus Carlsen y Serguéi Kariakin, durante una partida del Mundial (Reuters)

Está ocurriendo estos días en Nueva York. En Fulton Market, al sur de la isla de Manhattan, junto a Wall Street. Magnus Carlsen,noruego de 25 años, y Serguéi Kariakin, ruso de 26, disputan la final del Campeonato del Mundo de ajedrez en doce partidas.

Apenas sé nada de ajedrez: conozco las reglas y sé como se mueve cada pieza, pero sería incapaz de jugarlo o de nombrar diez campeones históricos. Naturalmente eso no impide que esté disfutando muchísimo la final, igual que todos nos vinimos arriba durante los Juegos de Río con deportes que no seguimos nunca, ya fuera gimnasia artística o tiro al plato.

Claro que para vibrar de verdad en los grandes duelos del deporte hay que ir con uno, da igual que sea LeBron contra Curry, Froome contra Quintana o Phelps contra Lochte. En este caso, lo tengo claro: yo voy con Kariakin.

Y voy con Kariakin porque nada me parece más lógico que apoyar al que tiene menos posibilidades, al 'underdog', al que busca dar la sorpresa. Si te plantas por casualidad en un partido de fútbol de barrio y te dicen que unos son los líderes y los otros van abajo en la tabla, no sé qué clase de persona tienes que ser para ponerte a animar a los que tienen más probabilidades de ganar. Bueno, quizás una persona como Magnus Carlsen, el hombre que se hizo seguidor del Real Madrid por sus estadísticas.

Según avanzan las partidas, leo que Carlsen ataca y Kariakin solo se defiende. En cuanto comento en público que simpatizo con Kariakin, los entendidos me abroncan: "No es creativo, es aburrido, mata este deporte, Carlsen es un genio, un espectáculo...".

Bien, a lo mejor me falta altura de miras y resulta que el ajedrez no puede ser mirado igual que el resto de deportes, pero yo nunca he querido que alguien sea campeón solo porque juegue más bonito. Ni yo ni nadie, eh, que si no todo el planeta desearía siempre que ganaran Federer y el Barça. Yo quiero que gane el que me emocione.

El caso es que, cada cual con sus obsesiones, yo no puedo evitar que esos argumentos me recuerden a los que durante estos años hemos aguantado los aficionados del Atleti: que solo sabe defender, que no domina, que se cierra atrás y apenas marca goles... Y mientas nos dicen eso, en el Calderón nos emocionamos viendo a un grupo capaz de plantar cara a equipos europeos que hombre por hombre son muy superiores.

Total, que ahí está Kariakin, noveno en el ránking, muy por debajo en las apuestas, aguantando. "Solo defiende", dicen. Como si fuera fácil defenderse del mejor del mundo una y otra vez. Como si no tuviera mérito dejar siempre la puerta a cero. Como si no hiciera falta trabajo y talento para cerrar todos los caminos.

Pasan las partidas y la estrategia de Kariakin empieza a ser evidente: muy juntos atrás y cuando la estrella se ponga nerviosa, robamos un balón y le pillamos en una contra. Tras las dos primeras tablas, Carlsen aprieta durante siete horas en la tercera partida: Kariakin resiste. En el cuarto asalto Carlsen despliega su arsenal durante seis horas y media: Kariakin resiste.

A estas alturas, y cegado ya por la pasión, cuando Kariakin retrasa un caballo veo a Godín gritando para organizar la línea defensiva. Cuando adelanta un alfil siento a Gabi salir a presionar la salida de balón de los centrales rivales. Y cuando le preguntan si puede ganar al mayor portento de su deporte en muchos años, responde: "¿Por qué no?". Si se cree y se trabaja, se puede.

Tras el quinto empate, Carlsen empieza a perder los nervios y no puede disimular su mal humor ante los medios. EscribeLeontxo García en sus sensacionales crónicas de 'El País': "La cara del campeón era la misma que mostró en Bilbao en julio, ese día en el que arrojó su chaqueta al suelo ante varios espectadores con enorme rabia porque no había logrado ganar una posición favorable". La estrella está frustrada, no tolera que las cosas no vayan bien, como cuando Cristiano se enfada con el mundo porque no marca, y es incapaz de celebrar incluso los goles de sus compañeros. El plan funciona.

Dos empates más y nos plantamos en el octavo choque. El campeón juega en casa, con blancas, tiene que atacar, tiene que ganar como sea, se lanza... ¡Y ahí está! Recuperación, balón largo arriba, Diego Costa sale como una flecha, y en un segundo, ¡gol! Kariakin gana con negras cuando nadie daba un duro por él.

Carlsen, enrabietado, ni siquiera es capaz de comparecer en rueda de prensa. Mourinho se va rápidamente mascullando quejas sin dar la cara y nomanda ni a Karanka.

Kariakin no saca pecho. “Sí, claro que he especulado con la ambición de Magnus. Pero sería injusto decir que él ha jugado mal hoy. Estoy muy contento porque tengo un punto de ventaja, pero aún quedan cuatro partidas y es muy capaz de remontar”. Partida a partida.

Quedan cuatro enfrentamientos. Todos coinciden en que si Carlsen consigue estabilizarse emocionalmente, tiene calidad de sobra para darle la vuelta al campeonato. Quizá lo consiga. Quizá haya gol de Ramos en el descuento para hacer su victoria aún más memorable. Pero mientras tanto, yo solo tengo un grito:

¡Resiste, Kariakin!

Está ocurriendo estos días en Nueva York. En Fulton Market, al sur de la isla de Manhattan, junto a Wall Street. Magnus Carlsen,noruego de 25 años, y Serguéi Kariakin, ruso de 26, disputan la final del Campeonato del Mundo de ajedrez en doce partidas.

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