Es noticia
Cuando ser árbitro se convierte en una profesión de riesgo
  1. Deportes
  2. Tribuna
Luis Pasamontes

Tribuna

Por

Cuando ser árbitro se convierte en una profesión de riesgo

La persona que intenta hacer que las normas se cumplan en cualquier competición es insultada, agredida y utilizada como un saco de boxeo con el que algunos sacian sus carencias

Foto: Jesús Tomillero, árbitro de fútbol homosexual que ha sido insultado por su condición sexual. (EFE)
Jesús Tomillero, árbitro de fútbol homosexual que ha sido insultado por su condición sexual. (EFE)

'Mamá, papá… quiero ser árbitro. Es mi pasión, mi vocación y voy a trabajar duro para conseguir llegar a lo más alto de la profesión'. Podemos escuchar esta frase en cualquier momento de nuestra vida. Una hija, un sobrino, una prima, un nieto, nuestra pareja… a todos nos puede tocar de cerca. No sé si os pasa, pero si hacéis el ejercicio de imaginar a un ser querido pronunciándola, lo primero que nos llega es una sensación de querer protegerlo, que no le ocurra nada, que nadie le insulte o le lance algún objeto, que no reciba amenazas de muerte desde la grada.

Si ponemos en el buscador Google 'agresión árbitro', la búsqueda arroja más de 500.000 resultados. Esa es la triste y cruda realidad. La figura del árbitro está relacionada con la falta de respeto elevada a la máxima potencia. Hablo en general, no quiero centrarme en deportes, edades o sexos. La persona que intenta hacer que las normas se cumplan en cualquier competición es insultada, agredida y utilizada como un saco de boxeo con el que algunos sacian sus múltiples carencias.

placeholder Los episodios de violencia en el fútbol español base español son habituales. (Reuters)
Los episodios de violencia en el fútbol español base español son habituales. (Reuters)

Dos padres y una madre contra una menor

Hace pocos días, en un partido de categoría alevín, se amenazaba e insultaba desmesuradamente a una árbitro menor de edad. Ocurrió en un municipio de Granada en el que tres personas comenzaron a, no sé que expresión utilizar, desbarrar, por ejemplo, sobre la menor que intentaba disfrutar de su pasión junto al resto de niños. Imagino la situación con los pequeños haciendo deporte y jugando, ella guiándolos en la importancia del respeto y la deportividad en el campo, todo perfecto hasta ahí. Pero dos padres y una madre, según contaba la noticia, de manera despiadada oscurecieron algo tan excepcional. Afortunadamente son minoría, pero son, ese es el grave problema y más aún si tenemos en cuenta que muchos son padres de familia y supuestos educadores de sus hijos.

Foto: Adel Mechaal. (EFE)

Un buen amigo me comentaba que aún no había sido capaz de llevar a su hijo a ver un partido de fútbol. Después de haber estado en los mejores equipos de la liga española, entre ellos el Real Madrid, no se sentía preparado, no quería arriesgarse a que les tocara al lado de algún energúmeno o energúmena y tener que abandonar el campo por escucharles decir auténticas barbaridades. En junio, un árbitro de 18 años de Eibar fue agredido con una patada en la cabeza mientras arbitraba un partido de futbol siete. Al expulsar a un jugador tras una entrada violenta, este le propinó una patada en su cráneo y lo dejó sin conocimiento. El joven tuvo que ser hospitalizado. En octubre, una mujer de 60 años, abuela de uno de los jugadores de categoría cadete, agredió al árbitro que dirigía el encuentro de su nieto en una localidad de León.

De nada sirve que los niños sean educados por profesores si en casa ven actitudes agresivas de sus padres mientras ven un partido en televisión

Me asusta ver a unos pequeños niños, junto a sus padres, reírse en la grada tras ver a un jugador derrumbar de un puñetazo al árbitro del encuentro. Ocurrió en el mes de mayo en un partido de la segunda división B catalana de fútbol sala. Con tan solo 9 años, un niño agredió al arbitro con varias patadas en un encuentro de futbol de categoría benjamín en Las Palmas. Tuvo que ser sujetado por el delegado para que no continuara con la agresión. El Comité de Competición lamentó que ni los padres ni el club pidieran disculpas ante este hecho. El padre de una jugadora infantil la emprendió a golpes con el colegiado durante un partido de baloncesto, en Alcantarilla. Saltó a la pista y fue retenido por otras personas, pero eso no le preocupaba, su mente seguía encharcada en odio. Esperó media hora a que el colegiado saliera de las ducha y le agredió a la salida del vestuario.

Entre 13 y 17 años tienen los jóvenes que lanzaron frases denigrantes contra la joven colegiada de también 17 años. Miedo y acoso sintió mientras intentaba disfrutar de su pasión, de algo que le encanta como es el arbitraje. Ver unos niños juguetear detrás del entrenador del Manlleu, ya destituido, mientras insulta fuera de sí a los árbitros ante las cámaras de televisión es muy preocupante.

Qué injusto debe ser tener que vivir esto y a la vez amar lo que haces. Imagino que por el simple hecho de vestirme con unos colores y subirme a mi bici habría público que me insultaría, me amenazaría, me golpearía o me lanzaría objetos mientras pedaleo hacia la meta. Aguantar agresiones verbales y físicas no va incluido en ningún sueldo, que les quede claro a los de la frase fácil y recurrente. Creo que abandonamos la escuela y la formación demasiado pronto. Esta no ha de ir vinculada a la edad; muchos adultos carecen de ella y deberían seguir sentándose en pupitres hasta aprender la lección más importante de la vida. La educación y el respeto son básicos, todos lo sabemos, pero esto no ha de ser una frase populista para arrancar un aplauso fácil, hay que ejecutarla.

Estoy muy implicado y trabajo en escuelas de padres, lo considero esencial y primordial. De nada sirve que los niños vayan al colegio y sean educados por profesores si al llegar a casa ven actitudes agresivas de sus padres mientras ven un partido en televisión. Los adultos influimos en los jóvenes que se convertirán en entrenadores, deportistas o espectadores. Si trasladamos buen comportamiento y respeto hacia la figura del árbitro, la violencia decrecerá de manera abrumadora. Seguid disfrutando de vuestra pasión, que nadie os prive de ese derecho. Invito a denunciar a todos los padres y resto de espectadores que vean determinados actos en un campo porque todos somos responsables de lo que ocurra. No miremos a otro lado pensando que no va con nosotros: tu hijo puede estar jugando o arbitrando en ese campo o a tu lado con una bolsa de palomitas como espectador sin entender qué pasa. Lucía, Juan, Marcos, Luis, Eva, Jaime, Enrique, Teresa… seguid gritando fuerte 'quiero ser árbitro'.

*Luis Pasamontes fue ciclista profesional (Movistar y Caisse d'Epargne, entre otros) y ahora es mentor deportivo y conferenciante.

'Mamá, papá… quiero ser árbitro. Es mi pasión, mi vocación y voy a trabajar duro para conseguir llegar a lo más alto de la profesión'. Podemos escuchar esta frase en cualquier momento de nuestra vida. Una hija, un sobrino, una prima, un nieto, nuestra pareja… a todos nos puede tocar de cerca. No sé si os pasa, pero si hacéis el ejercicio de imaginar a un ser querido pronunciándola, lo primero que nos llega es una sensación de querer protegerlo, que no le ocurra nada, que nadie le insulte o le lance algún objeto, que no reciba amenazas de muerte desde la grada.