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Esto no es una moda: el espejo en el que ha obligado a mirarnos el depravado Nassar
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Gemma Herrero

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Esto no es una moda: el espejo en el que ha obligado a mirarnos el depravado Nassar

El exmédico de la selección de gimasia olímpica de Estados Unidos, volvió este miércoles a la corte para escuchar los testimonios de 57 atletas que lo acusan de abusos sexuales en Michigan

Foto: En la imagen, Larry Nassar. (Reuters)
En la imagen, Larry Nassar. (Reuters)

“Cuando tantos adultos rechazaron creer a las víctimas de Larry Nassar durante tanto tiempo. Cuando tanto la Federación de Gimnasia como la Universidad Estatal de Michigan no quisieron escucharlas… Este es el reflejo del sistema patriarcal que está aún en funcionamiento a día de hoy. Esto es lo que hace que el juicio a Nassar vaya más allá de la gimnasia”, afirmó este miércoles Annie Labrie. Labrie tenía solo 15 años cuando él abusó de ella y lo ha contado, por primera vez, en la nueva causa contra el mayor depredador sexual de la historia del deporte que ha comenzado en el Condado de Eaton, en Michigan. Antes de comenzar, la jueza Janice Cunningham confirmó que ya ascienden a 265 las deportistas de las que Nassar abusó. Cuando se declaró culpable en noviembre, ‘sólo’ 131 habían dado el paso adelante. Hoy, ya son el doble. Y se esperan más, porque en Eaton ​—donde por ahora hablarán 65 supervivientes—, igual que sucedió en Ingham con la jueza Rosemarie Aquilina, cada día aumentaban las peticiones para testificar.

Es un monstruo, "un pedófilo, un depravado". Sí, así lo han llamado las menores de las que abusó cuando tenían 6, 8, 12 ó 15 años. Y mientras podamos meter a Nassar entre rejas nos creemos a salvo, le tildamos de enfermo y rezamos para no cruzarnos con ninguno en nuestras vidas. A otra cosa, mariposa. Ya podemos seguir con lo nuestro, que han pillado al lobo feroz, pim-pam. Es un planteamiento tan cómodo e ingenuo como falso. Porque Larry Nassar no actuó solo: tuvo muchos cómplices. Es imposible que durante 30 años campara a sus anchas sin tenerlos. No es una opinión, la mayoría de las 156 deportistas que declararon ante la jueza Aquilina así lo dijeron. Igual que las que este miércoles han comenzado a dar su testimonio. Nassar nos ha colocado ante un espejo y salimos horribles, la verdad. No la gimnasia; todos.

Las dimisiones

Instituciones, entrenadores, fisioterapeutas, representantes de la Universidad Estatal de Michigan (MSU), de la Federación de gimnasia (USAG), incluso del Comité Olímpico americano que ahora en un conveniente ataque de dignidad han forzado a dimitir a todos los responsables de la USAG mientras Simone Biles les sigue apuntando con el dedo porque, a estas alturas, ni siquiera le han llamado como acaba de declarar en la 'NBC' en su primera entrevista en televisión después de la sentencia. A ella, la gran estrella de los últimos Juegos de Río junto a Phelps y Bolt, ni siquiera le han telefoneado para pedirle disculpas por no protegerla, ni un ¿cómo estás? siquiera. Lo mismo ha afirmado Aly Raisman, la capitana del equipo en Londres y Río. Este es el sistema del que se quejaba Labrie. Este es el sistema que despedazó la primera en aparecer públicamente en el 'Indianapolis Star' para contar su historia, Raechel Denhollander, que fue la última en testificar antes de que Nassar fuera condenado hace una semana a una pena de 40 a 175 años.

Cuando Denhollander recibió el ‘tratamiento especial’ de Nassar, es decir, cuando el médico le introdujo la mano sin guantes en su vagina y en el ano y la manoseó los genitales y los pechos, era el año 2000 y sólo tenía 15 años. En 1997 Nassar había comenzado a trabajar en la MSU y la gimnasta Larissa Boyce ya le confesó a su entonces entrenadora, Kathie Klages, lo que le había sucedido en su consulta, junto a otras dos compañeras. No solamente no las escucharon, sino que Klages obligó a Boyce a pedir perdón a Nassar y, claro está, a seguir viéndole. Denhollander también nombró a Tiffany Thomas López, una jugadora de softball, que dos años antes de que ella fuera asaltada, también se lo comunicó a sus entrenadores con idéntico resultado: nada. Igual que Christie Achenbach, una atleta de la que Nassar abusó un año antes de que Raechel Denhollander traspasara por primera vez la puerta del despacho del doctor y que también se lo dijo al entonces responsable de de la sección de atletismo. Y así hasta ocho denuncias más. Y así hasta 14 responsables de la Universidad.

Dimisiones

El escándalo es tan monumental que las reacciones se han sucedido en cascada; la renuncia de la presidenta de la MSU, Lou Anna Simon, y del director de atletismo, la de toda la junta directiva de la USAG y hasta el anuncio del Congreso estadounidense sobre una investigación. Pero cuando Denhollander apareció en el 'Indianapolis Star' tuvo que soportar que la llamaran mentirosa y que buscaba fama y fortuna. Como ella misma escribió el pasado viernes en un artículo en ‘The New York Times’, nada le preparó para el precio que tuvo que pagar por ser la primera en salir con cara, nombres y apellidos en un medio de comunicación. “El escándalo por violación que tardó treinta años en fraguarse es solo un síntoma de un problema cultural mucho más profundo: la indisposición a decir o escuchar la verdad en contra de uno de los miembros de nuestra comunidad (…). El primer paso para cambiar la cultura que consintió esta atrocidad es reconocer a quienes permiten el abuso”.

Nassar no fue despedido de la MSU hasta después del artículo aparecido en el 'Indianapolis Star' en septiembre del 2016; su última víctima, Emma Ann Miller, tuvo su última ‘visita’ con el doctor en agosto. A pesar de las denuncias. Nassar fue el médico del equipo olímpico de gimnasia hasta 2015, cuando ya existían no solo sospechas y había sido investigado.

37.000 imágenes y vídeos

La gimnasta McKayla Maroney hizo público en el mes de octubre, a través de sus redes sociales, que Nassar había abusado de ella uniéndose al movimiento #Metoo y después reveló que la USAG había comprado su silencio mediante un acuerdo de confidencialidad. Aly Raisman, en una entrevista para la 'CBS' en noviembre, ya acusó a la USAG y al Comité Olímpico de su país de no hacerles caso, de ignorarlas incluso en un acto público en el Salón de la Fama. A ellas, las campeonas que habían logrado la medalla de oro en los dos últimos Juegos Olímpicos. Un mes después, Nassar fue condenado a 60 años de cárcel por posesión de pornografía infantil. Encontraron nada más y nada menos que 37.000 imágenes y vídeos de menores. Y entonces, y sólo entonces, la opinión pública empezó a considerar que quizás, a lo mejor, podría ser que… Denhollander tuviera razón, que McKayla Maroney dijera la verdad, pero al mismo tiempo llegó la siguiente pregunta: “¿Y por qué no lo han dicho antes?”

No hay manera de acertar, al parecer. Cuando algunas deportistas, todavía menores, lo denunciaron ante quienes debían protegerlas, no las creyeron. Cuando apareció Rachael Denhollander, aseguraron que buscaba dinero y atención. Cuando Aly Raisman lo denunció públicamente, la pregunta fue entonces por qué no lo había dicho antes. “¿Por qué solo nos enfocamos en el porqué las chicas no hablaron? ¿Por qué no mirar qué pasa con la cultura? ¿Qué hicieron la federación y Larry Nassar para manipular tanto a todas estas chicas que tienen tanto miedo de hablar?”, contestó la gimnasta devolviendo el foco donde debe estar: en los violadores y quienes les amparan, no en las víctimas.

placeholder Larry Nassar, escuchando una declaración. (Reuters)
Larry Nassar, escuchando una declaración. (Reuters)

Mirar con recelo

Surgen ahora como setas venenosas algunos sesudos señores que nos advierten en los medios de comunicación de los peligros de hacer caso a la primera que aparece. Como si eso hubiera sido lo habitual en la historia de la humanidad y no lo contrario: el mirar con recelo y prejuzgar los motivos que llevan a una mujer —aunque el delito incluso haya prescrito— a denunciar. Los hay hasta que califican de “moda” las acusaciones. Oigan, moda era llevar hombreras y calentadores de colores en los 80. Dejen de insultar nuestra inteligencia, dejen de hacer el ridículo, dejen de cuestionarnos y de tratar de callarnos. Y si no dejan de sentirse tan amenazados, pregúntense por qué. A solas o a sus psicólogos sería lo ideal, la verdad, aunque entiendo que este mundo en el que 265 menores, hasta la fecha, han denunciado a un médico amparado por todo lo habido y por haber dista mucho de ser un lugar ideal.

“Cuando tantos adultos rechazaron creer a las víctimas de Larry Nassar durante tanto tiempo. Cuando tanto la Federación de Gimnasia como la Universidad Estatal de Michigan no quisieron escucharlas… Este es el reflejo del sistema patriarcal que está aún en funcionamiento a día de hoy. Esto es lo que hace que el juicio a Nassar vaya más allá de la gimnasia”, afirmó este miércoles Annie Labrie. Labrie tenía solo 15 años cuando él abusó de ella y lo ha contado, por primera vez, en la nueva causa contra el mayor depredador sexual de la historia del deporte que ha comenzado en el Condado de Eaton, en Michigan. Antes de comenzar, la jueza Janice Cunningham confirmó que ya ascienden a 265 las deportistas de las que Nassar abusó. Cuando se declaró culpable en noviembre, ‘sólo’ 131 habían dado el paso adelante. Hoy, ya son el doble. Y se esperan más, porque en Eaton ​—donde por ahora hablarán 65 supervivientes—, igual que sucedió en Ingham con la jueza Rosemarie Aquilina, cada día aumentaban las peticiones para testificar.

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