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Elizabeth Swaney ha cumplido mi sueño de ser olímpico sin ningún talento reconocible
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Gonzalo Cabeza

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Gonzalo Cabeza

Elizabeth Swaney ha cumplido mi sueño de ser olímpico sin ningún talento reconocible

Swaney aprendió a esquiar de una manera básica y abrazó la nacionalidad húngara, con eso fue suficiente para estar presente en el mayor evento deportivo mundial como protagonista. Qué envidia

Foto: Elizabeth Marian Swaney, deportista olímpica a pesar de todo. (Reuters)
Elizabeth Marian Swaney, deportista olímpica a pesar de todo. (Reuters)

Fue una de aquellas tardes alrededor de una piscina. Un viaje con amigos que se repite cada verano y una conversación recurrente: el sueño de ser olímpicos. Todos los presentes somos locos del deporte, de los que en unos Juegos de madrugada se intercambian mensajes con el récord de fulanito y o la caída de menganito. Los Juegos son lo máximo, aunque ya a estas edades sabemos que como mucho los veremos desde una tribuna de prensa. No desfilaremos con la bandera, no tendremos el enorme privilegio de vivir durante quince días en la Villa Olímpica, ese complejo humano repleto de deportistas del que se narran historias como gestas medievales.

Pues bien, aquella tarde a alguien se le ocurrió que la cosa no podía ser tan difícil. Que seguro que la clasificación para el voley playa dejaba un pequeño resquicio a los soñadores sin talento. No en España, por supuesto, aquí en cualquier deporte hay un profesional de verdad, consagrado completamente al tema y no sé si nuestros anhelos merecían tanto esfuerzo. No podríamos llevar la bandera de nuestro país pero, quizá, quién sabe, sí la de Aruba. Aruba es un pequeño paraíso en la tierra situado frente a las costas de Venezuela que, por arte del alfabeto occidental, suele ser también uno de los primeros en desfilar en la apertura de los Juegos. Es, por descontado, un país sin casi deportistas, pues en realidad es casi un país sin población.

Foto: Pita Taufatofua, nada más acabar la prueba de fondo de 15 kilómetros. (EFE)

No sé si llegamos a mirar los trámites para la nacionalización, pero sí estoy seguro de que hubo reparto de funciones. Jugadores, entrenadores, fisioterapeutas, médicos... cada uno en lo suyo hasta lograrlo. No pasamos de ahí, claro, cogimos el avión de vuelta, volvimos a nuestro trabajo diario y aunque Aruba ahora forme parte de nuestra vida cotidiana como concepto idílico nadie movió un solo papel para llegar a ser olímpicos. Por todo ello admiro a Elizabeth Swaney.

Swaney, una esquiadora recreativa

¿Quién es Elizabeth Swaney? Podríamos decir que una esquiadora, pero estaría bien que la encuadrásemos en su justo lugar: es una esquiadora recreativa. En el deporte es importante marcar la diferencia, todos pueden esquiar, no todos pueden dedicarse a ello (y esto vale para cualquier otra disciplina). Ella aprendió a deslizarse por la nieve a los 25 años y, de algún modo, pensó que con unos esquís podría ser olímpica. Estadounidense, en su país hay una competencia feroz por cualquier deporte, pero eso hoy en día también tiene solución. Su madre era húngara, así que igual por ahí podía encontrar una respuesta.

En un estudio no muy concienzudo vio que un deporte, el esquí de half-pipe, tenía poquísima competencia. Fue a una academia para aprender lo básico y con ello ya se convirtió en la mejor esquiadora de half-pipe en la historia de Hungría (¿a que suena bien?). Pero el objetivo no era mandar en el país sino ser olímpico. Y, la verdad, tampoco era tan difícil. Es un deporte nuevo y sin casi tradición. En cada prueba del campeonato del mundo puntúan 30 deportistas, pero rara vez compiten tantos. Y menos aún consiguen llegar al final sanos y salvos. A Swaney le valía con no caerse. Esquiar por el tubo con tranquilidad, sin riesgo, buscando no ser descalificada. Despacito y con buena letra. Ganar no iba a ganar, pero perder tampoco.

A PyeongChang con cautela

Y así llegó a PyeongChang, con su bandera, con su Villa Olímpica, con el nudo en el estómago de estar en el mayor evento posible. Ha pasado dos años dando vueltas al mundo, visitando estaciones de esquí con un solo objetivo, y lo ha cumplido. No era muy ambicioso, es cierto, bastaba con mantenerse en pie, pero el caso es que lo ha logrado. Tenía un plan y, a los 33 años, lo tiene cubierto.

Véanla esquiar en su momento cumbre

Bueno, no está mal, sigue en pie. Veamos ahora lo que hacen las esquiadoras que sí tienen talento en esta prueba

Las diferencias saltan a la vista y no requieren de demasiada explicación. Ahora fíjense de nuevo en la cara de Swaney al finalizar el evento, es rotunda sonrisa de quien ha logrado lo que pretendía. Ha conseguido probar las mejores instalaciones de nieve del mundo, ha escuchado los aplausos de la concurrencia. Se ha podido sentir, sin serlo realmente, una deportista de alto nivel.

Ahora piensen un segundo en Annalisa Drew, aunque doy por hecho que esta es la primera vez que han tenido constancia de su existencia. Drew, también estadounidense, es esquiadora, ella sí profesional. Se ha pasado los últimos años ejercitando trucos para dominar el medio tubo, ha hecho que toda su vida girase alrededor de esto. Ha intentado todo para ser la mejor, pero lo más probable es que hoy sea un mar de lágrimas, pues ha sido cuarta. Drew no aparece en ningún texto, no como la húngara sobrevenida. Es improbable que sea recordada y, de hecho, tiene menos opciones que Swaney de pasar a la historia. El presente es también un poco así.

Swaney tiene el mérito de los audaces, de los que tienen un sueño y lo cumplen. Nosotros, cuando pensamos en ser arubeños, satisficimos la primera parte, la de creerlo. Esforzarse era otra historia.

Fue una de aquellas tardes alrededor de una piscina. Un viaje con amigos que se repite cada verano y una conversación recurrente: el sueño de ser olímpicos. Todos los presentes somos locos del deporte, de los que en unos Juegos de madrugada se intercambian mensajes con el récord de fulanito y o la caída de menganito. Los Juegos son lo máximo, aunque ya a estas edades sabemos que como mucho los veremos desde una tribuna de prensa. No desfilaremos con la bandera, no tendremos el enorme privilegio de vivir durante quince días en la Villa Olímpica, ese complejo humano repleto de deportistas del que se narran historias como gestas medievales.

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