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Gracias, Fernando Torres (por todo lo importante)
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Álvaro Rigal

Gracias, Fernando Torres (por todo lo importante)

Fernando Torres tiene 34 años, yo 33. He pasado toda mi vida adulta viéndole jugar y sé que no volverá a haber otro como él. Ni dentro ni fuera del campo. Uno de nosotros

Foto: Fernando Torres, de niño, en una foto difundida por él mismo en redes sociales
Fernando Torres, de niño, en una foto difundida por él mismo en redes sociales

El día que Fernando Torres marcó su primer gol con el primer equipo del Atlético de Madrid, estaba rodeado de los siguientes jugadores: Amaya, Juan Gómez, Hernández, Fagiani, Aguilera, Mena, Cubillo, Luque y el 'Petete' Correa. El rival era el Albacete Balompié. Era un partido de Segunda División. Yo tenía 16 años. Fernando tenía 17.

Hay que acordarse de lo que era aquello cuando apareció un chaval rubio de pecas con el 35 a la espalda.

Yo me acuerdo de esa temporada. Y de la siguiente, también en Segunda. Y de todas las siguientes, con Manzano, con Ferrando, con Bianchi. Me acuerdo de ir al Calderón y que no le ganásemos ni al Racing de Ferrol (no es una forma de hablar). De coger el metro e ir al estadio durante años para ver a todo tipo de jugadores absurdos que pululaban por el campo sin intuir lo que significaba para nosotros el escudo que llevaban en el pecho. Horas enteras de mi vida sentado en la grada esperando que Álvaro Novo o el Kiki Musampa fueran capaces de meter un centro al área.

No íbamos a verlos a ellos, claro. Íbamos a ver a Torres.

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FT

Fernando Torres, con la camiseta que le quedaba grande, ocupada por publicidad de películas ridículas. Fernando Torres, al que le colocaron el brazalete de capitán a los 19 años.

Y vaya si merecía la pena ir a verle. El gol al Betis rematando con el empeine en el aire. El autopase a Naybet que puso en pie al Calderón entero. El gol de espuela al Alavés. Los golazos al Barça ganándole carreras a Puyol. El gol al Mallorca con el exterior. Era un espectáculo, me los sé todos de memoria. Pero eso no era lo importante.

Lo importante era que Fernando se dejaba la piel. Jugando solo en punta, pegándose con todos, ofreciéndose, cayendo a banda, presionando, peleando cada balón, encarando a dos, tres defensas, sin tener a nadie cerca. Rogando que el entrenador pusiera de titular a Nikolaidis para que no le marcasen a él todos los rivales a la vez. Jugándose el tipo por conseguir que le llegase un balón en condiciones medio decentes para poder rematar.

Fernando Torres nos dio goles cuando nadie los metía, nos dio corazón cuando el equipo era un zombi, nos dio identidad cuando era imposible identificarse con nadie y nos dio orgullo cuando no había razones para presumir del Atleti. Ese niño que había visto el Doblete sentado en las escaleras del estadio nos salvó la vida a toda una generación de atléticos.

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FTTT

Siete años estuvo. No uno ni dos, como es habitual en tantos otros jugadores jóvenes que en cuanto hacen diez partidos buenos en equipos de media tabla se largan en busca de dinero y títulos. Siete años rechazando ofertas de la Premier y siendo internacional con la selección española mientras que el Atleti aspiraba a la Intertoto.

Se fue después de que nos metieran 0-6 en casa y a la mitad de sus compañeros les diera igual. Se fue después de haber apadrinado en la delantera a un chavalito argentino al que apodaban Kun. Se fue dejando en el club una millonada, y llegaron Forlán, Reyes, Raúl García

“El sábado viví mi mejor experiencia como jugador. Me emocioné y nunca olvidaré lo sucedido. Oír a todo el estadio corear mi nombre después de fallar el penalti me dejó alucinado. Ni lo vivido en el Mundial, ni momentos anteriores con el Atleti, ni con la selección en categorías inferiores, nada comparado con esto”. (Fernando Torres, 2007)

El mejor del mundo (tras Cristiano y Messi)

Se fue a Liverpool, y parece que muchos aficionados y periodistas en España no se quisieron enterar de lo que ocurrió en esos años. Será porque andaban despistados, o será porque les molestaba que Torres dejase claro que nunca jugaría en ese otro club de la capital en el que todos los niños sueñan con jugar desde pequeñitos. Bueno, pues ya se lo recuerdo yo: Fernando Torres se convirtió en una estrella del fútbol mundial.

Fue una gozada verlo. Rodeado de buenos jugadores y liberado de la presión de llevar un club entero a sus espaldas, Torres explotó como uno de los mejores delanteros del siglo XXI, y no en un escenario cualquiera. Una afición histórica, de las que entienden de fútbol, cayó rendida a sus pies inmediatamente. “We brought the lad from sunny Spain, he gets the ball he scores again...”. 'The Kop' supo cantarle la canción que se merecía, y no era para menos: mejor debutante extranjero de la Premier con 24 goles, Balón de Bronce tras Cristiano y Messi, dos hat-tricks consecutivos en Anfield… aquello fue un festival.

Y qué goles. Remates con rosca a la escuadra, regates en el área definiendo suave, carreras ganadas al hueco… el repertorio era espectacular. Por si lo dudáis, también me los sé de memoria. El gol desde 25 metros al Middlesbrough después de caerse al suelo, el engaño al portero del Newcastle sin tocar el balón, el chicharro inesperado a la media vuelta al Blackburn (para mí el mejor gol de toda su carrera). Pero eso no era lo importante.

Lo importante por ejemplo lo explicó un mito como Steven Gerrard: “No me avergüenza decir que lloré cuando Fernando se fue. Era una persona maravillosa. Ayudaba a todos los miembros del club y a sus familias. A los médicos, los fisios, los utilleros… era una persona muy humilde. Es una lástima que nadie viera lo que hacía”.

Lo importante para nosotros también era que, en esta vorágine de focos, portadas y campañas de publicidad con multinacionales, Fernando Torres nunca dejó de recordar que él era del Atleti. No solo lo decía cada vez que tenía ocasión, es que además se le notaba.

Se le notaba y no lo pudo disimular en marzo de 2009, cuando el Liverpool se enfrentó al Real Madrid en el partido de vuelta de octavos de Champions. Ese partido que el Marca de Inda calentó con una portada que decía “Esto es Anfield, ¿y qué?”, y que el entonces presidente Boluda pronosticó que sería “un chorreo”. El Liverpool ganó 4-0 y Fernando Torres no solo jugó un partidazo, sino que tras marcar el primer gol, por primera y única vez en toda su carrera, se señaló su nombre en la camiseta. Años había estando Torres soportando burlas y chistecitos porque le marcaba a muchos equipos pero no al Madrid, igual que años habíamos estado aguantando a los madridistas en el colegio o en la universidad por lo mal que iba el Atleti. Ese día no se pudo aguantar las ganas de decirle al mundo quién era el que estaba eliminando al Madrid, y cómo le comprendimos.

No hay nada de malo en ello. Tanta rivalidad ha tenido siempre Torres con el Madrid como amistad con su capitán Sergio Ramos, como ambos han demostrado en innumerables ocasiones a lo largo de los años.

El 9 de España

Muchas portadas y muchos desprecios había tenido también que aguantar el seleccionador Luis Aragonés antes de llegar a la fase final de la Eurocopa de 2008 y callar a todo el mundo con la exhibición de España ante Rusia en el primer partido. “Hat-trick de Villa”, dirán esos que solo saben valorar a los jugadores por sus estadísticas (los que no saben de fútbol, vaya). Pues sí, fue hat-trick de Villa, que después de marcar el tercero se fue directo al banquillo a dedicárselo a Torres, que había sido sustituido. ¿Por qué? “Estos días se estaba hablando mucho de que Fernando no estaba acoplado. Se lo he querido dedicar porque mis dos primeros goles son casi suyos. El primero me lo regala a puerta vacía, y en el segundo provoca con su movimiento que Iniesta quede libre. Ha hecho un partido imponente”.

Los que saben lo han visto siempre. Los que no saben no lo verán nunca.

placeholder Villa y Torres celebran el primer gol contra Rusia en la Eurocopa de 2008 (Efe)
Villa y Torres celebran el primer gol contra Rusia en la Eurocopa de 2008 (Efe)

Lo que sí vimos todos unos días después fue cómo Torres le ganaba un balón nada menos que a Philipp Lahm y lo picaba por encima de Lehmann en un derroche de potencia, precisión y clase. Cualquier aficionado al fútbol en España puede ahora cerrar los ojos y ver ese gol histórico. Algunos no se sorprendieron porque ya le habían visto marcar en la final y ser el mejor jugador del torneo tanto en el europeo sub-16 como en el sub-19. En sus momentos buenos y en sus momentos malos, a lo largo de toda su carrera, Torres nunca ha dejado de ser un jugador de los que se crecen en los partidos grandes. Pero eso no es lo importante.

placeholder Fernando Torres marca el gol de la victoria en la final de la Eurocopa de 2008 (Efe)
Fernando Torres marca el gol de la victoria en la final de la Eurocopa de 2008 (Efe)

Lo importante fue ver la ética profesional de Torres cuando se acercaba el Mundial de Sudáfrica. Es de justicia recordarlo ahora que han pasado ocho años. En abril de 2010, Torres se lesionó el menisco externo jugando los cuartos de final de la Europa League con el Liverpool contra el Benfica. La lesión se produjo en el minuto 2 de partido. Faltaban dos meses para el Mundial. Cualquiera hubiera parado para evitar riesgos, pero Torres siempre ha puesto al equipo por encima de sus intereses personales. Jugó 85 minutos lesionado y el Liverpool pasó de ronda.

Cuando se confirmó el alcance de la lesión, tuvo que ser operado y recuperarse a contrarreloj. No es una forma de hablar: había tanta prisa por operarle para cumplir los plazos que, al no poder volar a Barcelona para pasar por el quirófano del doctor Cugat (le cancelaron el vuelo por la nube de cenizas volcánicas), viajó desde Inglaterra en coche. Porque todo el mundo esperaba que llegase al Mundial. Algunos ahora no se lo creen, pero en aquel momento, la gran estrella internacional de la Selección, el jugador al que reconocían en todo el planeta, no era Casillas ni Iniesta sino Fernando Torres.

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portada

Yo mismo había intuido ese cambio de estatus meses antes. En 2010 yo estaba estudiando en París cuando se celebró en el Stade de France un amistoso Francia-España. A pesar de que las entradas eran caras, conseguí convencer a algunos otros estudiantes Erasmus de que fuéramos a verlo. No recuerdo qué argumentos utilicé, pero sé que seguro que no confesé el único que me importaba: a mí la Selección me interesaba relativamente poco, pero me moría de ganas de volver a ver jugar a Fernando en directo, tres años después de su último partido en el Calderón. Estaba hasta nervioso con la perspectiva. Sin embargo, la sensación fue rara. Salió Torres al campo y al verle en persona me pareció otro. El físico, la forma de moverse, su rol en el equipo... de repente ya no reconocí al chaval del Atleti, sino que veía a una estrella de otra dimensión. Me alegré y me puse triste al mismo tiempo.

Pero volviendo a la lesión. El caso es que después de machacarse seis semanas en una recuperación exprés, comenzó el Mundial y enseguida se hizo patente una realidad: Torres no estaba aún para jugar. Para los que llevábamos toda la vida siguiéndole, era dolorosísimo verle sin chispa, fuera de forma, incapaz de resolver jugadas que eran habituales en él. Para la manada de gañanes que se enganchan al Mundial al grito de “yo soy ehpañol” fue motivo suficiente para iniciar una campaña global de insultos, mofas en grupos de Facebook y faltas de respeto en general. Se reían de un jugador que un mes antes estaba con muletas, pero qué les vas a explicar a los que nunca entienden nada. Como para decirles que el golazo de Villa a Chile llega porque el portero tiene que salir muy lejos del área a cortar una carrera de Torres.

Torres perdió la titularidad y pasó a un rol secundario con la misma elegancia con la que siempre ha sabido dar un paso al lado y asumir cualquier decisión de sus entrenadores por el bien del equipo. Su puesto en el once lo ocupó Pedrito, ese sujeto que cuando varios años después se encontró sin minutos en la Eurocopa de 2016, proclamó: “Tenía otra expectativa, no está siendo lo que yo deseaba. Si no veo continuidad, tampoco merece la pena seguir viniendo solo para hacer grupo y estar con los compañeros”. Maneras de vivir.

Con todo, con Torres cojo, lento y fuera de forma, Del Bosque recurrió a él en la final del Mundial para desatascar el 0-0. Porque todos sus entrenadores, incluso los que menos confianza le dieron, siempre han dicho de él que es un jugador “especial”, “distinto” o “carismático”. Y ahí salió Torres, y en los diez minutos que pudo jugar hasta que volvió a caer lesionado tuvo tiempo de desmarcarse cayendo a banda, pedirla y colgar un balón al área que, tras un mal despeje, quedó a los pies de Cesc para que se la dejara a Iniesta en posición de remate.

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Luego llegaría la Eurocopa de 2012, que arrancó con un doblete de Torres en el primer partido y terminó con el propio Fernando marcando el tercero en la final y renunciando a un remate claro que le haría pichichi del torneo para cederle el gol a su amigo y compañero en el Chelsea Juan Mata.

Tres títulos con la Selección y tres paseos en autobús por Madrid llevando una bandera o una bufanda de España con el escudo del Atleti. Pidiendo la copa al pasar por Neptuno para ofrecérsela a la gente justo en ese punto. Es difícil explicar ahora lo que significaba eso entonces para nosotros, pero no se nos olvida.

P. Este año no hay atléticos en la Selección.

R. Hay uno.

P. Bueno, Luis Aragonés.

R. Entonces hay dos.

(Entrevista a Fernando Torres en 'Público', 2008)

Campeón de todo

Es fácil decir que los años de Torres en el Chelsea fueron un desastre, porque sin duda fueron los peores de su carrera. Pero tampoco pasa nada por recordar un par de cosas.

Semifinales de Champions, Barça-Chelsea en el Camp Nou. El Barça atacando con todo porque necesita un gol. Sale Torres en el minuto 80, contraataque, galopada de 50 metros, regate a Valdés y su equipo a la final. Poco después, final de la Champions League contra el Bayern en Munich. Di Matteo sale con cinco centrocampistas, Torres no es titular. “Fue una gran decepción, quizá la mayor de mi vida”, diría luego. Sin embargo, cuando el Bayern se adelanta en el minuto 82, otra vez un entrenador recurre a Torres, que sale como un toro a jugarse cada balón que le pasa cerca. En una de esas fuerza un córner en el minuto 88, y en ese córner empatan. Campeones en los penaltis.

Año siguiente. Final de la Europa League, Chelsea-Benfica. Esta vez Torres sí es titular y marca el 1-0. El partido acaba 2-1. En ese momento, Fernando Torres es el vigente campeón de Mundial, Eurocopa, Champions League y Europa League, habiendo jugado en las cuatro finales (y marcado en dos).

placeholder Torres celebra su gol en la final de la Europa League (Reuters)
Torres celebra su gol en la final de la Europa League (Reuters)


Todavía quedaban las semifinales de Champions de 2014, en las que todos los aficionados del Atleti que habíamos viajado a Londres vimos desde el fondo de Stamford Bridge cómo Torres nos marcaba el 1-0 que en ese momento nos dejaba fuera y no lo celebraba pese a la importancia del momento y estar jugando en casa.

Una carrera entera jugando partidos grandes, ganando finales y siendo importante. No está mal para ser los años malos. No por casualidad en su último cumpleaños recibió felicitaciones en redes sociales de la FIFA, la Champions y todos los clubes por los que ha pasado, un tratamiento que solo se dispensa a las leyendas del fútbol mundial. Pero eso no es lo importante.

Lo importante es que mientras Torres no conseguía triunfar en el Chelsea, mientras las aficiones rivales se reían de sus malas rachas y los tabloides hacían sangre con el alto precio de su traspaso y su escaso rendimiento, Fernando Torres siguió siendo un ejemplo. Nunca le vimos escupir a un cámara que le grabase de cerca en un momento difícil, ni tirar el micrófono de un periodista, ni pegar un pelotazo a la grada para desahogarse, ni salir de fiesta después de perder un partido, ni conducir a 200 por hora, ni ser investigado por evadir impuestos. Quizá por eso la afición del Chelsea siempre estuvo con él, al grito de “he scores when he wants”.

Uno de nosotros

Y así llegamos al capítulo final, que empieza llenando un estadio para dar la bienvenida a un jugador, sin que hubiese partido. A ver cuántos pueden decir eso.

placeholder Presentación de Fernando Torres en el Calderón (Reuters)
Presentación de Fernando Torres en el Calderón (Reuters)

En esta última etapa en el Atleti, algunos aficionados poco cabales (de los que desgraciadamente cada vez parece haber más) han querido transmitir la idea de que Torres ha sido un emblema, un símbolo estupendo, pero con poca aportación en el campo. Una percepción muy injusta y, sobre todo, errónea.

Desde su regreso, Torres ha marcado 35 goles. Que no está mal, pero sobre todo habría que ver qué goles. Porque Torres nunca ha sido de los que meten solo goles de relleno. Más bien al contrario, si algo ha demostrado es su capacidad para marcar goles en partidos difíciles, para marcar el 1-0, para marcar goles que dan puntos. Le hemos visto marcar dos goles al Madrid en el Bernabéu para eliminarles de la Copa del Rey, o marcar el 0-1 en el Camp Nou en cuartos de final de Champions. Le hemos visto marcar goles importantes a final de temporada en los campos de Villarreal, Levante o Athletic de Bilbao.

Le hemos visto también ser titular en las semifinales de Champions en Munich, dando una asistencia a Griezmann para dejarle solo delante del portero y sellar el pase a la final. Y le hemos visto también siendo titular en la final de Champions en Milán, provocando un penalti que, si el propio Griezmann no hubiera estrellado en el larguero, podría haber sido una historia muy diferente.

placeholder Torres celebra su gol en cuartos de Champsions en el Camp Nou besándose el escudo (Efe)
Torres celebra su gol en cuartos de Champsions en el Camp Nou besándose el escudo (Efe)

Goles que han dado puntos, goles que han resuelto eliminatorias. Goles importantes que no marcó Jackson Martínez (que vino para ser titular por 36 millones), ni tampoco marcó Mario Mandzukic (que vino para ser titular por 22 millones), ni tampoco ha marcado Kevin Gameiro (que vino para ser titular por 30 millones). Goles y grandes partidos que sí ha hecho Fernando Torres, que vino casi regalado para ser suplente y que siempre ha estado ahí para dar la cara cuando otros fallaban.

Al final resulta que, pese a no haber estado aquí en sus mejores años, solo cuatro jugadores han marcado más goles que Torres en los 115 años de historia del club. Cuatro en 115 años. Luis Aragonés, Escudero, Campos y Gárate. Y después, Fernando Torres. Pero eso no es lo importante.

Lo importante son cosas como ese partido en el Calderón en enero de 2016 contra el Levante. Faltan 15 minutos y seguimos 0-0. El Atleti solo puede hacer un cambio más, Fernando Torres está en la banda y el estadio está coreando su nombre, porque el Calderón le canta a Torres solo con que salga a calentar. Simeone hace el último cambio en busca del gol, quita a Jackson Martínez y mete a... Thomas Partey. Absoluta humillación para Torres, que se quita el peto mientras ve como el míster prefiere a un joven canterano que apenas ha jugado en Primera y ni siquiera es delantero. Cinco minutos después... marca Thomas. ¿Dónde está Torres? Celebrando como un loco subido encima de sus compañeros. Porque ha marcado el Atleti, y eso es lo único que importa.

placeholder Fernando Torres celebrando desde el banquillo el gol de Thomas contra el Levante (Efe)
Fernando Torres celebrando desde el banquillo el gol de Thomas contra el Levante (Efe)

Lo importante es que, durante toda su carrera, hay una celebración tras marcar un gol que siempre ha sido característica de Fernando Torres. No me refiero al 'arquero' imitando a Kiko que ha hecho en ocasiones especiales como un guiño para los aficionados. No, los que le hemos visto a lo largo de los años sabemos que no hay celebración más típica de Torres tras marcar un gol que la de irse a buscar al compañero que le ha dado la asistencia. Ya fuera Petrov hace doce años o Carrasco el año pasado.

placeholder Fernando Torres señala a Koke tras marcar un gol de cabeza a pase suyo
Fernando Torres señala a Koke tras marcar un gol de cabeza a pase suyo

Lo importante es también regalarle la camiseta de su gol 100 a Manuel Briñas, su anciano entrenador de cantera. O negarse una y otra vez a entrar en polémicas de prensa cuando año tras año se dudaba de su continuidad y él se limitaba a decir que estaba concentrado en ayudar al equipo. Lo importante es cómo todo el fútbol español contuvo el aliento cuando perdió el conocimiento tras un golpe jugando en Riazor y la sensación de alivio general cuando se recuperó.

Lo importante es dar una entrevista y dejar titulares como:

- “La madre que saca adelante a cinco hijos, sola, sin su pareja, trabajando 12 horas al día. Eso es un ídolo”

- “He llorado en una concentración larga, echando de menos a mis hijos. Cuando me llaman y me preguntan cuándo voy a volver”

- “Envidio a la gente que pudo ir a la universidad. Envidio estudiar fuera de tu país, esa etapa entre los 18 y los 24 años en que estás viajando, conociendo gente, formándote...”

- “Sé de dónde vengo. Soy de un barrio del sur, obrero. Tengo muy claro lo que es importante”

Lo importante es que desde que a su amigo Carlos Matallanas le diagnosticaron ELA, Torres ha sacado tiempo para apoyarle de muchas maneras y visibilizar su lucha, incluida esa grabación de “Fútbol y vida”, una conversación que es todo grandeza, que conmueve y pone la piel de gallina.

Lo importante es que cuando nuestro compañero Mata recibió en la redacción de El Confidencial la Medalla de Bronce al Mérito Deportivo, Torres apareció para acompañarle, a pesar de los compromisos y la compleja realidad diaria de los futbolistas de élite.

placeholder Mata, Carlos y Víctor, visitando a Torres en Liverpool
Mata, Carlos y Víctor, visitando a Torres en Liverpool

Evidentemente su presencia destacaba como destaca cualquier deportista profesional entre gente normal, pero él se mantuvo todo el rato en última fila, discretísimo, sin robarle un segundo de protagonismo a su amigo Carlos. Y al final se hizo fotos y firmó autógrafos a todo el que se lo pidió, como se le ha visto hacer siempre, en cada entrenamiento o en cada lugar donde se le hayan acercado los aficionados, el tiempo que haga falta.

Ahora Fernando Torres anuncia que se va del Atleti. Tiene 34 años, yo tengo 33. He pasado toda mi vida adulta viéndole jugar y sé que para mí y para toda una generación de atléticos, no volverá a haber otro igual. Vendrán otros jugadores, que serán muy buenos, que serán canteranos, que meterán muchos goles, y estará muy bien.

Pero sé que nunca voy a volver a celebrar los goles que marca un futbolista sintiendo que lo marco un poco yo, que lo marcamos un poco todos los que fuimos niños con una camiseta del Atleti pegando pelotazos por los rincones.

Porque no es que Fernando Torres sea uno de los nuestros. Es que es uno de nosotros.

El día que Fernando Torres marcó su primer gol con el primer equipo del Atlético de Madrid, estaba rodeado de los siguientes jugadores: Amaya, Juan Gómez, Hernández, Fagiani, Aguilera, Mena, Cubillo, Luque y el 'Petete' Correa. El rival era el Albacete Balompié. Era un partido de Segunda División. Yo tenía 16 años. Fernando tenía 17.