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Por qué el alpinista Krzysztof Wielicki no se merece el Princesa de Asturias
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Por qué el alpinista Krzysztof Wielicki no se merece el Princesa de Asturias

Wielicki no ha demostrado los valores de solidaridad y compromiso en la montaña para hacerse merecedor del galardón. El autor relata un caso en el que desestimó ayudar a un alpinista en apuros

Foto: Krzysztof Wielicki. (Reuters)
Krzysztof Wielicki. (Reuters)

“Destinado a la labor de fomento, desarrollo y perfeccionamiento del deporte de manera que esta labor constituya además, a través de la solidaridad y el compromiso, un ejemplo de las posibilidades que la práctica deportiva conlleva en beneficio de los seres humanos”. El Premio Princesa de Asturias de los Deportes no se limita a reconocer hazañas deportivas excepcionales. Exige algo más. En esta edición, junto al gran Reinhold Messner, ha sido distinguido el alpinista polaco Krzystof Wielicki. La información que recoge esta crónica nos interpela y obliga a preguntarnos si Wielicki es merecedor del Princesa de Asturias de los Deportes. No se cuestionan sus méritos deportivos. Pero, si le damos la importancia debida a esa demanda de solidaridad y compromiso, su nombre quizá no debería figurar.

Alberto Ayora es coronel del Ejército de Tierra, miembro del Grupo Militar de Alta Montaña (GMAM) y responsable del Comité de Seguridad de la Federación Española de Montaña y Escalada (Fedme). Es uno de nuestros principales expertos en seguridad. Al conocer los galardonados con el Princesa de Asturias de los Deportes de este año, publicó un tuit que ahora reproducimos. El coronel Ayora es una persona de palabra. De expresión medida y contenida, como buen militar. Coincidimos en un encuentro de montaña y le pregunté el porqué de ese tuit. En la conversación que tuvimos, durante casi una hora, lo que dijimos salió de nuestras entrañas. Esta es la historia.

El rescate de Quico Borja

El 24 de julio de 2006, tres miembros del GMAM y uno del Club Pirineísta Mayencos de Jaca alcanzaban la cumbre del Gasherbrum II. Un pico de 8.035 metros situado en la cordillera del Karakorum, en Pakistán. El líder de la expedición española era el entonces comandante Ayora y coincidieron con una expedición polaca dirigida por Krzystof Wielicki. Alberto lo recuerda así: “El día de ataque a cima me encontraba bien y llegué el primero, junto con Wielicki. Serían las 8:30 de la mañana y esperamos a que subieran los demás. Nos hicimos las fotos de rigor. Unos de los míos, el cabo 1º Quico Borja, un asturiano fortísimo que ha hecho las cuatro caras del Naranjo en tiempo record, abrió buena parte de la ruta pero llegó un poco tocado a la cima. Decidimos bajar, cada uno a nuestro ritmo. Era una hora muy buena, sobre las 10:30. Yo me adelanté con Javier Dumal, del Mayencos. El capitán Fernando Yarto bajaba con Quico, más despacio. Estábamos en contacto con los walkies. Hay una pala de nieve muy delicada al inicio del descenso”.

Escucho con atención el relato de Alberto, suponiendo que algo grave viene tras la pausa. “Cuando llegamos al C4 suena el walkie: Mi comandante, Quico se ha caído y no se mueve. Voy a intentar llegar a él para ver qué tiene”. Era la voz del capitán Yarto, la que comunicaba el incidente. Los dos estaban a unos 7.850 metros. Muy alto. Ayora había llegado al C4, a unos 7.400 metros, donde se encontraba también Wielicki. Y le pide ayuda. “Le digo que uno de mis hombres ha tenido una caída. Es necesario que avise a los miembros de su expedición para que nos ayuden”.

Para situar al lector: no estamos ante una operación de rescate en la que se deba desplazar un equipo y superar miles de metros. No, los polacos están descendiendo de la cumbre del GII y se encuentran a pocos metros del accidentado. Se les pide colaboración para bajarlo de altitud y llegar al C4. Alberto sigue describiendo la escena: “Yo escuchaba a Wielicki hablar por la radio. Por mi parte, comunico con el capitán Yarto y me confirma que está con Quico y que se queja del cuello y de un tobillo. No puede bajar sin ayuda. ¿Y los polacos?”. El capitán le dice que los ve, que les está gritando, pero no se acercan. “Le vuelvo a preguntar a Wielicki si ha avisado a los suyos. Me lo confirma”. Pasa el tiempo y el capitán Yarto informa que los polacos se han ido. Son casi las 14 horas. Hay margen, pero se ha perdido mucho tiempo.

placeholder El cabo 1o Quico Borja (izq) con el comandante Alberto Ayora ya a salvo en el Campo 3 del GII
El cabo 1o Quico Borja (izq) con el comandante Alberto Ayora ya a salvo en el Campo 3 del GII

"Cada uno tiene que rescatar a los suyos"

Imaginen esta escena: Cuando Ayora está asimilando la situación, Wielicki se acerca y le dice que “cada expedición tiene que saber rescatar a los suyos, coge de aquí el material que necesites y rescata a tu gente” “¿Pero… no me vas a ayudar?” le inquiere Ayora “No, reitera Wielicki, cada uno tiene que rescatar a los suyos”. En el C4 estaba un médico polaco que había llegado el tercero a la cumbre. “Me fui hacia él y le dije: ¿Tú que eres médico tampoco vas a venir a ayudarme? Yo subo con lo que sea necesario, pero acompáñame.” El comandante Ayora cogió el doble techo de una tienda, una esterilla, un saco de dormir, un poco de comida y una cocina. La cuerda, un botiquín. “El médico salió conmigo y a los 5 minutos se dio la vuelta.”

“Los militares somos como somos y no hemos dicho nada, [hasta hoy que nos lo está contando]. Volví a subir, me acordaré toda mi vida. Estaban los dos abrazados. Ya serían las 19 horas y les digo: de aquí bajamos los tres o no bajamos ninguno. De aquí vamos a salir.” Ayora había dejado la mochila a unos 7.700 metros, en un pequeño collado, y entre el capitán Yarto y él cogieron al cabo 1º Quico Borja y a hombros “poquito a poquito, fuimos bajando con mucho cuidado. Montamos el vivac y pasamos la noche que te puedes imaginar. Los tres abrazados picha-culo-picha-culo. Al día siguiente, por un pequeño corredor fuimos descolgando con la cuerda a Quico. Según perdíamos altura, él se encontraba mejor.” El resto es una historia con final feliz. “A los tres días llegamos al Campo Base y nunca he llorado tanto. Todos lloramos”.

Foto: Reinhold Messner, en los Dolomitas. (EFE)

¿Y Krzystof Wielicki? ¿Se interesó por los españoles? “A los pocos días de llegar al Campo Base tuvimos la visita de un oficial de enlace pakistaní; los polacos le enviaban para reclamarnos el material que había cogido en el C4.

“Es suficiente mi coronel, le digo a Alberto para acto seguido recordarle la conversación que mantuve este invierno, en el Campo Base del Everest, con el alpinista pakistaní Ali Sadpara. Le pregunté a Ali por qué estaba con Alex y no con la expedición de Wielicki en el K2, cuando sabíamos que este le había ofrecido una importante suma de dinero. Esta fue su respuesta: “Para los polacos (Ali estuvo con ellos en 2012, en el Gasherbrum I), yo era un peón de carga, un animal que les instalaba las cuerdas fijas entre los campos de altitud. Me dejaron tirado cuando estuve a punto de perder los dedos de los pies por congelación. Alex fue quien me ayudó. Me salvó, a mí y a mi familia, de una ruina segura. Por eso estoy aquí, porque es mi hermano”.

Quienes han decidido, con más voluntad que acierto, que Krzystof Wielicki era merecedor del Princesa de Asturias del Deporte, ignorando a grandes alpinistas españoles, como a Juanito Oyarzabal o Edurne Pasaban o a un Cuerpo querido por todos los montañeros como los Greim de la Guardia Civil, quizá debieran considerar si sostenella y no enmendalla es una sabia decisión.

“Destinado a la labor de fomento, desarrollo y perfeccionamiento del deporte de manera que esta labor constituya además, a través de la solidaridad y el compromiso, un ejemplo de las posibilidades que la práctica deportiva conlleva en beneficio de los seres humanos”. El Premio Princesa de Asturias de los Deportes no se limita a reconocer hazañas deportivas excepcionales. Exige algo más. En esta edición, junto al gran Reinhold Messner, ha sido distinguido el alpinista polaco Krzystof Wielicki. La información que recoge esta crónica nos interpela y obliga a preguntarnos si Wielicki es merecedor del Princesa de Asturias de los Deportes. No se cuestionan sus méritos deportivos. Pero, si le damos la importancia debida a esa demanda de solidaridad y compromiso, su nombre quizá no debería figurar.

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