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Griezmann, aquel que pudo ser ídolo atlético pero pareció más un mercenario
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Gonzalo Cabeza

Griezmann, aquel que pudo ser ídolo atlético pero pareció más un mercenario

Griezmann se quedará en el Atlético, y lo que debería ser una decisión de alborozo para toda una afición supone más un punto final en el hastío y un matrimonio que será de conveniencia

Foto: Griezmann, en una rueda de prensa. (EFE)
Griezmann, en una rueda de prensa. (EFE)

Antoine Griezmann ni siquiera ha sido original, que igual a estas alturas era lo que se le podía pedir. Lo de montar un espectáculo para contar tu futuro, además de un acto de egolatría que haría las delicias de un psicoanalista, también estaba inventado. Lo hizo LeBron James, uno de los mejores baloncestistas de la historia. En su caso sirvió para salir de Cleveland, su equipo de siempre, camino de Miami. Es, según confesión propia, la peor decisión de su vida. No el hecho de irse a los Heat, eso no estuvo tan mal, de lo que está arrepentido es del circo que decidió montar para contar su futuro.

No se escarmienta en cabeza ajena, cuenta el dicho, y a Griezmann se le aplica. Todo el planeta sabe, porque está más que analizado, que aquel modo de comunicar su salida fue un error. El delantero ha copiado hasta el nombre del programa. A LeBron se le vino el mundo encima: que si era un niñato, que si jugaba con los sentimientos de la gente, que si vivía en su burbuja. Apliquen los términos que quieran al delantero francés, una estrella del fútbol con una capacidad asombrosa para meter la pata en sus decisiones fuera del campo. Es casi imposible que en todas las bifurcaciones de camino elijas la opción más pedregosa. Tiene su mérito. Lo único que le puede salvar, a ojos de la que ha sido su afición, es el mal menor: se queda.

Foto: Antoine Griezmann seguirá siendo jugador del Atlético de Madrid. (EFE)

El caso es que Griezmann es un enorme jugador de fútbol, de los cuatro o cinco mejores de la actualidad. No es una locura pensar que también es uno de los tres o cuatro futbolistas con más talento de la historia del Atlético de Madrid. Los rojiblancos son un gran club, esa es la medida del astro. Su fútbol, además, coincide con una época de verdes laureles para el equipo, es la magia del cholismo. Y la afición de ese club es especialmente agradecida con los suyos, en ocasiones sin necesidad siquiera de ganárselo futbolísticamente. Con todos esos datos Griezmann tendría que ser poco menos que un dios con botas de tacos.

Falta de empatía con los suyos

Pero no, no lo es, porque esa afición puede perdonar un mal control, pero no una de las palabras de moda, la deslealtad. Griezmann ha jugado con sus sentimientos y eso es, precisamente, lo más valorado en el estadio. Es un equipo orgulloso, que compite contra otros probablemente mayores plantando cara porque son buenos, pero también porque creen en lo que hacen, son más un equipo que una suma de individualidades. Hay cierto espíritu espartano, en el concepto de juego y en la actitud forzuda de los jugadores, en el campo y en sus declaraciones.

placeholder La celebración para milennials de Griezmann. (EFE)
La celebración para milennials de Griezmann. (EFE)

Griezmann, desde hace mucho tiempo, se ha tomado con muy poco respeto a aquellos que estaban dispuestos a ir todas las semanas a un estadio a animarle en todas las circunstancias. No es solo el documental para más gloria –que probablemente solo le provoque ignominia–, es una ristra casi interminable de declaraciones en las que coqueteaba con cualquier otro equipo que se le pusiese por delante. Y no es un ataque de cuernos de los aficionados, es que estaban viendo como todo le valía a Griezmann sin tener en cuenta que ellos, al menos con Simeone en el banquillo, son grandes por derecho propio. No ha valorado que en el fútbol no hay solo cifras, ni siquiera solo trofeos por ganar. Se ha convertido en soldado de fortuna, eligiendo equipo sin pensar más que en él.

Una prospección rápida de amigos del Atlético dejaba un par de ideas. Hartazgo, porque ha estirado el chicle hasta las últimas consecuencias. Rechazo, porque tienen la sensación de que los caprichos de la estrella se le han ido hace tiempo de las manos. También, pero como último término, que mejor tenerle en el equipo que dejando 100 millones de euros en el banco. Es una cifra que, hoy en día, no es capaz de conseguir un talento como Griezmann, y aquí quien más quien menos quiere que los fines de semana sean de fiesta, y él en eso ayuda.

El documental, que tiene un punto de fascinante, no deja de reflejar a un chico mal asesorado, en comunicación y en la vida en general. Él tampoco hace demasiado por salir de eso, ya que está abierta la espita. En realidad Griezmann es muy capaz de poner una nota algo ridícula incluso a los momentos más solemnes. Sus celebraciones de gol, por ejemplo, son perfectamente válidas, como lo son todas las que están dentro del reglamento. Pero también ha dejado en el tiempo ese poso de infantilismo, con sus referencias a videojuegos que muchos de los presentes no podían compartir porque no podían entender. Está en su derecho, pero no es más que otro capítulo de desafección con aquellos que le tendrían que adorar como a un miembro de la familia.

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Soccer Football - International Friendly - France vs USA - Groupama Stadium, Lyon, France - June 9, 2018 France's Antoine Griezmann reacts after missing a chance to score REUTERS Emmanuel Foudrot

El papelón del Barça

Estos meses de afrentas, con la astracanada final en forma de documental ególatra, han terminado con un mal menor para el Atlético. Griezmann está testado en la delantera rojiblanca, combina bien con Diego Costa, entiende al Cholo y a sus compañeros. Es el camino más fácil a la victoria, que es lo esencial en el fútbol. Se pueden olvidar detalles, aunque al francés le costará horrores conseguir el cariño de una grada a la que no tuvo en cuenta nunca. Irse o quedarse era una decisión estrictamente deportiva, la manera de hacerlo no, tenía mucho de imagen -horrorosa, por más bella factura que tenga el film- y de jugar con los sentimientos de su afición.

Una derivada más, ya con poco que ver con Griezmann: ¿cómo queda el Barcelona en todo esto? El año pasado Bartomeu ya tuvo que tragarse el sapo de Neymar. Pareció ser el último en enterarse de que se iba. Fue el hazmerreír. Este documental tiene a su club como personaje secundario de la película. Era el otro, la alternativa rechazada. Y con este 'show' montado por el francés le será difícil a los azulgranas decir que ellos no querían, que solo pasaban por ahí. Otro fracaso en el mercado de fichajes de Bartomeu y su infinito equipo deportivo.

Un detalle más. Detrás de todo esto, para ponerle más salsa, está Gerard Piqué. El central del Barça, que además de jugador de fútbol es emprendedor de mil proyectos, ha puesto el dinero que ha costado el capricho de Griezmann. También se dedicó por la tarde a promocionar y cebar la historia. Los aficionados no se lo tendrán en cuenta, pero a su directiva no le puede parecer normal que el que televise sus vergüenzas sea su propio jugador. Porque los jugadores viven en un universo paralelo, pero en cualquier otra empresa eso sería considerado, sí, una deslealtad.

Antoine Griezmann ni siquiera ha sido original, que igual a estas alturas era lo que se le podía pedir. Lo de montar un espectáculo para contar tu futuro, además de un acto de egolatría que haría las delicias de un psicoanalista, también estaba inventado. Lo hizo LeBron James, uno de los mejores baloncestistas de la historia. En su caso sirvió para salir de Cleveland, su equipo de siempre, camino de Miami. Es, según confesión propia, la peor decisión de su vida. No el hecho de irse a los Heat, eso no estuvo tan mal, de lo que está arrepentido es del circo que decidió montar para contar su futuro.

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