Tribuna
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El gol de falta de Cristiano nos hace más fuertes
El delincuente fiscal nos puso los pies en la tierra: jugamos como los ángeles, pero solo fuimos capaces de transformarlo en un punto
Si la falta de Cristiano Ronaldo hubiera salido diez centímetros más alta, o Busquets hubiera conseguido despejarla a base de sacrificar sus cervicales, España ahora sería una explosión de júbilo. Después de levantar dos goles en contra y con la mejor versión de nuestro juego combinativo, a ver quién nos bajaba de la nube con razones objetivas. Fue Ronaldo, con un gol de falta que hace siete años que no metía, contra el país que le considera un delincuente fiscal, el que nos puso los pies en la tierra y nos recordó que esto es un Mundial, que no siempre ganan los mejores y que hay que mantener la concentración hasta el último minuto.
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Pero esos diez centímetros dentro del margen, causa de nuestra desazón, no deben opacar el partido de la Selección, que abusó del campeón de Europa hasta el punto de hacerlo desaparecer durante 60 minutos. Los portugueses no querían el balón, agobiados por Koke y Busquets, y pifiaban las contras gracias a las coberturas de Alba y Nacho, que parecía que no estaban pero nunca se fueron. Especialmente ilusionante fue el partido de Isco, cada vez más acoplado al esquema y empoderado para dar la réplica a las diabluras de Iniesta y Silva.
Hierro debe tomar con De Gea una 'decisión Rubiales': o le sienta o le apoya sin fisuras
La España de Hierro es la España de Lopetegui, que por otra parte es la mejor España posible. La Selección mantuvo el balón en la línea de tres cuartos, como le gustaba a Cruyff, achuchando, dejando a Portugal con el moflete pegado al cristal. La crisis de comienzos de semana parece haber quedado años atrás, y desde luego no ha minado la moral del grupo, que se sobrepuso a un penalti en el minuto 3 de partido y después a una desmotivadora cantada de De Gea. Está la calidad de antes, pero también hay coraje, una mezcla que nos devuelve a esa terna de favoritos de la que nunca debimos caer.
Hay mimbres, ahora hay que competir. Eso nos recordó Ronaldo: que un solo jugador, uno buenísimo, es cierto, puede salvar la cara a un equipo mediocre como Portugal y complicarle la vida a otro excelente. Hierro tenía un problema ayer por la mañana, la tajante decisión de Rubiales, y ahora tiene otro de la misma índole: la tajante decisión con De Gea. O le sienta en el banquillo o le apoya indondicionalmente. No puede olvidar el seleccionador que esto es un Mundial, no una temporada de liga, y que corremos el riesgo de ir lastrados en la portería como nos sucedió en Estados Unidos y en Francia, donde acudimos con un guardameta que no estaba ni entre los cinco mejores del país. Kepa, por cierto, está como un avión en los entrenamientos.
Si la falta de Cristiano Ronaldo hubiera salido diez centímetros más alta, o Busquets hubiera conseguido despejarla a base de sacrificar sus cervicales, España ahora sería una explosión de júbilo. Después de levantar dos goles en contra y con la mejor versión de nuestro juego combinativo, a ver quién nos bajaba de la nube con razones objetivas. Fue Ronaldo, con un gol de falta que hace siete años que no metía, contra el país que le considera un delincuente fiscal, el que nos puso los pies en la tierra y nos recordó que esto es un Mundial, que no siempre ganan los mejores y que hay que mantener la concentración hasta el último minuto.