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Gemma Herrero

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Luis Enrique y los zoquetes

Luis Enrique no es el hombre más simpático del mundo, pero sí reúne las condiciones necesarias para ser el candidato ideal de la Federación para elegirle entrenador de la Selección española

Foto: Luis Enrique en una rueda de prensa del Barça. (EFE)
Luis Enrique en una rueda de prensa del Barça. (EFE)

Luis Enrique no es 'Míster Simpatía' en las ruedas de Prensa, vale. No saldrá nunca en la lista de los preferidos por los españoles para tomarse una caña, pues muy bien. Resulta que vive en Catalunya, está casado con una catalana, se siente a gusto, resalta lo “adelantados” que están como un elogio. ¿Y qué? Pues al parecer por algunas reacciones que he visto, leído y escuchado, lo anterior le invalida para ser seleccionador español. Hay que ser zoquete.

Que dijera, con la camiseta de entrenamiento del Barça y en la sala de Prensa de la Ciudad Deportiva de Sant Joan Despí que le haría mucha ilusión ser seleccionador, que haya rechazado ofertas superiores económicamente a la de la Federación, que no haya dudado ni un instante cuando Rubiales se lo propuso es una prueba más que suficiente de su compromiso. Si cuando entrenaba al Barcelona dijo aquello de que para él era “Disneylandia”, la rapidez y contundencia con la que ha aceptado ser seleccionador demuestra, sin lugar a dudas, que está más que dispuesto a volver a subirse a la montaña rusa y a disfrutar con todas las atracciones.

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Los 9 de 13 títulos que logró como técnico azulgrana le avalan como profesional de éxito. El hecho de que, a pesar de todas las críticas sobre la pérdida del sacrosanto estilo del Barça él decidiera seguir por su carril y con sus ideas: presión avanzada, juego vertical, aprovechando el contragolpe, personalidad y carácter. Y que pasara, en el día de su presentación con la frase de “el líder soy yo”, a entender que no podía expedientar a Messi cuando se le rebeló y terminara dándose un abrazo con él cuando ganaron la Champions en Berlín y el segundo triplete de la historia del club, que sabe adaptarse y evolucionar. En definitiva y a priori está más que más que capacitado para el cargo.

placeholder Enrique celebra la conquista de la Copa del Rey de 2017 contra el Alavés. (EFE)
Enrique celebra la conquista de la Copa del Rey de 2017 contra el Alavés. (EFE)

Antimadridista, sí. ¿Y qué?

¿Que si es antimadridista? Sí. ¿Y qué? ¿En serio alguien puede pensar que dejará de llamar a Sergio Ramos o Isco porque vistan la camiseta blanca? Cada uno tiene sus filias y fobias, sus experiencias vitales y Luis Enrique no guarda buen recuerdo de su paso por el Real Madrid, pero públicamente lo único que que ha dicho al respecto es que no se reconocía a sí mismo cuando se veía en los cromos en aquella etapa. Y cuando le preguntaron sobre la frase de Piqué respecto a los valores del club que preside Florentino Pérez se mordió la lengua: “Yo soy más radical que él así que mejor no os contesto”.

Que nadie se preocupe tampoco por si le pueden afectar las críticas aún antes ni de que haya sido presentado. Ya lo dijo él, que le va la marcha y se crece con las adversidades, añadiendo además “soy así de gilipollas”. En el conflicto se mueve como pez en el agua. Es metódico, obsesivo con el trabajo y la forma física y con carácter de sobra para no dejarse influir por el qué dirán. Sería ideal que además no fuera un cactus cuando tiene un micrófono delante, pero señoras y señores periodistas, nosotros no somos los importantes, sino la correa de transmisión de lo que él a partir de ahora diga y, sobre todo, haga. Ni más, ni menos. Aparquen los egos, ordenaditos y en fila si no es mucho pedir.

Entre un técnico que dos días antes de que empezara el Mundial se comprometió con un club a escondidas de la Federación anteponiendo sus intereses personales y pensando en la selección como una estación de paso y otro que ha dejado de ganar pasta por las ganas de serlo, tengo claro con quién me quedo. Lo demás es ruido. Y a Luis Enrique le entra por un oído y le sale por el otro.

Luis Enrique no es 'Míster Simpatía' en las ruedas de Prensa, vale. No saldrá nunca en la lista de los preferidos por los españoles para tomarse una caña, pues muy bien. Resulta que vive en Catalunya, está casado con una catalana, se siente a gusto, resalta lo “adelantados” que están como un elogio. ¿Y qué? Pues al parecer por algunas reacciones que he visto, leído y escuchado, lo anterior le invalida para ser seleccionador español. Hay que ser zoquete.

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