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El difícil equilibrio entre dinero, grandeza y descanso al que se enfrenta Rafa Nadal
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Gonzalo Cabeza

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Gonzalo Cabeza

El difícil equilibrio entre dinero, grandeza y descanso al que se enfrenta Rafa Nadal

Camino de los 33 años y con un rosario importante de lesiones, Rafa Nadal cada vez lo tiene más complicado para confeccionar un calendario que le sirva a sus intereses deportivos y económicos

Foto: Nadal, en la exhibición de Abu Dabi. (EFE)
Nadal, en la exhibición de Abu Dabi. (EFE)

Bjorn Borg es, en teoría, el capitán europeo de la Copa Laver y, por lo tanto, el encargado de seleccionar a los jugadores del Viejo Continente para la cita. A la hora de la verdad, sin embargo, es solo un ingrediente más del espectáculo, queda bien que parezca que es competitivo y para eso es necesario un capitán, y queda bien que ese capitán sea Bjorn Borg, porque como leyenda del tenis es casi insuperable. En el lado del "resto del mundo" el capitán es McEnroe, que encaja igualmente bien para ese perfil mediático-nostálgico. Las responsabilidades prácticas son nulas o no van más allá de la palabra de aliento durante el torneo. Esta temporada, en Ginebra, estarán en el equipo de Borg tanto Roger Federer -que además es el impulsor de la cita- como Rafa Nadal. Probablemente no Djokovic. Y Borg no podrá decir mucho más, ni calibrar estados de forma ni nada que se le parezca. Es así y punto, porque esto no deja de ser más que una exhibición, por más gracia que tenga darle un barniz competitivo.

No es Borg el que decide que vaya Rafa Nadal sino Rafa Nadal el que considera conveniente pasar cuatro días de septiembre en Suiza jugando un torneo que no es un torneo real. También optó por empezar su año, como hace temporada tras temporada, en el evento de Abu Dabi, muy lucrativo y deportivamente injustificable. Allí disputó tres sets contra Kevin Anderson, probablemente tres más de los convenientes si se tiene en cuenta que solo una semana después ha tenido que bajarse del torneo de Brisbane, este sí oficial, para no poner en riesgo los próximos meses de tenis. En diciembre no jugó contra Djokovic en Yeda, como estaba previsto, porque el físico no dio para ello, pero en el calendario del español había un hueco para jugar una pachanga en uno de los régimenes más crueles del planeta.

Foto: El tenista Rafael Nadal. (Reuters)

Abu Dabi, como la Copa Laver o Yeda, solo tienen sentido desde el punto de vista financiero. Los jugadores aseguran que en este tipo de torneos uno no se cansa porque no se compite al máximo y no hay la competitividad del resto de semanas del año. No es cierto, o no del todo. El viaje, el calentamiento, el entrenamiento son iguales. Los partidos pueden parecer más relajados, que ni siquiera siempre es así, pero en todo caso suman kilómetros al contador. Algo aceptable, claro, pues no deja de ser una decisión personal de cada tenista que solo le involucra a él mismo, pues esto es un deporte individual y no afecta a nadie más una posible baja o un rendimiento liviano.

Y como tal se puede vender, como un modo de hacer dinero fácil y rápido. Desde una perspectiva deportiva es difícilmente justificable, más todavía si se valora desde el físico de Rafael Nadal, quebradizo, con más bajos que altos en tiempos recientes. Un dato durísimo es que, de los 13 últimos torneos en pista dura en los que se apuntó, solo ha disputado tres y en dos de ellos se tuvo que retirar por lesión. Fueron Melbourne y Nueva York, es decir, los dos grand slam en esa superficie a los que, de momento, el español no está dispuesto a renunciar. Fuera de esos, solo disputó Toronto... y lo ganó.

El equilibrio del calendario es complicado para el chico que tiene 20 años y quiere comerse el mundo, razón de más para que lo sea en Nadal, camino de los 33, con muchos problemas físicos y todo ya ganado. Necesita descanso, es evidente, porque el motor ya no le da para estar 45 semanas dando vueltas al mundo y compitiendo partido tras partido. Eso ya no es una opción, lo sabe él como lo sabe Federer, que hacer ya algunos años decidió pasar la primavera en casa descansando mientras Rafa va ganando uno tras otro los torneos de arcilla que cuadran con esa parte del calendario.

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EPA2217. BRISBANE (AUSTRALIA), 02 01 2019.- El tenista español Rafael Nadal entrena en una de las pistas del Centro de Tenis Queensland antes de anunciar en rueda de prensa su retirada del torneo internacional de tenis de Brisbane (Australia) hoy, 2

La Davis y los problemas de diciembre

Llegar a esa conclusión es más fácil que tomar la decisión de llevarlo todo a cabo. Decir no a muchos torneos, no a muchas exhibiciones, es difícil, porque no está bien visto y muchos piensan que siempre hay tiempo de marcharse. Se puede alegar una lesión, por pequeña que sea. Ahora, para no jugar en Brisbane, Nadal cuenta con una molestia muscular en su pierna izquierda. En los últimos meses ha tenido problemas en las rodillas y en los tobillos. Podemos reducir todo a una cuestión de suerte, las molestias llegan sin llamarlas, pero de algún modo nos estaríamos engañando. Es obvio que Rafa tiene problemas para sobrevivir al calendario y que haberlo descargado en tiempos recientes no ha sido suficiente para mantenerle en la pista lo que a él le gustaría.

Rafa Nadal ha ganado muchísimo dinero jugando al tenis, como es lógico si se tiene en cuenta que es el segundo mejor jugador de todos los tiempos, se elija la estadística que se elija. Bien merecido, es una industria milmillonaria y él ha sido, durante más de una década, una de las imágenes predilectas. Su cara ha cubierto edificios enteros en Nueva York, Pekín o Madrid, ha tenido los patrocinios más lustrosos y los premios en metálico más abundantes. Sabe, además, que su legado deportivo ya es más que suficiente. Si mañana diese una rueda de prensa para anunciar su final, se retiraría como uno de los más grandes deportistas de siempre. Asumido esto, que es obvio, tanto su fortuna como su legado están en posición de crecer más. El problema, sin embargo, es que probablemente uno y otro son contradictorios, que más allá de los grand slam puede apostar o por el dinero o por el legado.

Estaría bien, en todo caso, que nos dejásemos de hacer trampas. En diciembre, por ejemplo, está previsto que juegue la Copa Davis en Madrid. Su nombre es, de hecho, el centro publicitario para la organización, pues algunos de los mejores del mundo han rechazado de plano la opción de disputar la competición y el nuevo formato. Sería magnífico para el tenis y para él que pudiese estar en casa, justificando el dinero de las entradas. Sin embargo, no estaría de más calcular que será difícil, que el calendario de Nadal ayuda poco a llegar sano al último tercio del año y que es improbable que llegue en plenas condiciones. Podría reducir, claro, su durísima temporada de tierra en la que pasa algo más de dos meses sin el más mínimo descanso. Se espera, una vez más, el régimen duro con Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma y Roland Garros. Es lógico desde el punto de vista del legado, pues ahí es donde más títulos puede sumar. Pensando en su descanso, en su carrera o en otras presencias, quizá no tanto.

En ese juego está Nadal. Jugar más o menos y las consecuencias que ello tiene para sus rodillas, su legado y su cuenta corriente. Es más complicado de lo que parece.

Bjorn Borg es, en teoría, el capitán europeo de la Copa Laver y, por lo tanto, el encargado de seleccionar a los jugadores del Viejo Continente para la cita. A la hora de la verdad, sin embargo, es solo un ingrediente más del espectáculo, queda bien que parezca que es competitivo y para eso es necesario un capitán, y queda bien que ese capitán sea Bjorn Borg, porque como leyenda del tenis es casi insuperable. En el lado del "resto del mundo" el capitán es McEnroe, que encaja igualmente bien para ese perfil mediático-nostálgico. Las responsabilidades prácticas son nulas o no van más allá de la palabra de aliento durante el torneo. Esta temporada, en Ginebra, estarán en el equipo de Borg tanto Roger Federer -que además es el impulsor de la cita- como Rafa Nadal. Probablemente no Djokovic. Y Borg no podrá decir mucho más, ni calibrar estados de forma ni nada que se le parezca. Es así y punto, porque esto no deja de ser más que una exhibición, por más gracia que tenga darle un barniz competitivo.

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