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Por qué Orlando Ortega no es el único medallista español en el Mundial de Doha
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Christian Giner

Por qué Orlando Ortega no es el único medallista español en el Mundial de Doha

Fernando Carro, Ana Peleteiro, Adrián Ben, García Bragado...la representación española ha ofrecido un digno espectáculo en Qatar. No se han colgado metal, pero también se lo merecen

Foto: Fernando Carro, tras la final de los 3.000 obstáculos. (EFE)
Fernando Carro, tras la final de los 3.000 obstáculos. (EFE)

Que sí, que es un premio al esfuerzo, al trabajo, al sacrificio, etc. Una medalla es un caramelo irrechazable, todos la desean, pero muy pocos la consiguen. Además, una presea en unos mundiales, europeos y, por supuesto, Juegos Olímpicos, supone un suculento premio económico, aparte de considerables becas. Por así decirlo, le permite a uno pasar una larga temporada tranquilo. Por supuesto, todo esto son razones más que suficientes como para no tomarse el tema a la ligera. Además, el éxito de nuestros deportistas depende en parte de estos factores y a nosotros, los aficionados, nos encanta presumir de sus hazañas. Pero si medimos a nuestros atletas este mes en Doha por el rendimiento y el espectáculo que nos han regalado más que por sus resultados, ¿debería importarnos que hayan ganado o no un metal?

Fernando Carro o Ana Peleteiro son el vivo ejemplo de esto. Compiten y, queden mejor o peor clasificados, nos hacen disfrutar a todos. ¿Qué más se les puede pedir cuando se dejan hasta la última gota de sudor sobre la pista? Son la causa de que nos hayamos quedado pegados a la televisión durante estos últimos días, pero no son los únicos: Julia Takacs, García Bragado, Adrián Ben o el recuperado Eusebio Cáceres, por decir otros nombres, también nos han enganchado. El héroe de la delegación española no solo es Orlando Ortega y su más que merecido bronce, son todos los que se han presentado en Qatar, con más o menos opciones en sus distintas modalidades, y han luchado contra el calor, la fuerte humedad y sus propios límites para intentar dejar el pabellón bien alto. Lo han conseguido con creces, más en este Mundial de supervivencia donde algunas pruebas eran poco más que una autopista hacia la camilla médica. Hay que estarles agradecidos.

placeholder Ana Peleteiro, durante su concurso en la final de triple salto. (EFE)
Ana Peleteiro, durante su concurso en la final de triple salto. (EFE)

Durante la jornada del sábado el picante lo ponía la gallega Peleteiro en su final de triple salto. No subió al cajón del podio, pero insisto, ¿qué más da? Sus opciones eran justas y aún así fuimos muchos los que permanecimos pendientes. El aplauso es más que merecido y tiene todo el futuro por delante. La joven no compitió en perfectas condiciones físicas, los isquios no le permitieron llegar en plenitud, pero tampoco se quedó en casa. Dio la cara. Salió y bregó por hacerse un hueco entre las tres mejores con lo que tenía (terminó sexta). Tuvo un invierno notable, pero sufrió un bajón importante poco antes del verano que coincidió con el fallecimiento de uno de sus familiares más cercanos. A la campeona europea en pista cubierta este mismo 2019 en Glasgow le costó volver a recuperarse del toque anímico, pero ahí la tienen. Lo dicho, poco que objetar.

Súbete al carro

Fernando Carro y los marchadores (Álvaro Martín, Miguel Ángel López y Diego García) también se dejaron la vida el viernes. El de Canillejas es la imagen de la ilusión y uno de los principales baluartes de nuestro atletismo. Subcampeón europeo, su célebre "súbete al carro" es ya un clásico de nuestro tiempo. Todo fe y pundonor, corrió como un keniata en los 3.000 obstáculos para marcar el segundo mejor registro de su vida y terminar undécimo. No quedó satisfecho con su posición porque es un ganador nato, pero su entrega está más que justificada. Nunca se rinde, lleva su pasión por el deporte al límite. Verle correr como si estuviera escapando de la policía, como él mismo dice, de manera hasta agónica y a base de 'chepazos' es una delicia. Me reafirmo: ¿qué más se le puede exigir?

La misma pregunta es aplicable a nuestros marchadores. Todos se enfrentaron a temperaturas extremas en el microondas de Doha, especialmente los tres anteriormente indicados. 88% de humedad por las calles de la capital qatarí es como estar metido dentro de la bañera. Entrenaron muy duro en la base militar de Torrejón, simulando las características que creían se encontrarían en el país árabe, luego en Tokio, Sierra Nevada y los Pirineos, siempre buscando calor y altitud. Finalmente, no resultó, pero no desfallecieron (que ya es un milagro) y lograron terminar la carrera. Aprendizaje para los Juegos. El mismo que se llevó Takacs, atentida por los médicos nada más cruzar la línea de meta, o Bragado, un tipo por el que no pasan los años: tiene 49 y concursa como un chaval de 20. No existe 'salón de la fama' que le merezca.

placeholder Eusebio Cáceres, durante la final de longitud en Doha. (EFE)
Eusebio Cáceres, durante la final de longitud en Doha. (EFE)

El regreso de 'El saltamontes'

Otra de las grandes historias que nos deja Doha es, sin lugar a dudas, la de Eusebio Cáceres. El 'saltamontes de Onil', tras seis años de auténticas penurias por diversas lesiones, ha vuelto a sentirse atleta y esto ya es motivo de celebración. Fue el único de nuestros dos representantes en longitud en entrar en una final de auténtico nivel y quedó séptimo con un mejor salto de 8,01m (8,19m era su mejor registro este año). Permítanme, tiene un mérito tremendo para un hombre que asegura tener aún la técnica y la carrera algo distorsionadas tras pasar una eternidad fuera del foso.

Como él, Adrian Ben fue la gran sorpresa de nuestro atletismo en estos campeonatos. El viveirense, el más joven de la delegación española (tan solo 21 años), acabó sexto en la final de los 800 metros. No le pudo el vértigo. Nunca antes un atleta nacional había alcanzado puesto semejante. Ben empezó a correr en el paseo marítimo de su pueblo, pues no existían instalaciones acordes en el municipio para soñar siquiera con este deporte. Sus modestos inicios hacen que ahora, cuando se enfrenta a los más grandes de su disciplina, disfrute como nunca, y nosotros con él. María Pérez, Javi Cienfuegos o Dani Mateo han sido otros de los nombres propios. A destacar el buen papel de este último, que seis meses después de su primer maratón en Rotterdam terminó décimo ayer en el de Doha. Tercer europeo, brutal.

Se pueden exigir resultados, es lícito, pero la profesionalidad de todos nuestros representados está fuera de toda duda. Miren si no el 4x400 masculino de este sábado. No es fácil para este grupo de triunfadores (bronce europeo en Berlín 2017 y plata bajo techo en Glasgow 2019) afrontar una carrera con dos bajas muy sensibles como las de Bruno Hortelano y Lucas Búa, más un Óscar Husillos mermado, y dar la cara. Los primeros decepcionados son ellos. Qué quieren que les diga, aquí un particular se lo ha pasado en grande. Lo mejor de todo es que muchos son aún jovencísimos, con un margen de progresión amplio. Solo Ortega era el valor más seguro a presea y sin embargo hemos soñado más allá de su inmensa figura. Al final el premio solo se lo llevan tres, pero medallistas son todos. Que les quiten lo 'bailao'.

Que sí, que es un premio al esfuerzo, al trabajo, al sacrificio, etc. Una medalla es un caramelo irrechazable, todos la desean, pero muy pocos la consiguen. Además, una presea en unos mundiales, europeos y, por supuesto, Juegos Olímpicos, supone un suculento premio económico, aparte de considerables becas. Por así decirlo, le permite a uno pasar una larga temporada tranquilo. Por supuesto, todo esto son razones más que suficientes como para no tomarse el tema a la ligera. Además, el éxito de nuestros deportistas depende en parte de estos factores y a nosotros, los aficionados, nos encanta presumir de sus hazañas. Pero si medimos a nuestros atletas este mes en Doha por el rendimiento y el espectáculo que nos han regalado más que por sus resultados, ¿debería importarnos que hayan ganado o no un metal?

Orlando Ortega Doha