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La curva y montaña del coronavirus: por qué tengo claro cómo afrontar este aislamiento
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Víctor García

La curva y montaña del coronavirus: por qué tengo claro cómo afrontar este aislamiento

Existen ciertos paralelismos entre la gestión del riesgo de la pandemia de coronavirus y el de subir una montaña. Son terrenos desconocidos y hay que estar preparados para eventualidades

Foto: Alpinistas, subiendo a la cumbre del Everest el año pasado. (Reuters)
Alpinistas, subiendo a la cumbre del Everest el año pasado. (Reuters)

Hago una lista, antes que la mochila, para saber qué voy a necesitar allí arriba, donde no hay nada. Pienso en el frío, el calor, el hambre, el cansancio (peso en la mochila), previsión de horas en circunstancias normales y, a continuación, comienzo también a apuntar material o comida en caso de algún accidente o imprevisto que, ahora mismo, no sé ni cuál puede ser. También, a la hora de confeccionar la mochila y sabiendo que no somos profesionales, pienso en los que me rodean y les pregunto qué llevan para que todos estemos seguros de portar lo necesario. Al final, aunque no pretendemos poner nuestra vida en juego, allí arriba -en la montaña- pueden pasar eventualidades incontrolables y situaciones en las que no tienes un portal para resguardarte, un taxi para que te devuelva a casa o un bar en el que tomarte un café caliente.

En estos días en el que el coronavirus ha puesto patas arriba el orden de mi ciudad, Madrid, y el afortunado estilo de vida que nuestros antepasados nos dejaron en bandeja naciendo en España, me viene a la mente libros como el de ‘Gestión del riesgo en montaña y actividades al aire libre’ (del experto Alberto Ayora) por los paralelismos que estoy observando a la hora de afrontar este desafío desconocido que el COVID-19 nos ha puesto a la sociedad.

Ayora, cuando traza un plan para subir una montaña, tiene como principal objetivo volver a casa. En base a ello se mueven todas y cada una de las decisiones que adopta, incluyendo la dolorosa opción de dar la vuelta. Para el coronavirus, el enfoque es pasar esta situación de la manera más segura posible y en base a ello cambio mi modo de vida. Hago las cosas pensando en el ‘riesgo 0’ que, como en la montaña, no existe.

Foto: El delantero del Alavés, Joselu, se lamenta tras una ocasión errada ante el Betis. (EFE)

Para subir una montaña inexplorada, como nosotros ahora afrontamos este virus, un especialista intenta obtener la mayor información posible sobre dicho accidente geológico para hacerse una idea de qué se puede encontrar cuando esté sobre el terreno. Tiene estudiado un ‘plan A’, ‘plan B’ y lo que considere necesario. En este caso, las medidas que sanitarios y virólogos recomiendan lo veo como el camino a transitar por esta montaña del COVID-19. Y si dicen que el camino pasa por el aislamiento, entiendo que lo prudente y lo más cercano al ‘riesgo 0’ es eso.

Fuera de ese camino que marcan los expertos puede haber simas de centenares de metros bajo nuestros pies tapados por la nieve o la posibilidad de transitar por algún lugar que origine un alud. Es de aventureros y osados no seguir el camino marcado y realizar una nueva vía para ascender una montaña. Siempre se debe hacer lo que marca el guía de montaña.

Dichos osados y aventureros que no hacen caso a las recomendaciones de aislamiento en casas (los que pueden) ‘solo’ se arriesgan a contagio, no van a encontrar la muerte directamente porque esto es menos peligroso que una gran montaña. Sin embargo, como quien genera un alud por imprudente, su contagio puede también infectar a personas que sí corren peligro de muerte si tienen coronavirus en su cuerpo. Las personas que no han permanecido en su casa de Madrid y se han marchado a la costa esperando que allí no les pille, van a poner en riesgo a sus nuevos vecinos del litoral.

placeholder Las plazas de Madrid, vacías. Aislarse en casa, la mejor medida contra el coronavirus. (EFE)
Las plazas de Madrid, vacías. Aislarse en casa, la mejor medida contra el coronavirus. (EFE)

Prohibido el alarmismo

En la montaña, dosificarse es obligatorio para aguantar el trayecto planeado. Tener provisiones de comida es adecuado, pero sin pasarse para evitar peso de más que luego pueda acarrearnos cansancio. Estos días en Madrid, muchas familias han hecho correctamente los deberes con la compra, aunque en ocasiones parece que se ha exagerado con las provisiones y ha dado la impresión de cierto alarmismo que ha originado que unos ciudadanos dejaran sin productos de primera necesidad a otros (afortunadamente no duran mucho las estanterías sin reponer). En la montaña, el pánico o el alarmismo está prohibido. Es peligroso porque impide pensar con claridad, estudiar el contexto y abordar la mejor solución ante un problema. Calma, planificación y actuación. Esta crisis de coronavirus no va a impedir que los comercios de alimentación ni farmacias cierren y durante el aislamiento, tomando las medidas oportunas, se va a poder bajar al súper a comprar los víveres necesarios.

Todavía no sé cómo será la sensación que producirá cuando Madrid haga cumbre (doblegue al virus y se comience a permitir hacer vida normal), pero supongo que producirá una satisfacción similar a la de haber hecho correctamente el duro camino de ascenso. Es bueno tener una motivación y pensar en la cumbre, aunque apenas acabemos de iniciar las primeras cuestas. Cada uno saborea los sufridos pasos como puede, pero teniendo claro el objetivo en cada zancada.

Al llegar, queda bajar...

Cuando llegue ese triunfo, la montaña no habrá acabado. Ahora queda bajar. En alpinismo, el descenso es la parte más difícil del recorrido porque muchas veces se llega sin fuerza (por ello cada uno debe saber su límite y dar la vuelta antes si ve que no puede subir) y porque hay quien se relaja pensando que todo está hecho. Observando a China, parece que el país asiático ya ha hecho cumbre y comienza a recuperar su vida cotidiana lentamente, está descendiendo de la montaña y continúa teniendo cuidado con las indicaciones de los especialistas. Hasta que no esté abajo del todo -con el coronavirus controlado al 100%- no podrá descorchar ninguna botella de vino.

Ojalá en España ascendamos correctamente esta montaña y sepamos bajar de ella también bien. Supongo que como ocurre cuando uno está allá arriba, al descender de la montaña valoras mejor todo lo que aquí abajo la vida nos brinda, viviendo en un país como este. Paciencia, suerte y a seguir las indicaciones del guía de montaña.

Hago una lista, antes que la mochila, para saber qué voy a necesitar allí arriba, donde no hay nada. Pienso en el frío, el calor, el hambre, el cansancio (peso en la mochila), previsión de horas en circunstancias normales y, a continuación, comienzo también a apuntar material o comida en caso de algún accidente o imprevisto que, ahora mismo, no sé ni cuál puede ser. También, a la hora de confeccionar la mochila y sabiendo que no somos profesionales, pienso en los que me rodean y les pregunto qué llevan para que todos estemos seguros de portar lo necesario. Al final, aunque no pretendemos poner nuestra vida en juego, allí arriba -en la montaña- pueden pasar eventualidades incontrolables y situaciones en las que no tienes un portal para resguardarte, un taxi para que te devuelva a casa o un bar en el que tomarte un café caliente.

Madrid Pedro Sánchez