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Luis Suárez, otro hijo del resultadismo extremo
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Albert Ortega

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Luis Suárez, otro hijo del resultadismo extremo

El delantero uruguayo ha dotado al Atlético de Diego Pablo Simeone de un olfato goleador que no tenía la pasada temporada

Foto: Luis Suárez celebra un tanto, esta temporada. (Reuters)
Luis Suárez celebra un tanto, esta temporada. (Reuters)

El cortoplacismo es el hijo del resultadismo extremo. Un modo de vivir el día a día que distorsiona el presente hasta despojarlo de sus matices y encierra un sectarismo arraigado en la mente del aficionado. Lo que ayer ya no valía hoy es perfecto y si mañana ya no funciona, se descarta como un juguete viejo desvencijado. Y vuelta a empezar. Conclusiones precipitadas que se modificarán repetidas veces según sople el viento. No hay escala de grises en una opinón pública formada por seguidores y periodistas que salta directamente del blanco al negro. Con Luis Suárez sucede lo mismo; ni más ni menos.

El delantero uruguayo, depredador nato del gol desde que llegó a España, se ha situado en el blanco de todas las miradas al realizar el mejor arranque goleador de su carrera con 33 años en un Atlético de Madrid líder. Al abrigo de su delantero, Simeone ha encontrado un argumento de primer orden para asaltar LaLiga, puesto que los nueve tantos en 12 jornadas no solo han servido para cebar estadísticas individuales, sino también para sumar puntos agónicos clave en momentos límite. De dos balones que vuelan en el corazón del área, uno va a la cazuela seguro.

placeholder Luis Suárez celebra su tanto decisivo frente al Deportivo Alavés. (Reuters)
Luis Suárez celebra su tanto decisivo frente al Deportivo Alavés. (Reuters)

La pregunta, por tanto, ha brotado como un resorte entre los espectadores. ¿Por qué demonios el Barça dejó escapar a Luis Suárez? Bien. Lo cierto es que Suárez nunca dejó de ser una certeza competitiva en el día a día azulgrana como sigue demostrando en el Metropolitano, pero su rendimiento en la máxima competición continental era insostenible para un delantero élite. De hecho, su último gol fuera de casa en Europa se remonta al 16 de setiembre de 2015, ante la Roma.

Su mente transmitía acciones que su cuerpo no recibía, no amenazaba al espacio en un equipo justo de piernas y energía y ahogaba el sistema si jugaba lejos de la portería rival. Además, el Barça defendía con ocho jugadores de campo, ya que tanto él como Leo Messi no presionaban. Causa y consecuencia, el punta uruguayo era una moneda de dos caras según la competición que pisaba. Mientras en Liga sumaba dianas a pesar de experimentar un bajón físico irreversible y crítico para su juego, la Copa de Europa se ensañaba con él y se mostraba implacable con el paso del tiempo.

Los rivales continentales, conscientes de esta situación, se lanzaban a presionar al Barça arriba y aplastaban el inicio del juego. Al conjunto azulgrana se le juntó una salida de balón deficiente y unos atacantes sin la velocidad suficiente como para intimidar al adversario y advertirles del suicidio que podía significar dejar metros a la espalda. No podían escapar en largo de las garras opresoras cuando iban a por ellos. Se corroboraba que el pez se mordía la cola y el club decidió partir peras.

Ha transformado el ataque colchonero

Ya, ya sé lo que están pensando. Si tan mal estaba y su edad no hace más que empujarlo al ocaso de su carrera, ¿qué hace el Atlético fichando a Luis Suárez? Fácil. Primero de todo y antes de nada, acercarse a ganar la Liga. Segundo, elevar el nivel de una delantera que había evaporado las opciones colchoneras de tocar plata la temporada pasada. Y tercero, ayudar a un Suárez de 33 años con la rodilla tocada a enseñar, sin estridencias, que su potencial en esas condiciones es mayor que el de otros delanteros -cedidos- en plenitud física.

Por su parte, Simeone, acusado habitualmente de adalid del fútbol defensivo, ha respondido diseñando el ecosistema ofensivo rojiblanco más potente en años. El que permite esconder al máximo las debilidades del uruguayo y disparar sus virtudes. Lo ha arrimado al área, ha confinado la práctica totalidad de sus movimientos a la zona de castigo y lo ha rodeado de futbolistas rebosantes de profundidad (Carrasco, Marcos Llorente, Trippier) y rango de pases (Koke, Joao Félix, Ángel Correa, Hermoso, Lemar o los mismos Carrasco y Trippier). Tiburón dentro de la pecera, el '9' ha agradecido el gesto realizando rutas más cortas, ha dotado de colmillo al equipo y ha permitido, juego de espaldas a través, establecer a su equipo arriba.

Que Luis Suárez haya sido un refuerzo extraordinario para el Atlético no significa que su etapa en el Barça no estuviese finiquitada. Aunque el oportunismo invite a tergiversar la decisión y los goles que faltan en un lado se transformen en arrepentimiento inmediato por dejar marchar a quien tan feliz te hizo. El error, por tanto, no radica en que el club azulgrana se haya desprendido de un jugador ‘ganaligas’, si no en que no haya buscado un reemplazo de nivel suficiente como para igualar sus prestaciones y que, para colmo, se lo haya entregado en bandeja a un rival directo a precio de ganga.

El cortoplacismo es el hijo del resultadismo extremo. Un modo de vivir el día a día que distorsiona el presente hasta despojarlo de sus matices y encierra un sectarismo arraigado en la mente del aficionado. Lo que ayer ya no valía hoy es perfecto y si mañana ya no funciona, se descarta como un juguete viejo desvencijado. Y vuelta a empezar. Conclusiones precipitadas que se modificarán repetidas veces según sople el viento. No hay escala de grises en una opinón pública formada por seguidores y periodistas que salta directamente del blanco al negro. Con Luis Suárez sucede lo mismo; ni más ni menos.