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La alargada sombra de Bernie Ecclestone sigue pasando facturas a cualquiera
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Pablo de Villota

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La alargada sombra de Bernie Ecclestone sigue pasando facturas a cualquiera

Puede disfrazarse el fracaso de mil formas, pero el hecho de que Barcelona no quiera repetir como anfitrión de la competición evidencia que ha funcionado por debajo de lo esperado

Foto: El Emirates Team New Zealand, junto al INEOS Britannia, en la final de la presente edición de la America's Cup en Barcelona. (Reuters/Albert Gea)
El Emirates Team New Zealand, junto al INEOS Britannia, en la final de la presente edición de la America's Cup en Barcelona. (Reuters/Albert Gea)

A la hora de analizar si un gran evento deportivo ha sido un éxito o un fracaso, el debate a menudo se envenena por las connotaciones políticas. Es muy difícil creer los números que manejan partidarios y opositores, porque la disparidad es similar a la guerra de cifras que se produce en el número de asistentes a las manifestaciones. Pero en la América’s Cup de Barcelona se da un detalle muy significativo: la parte política minimiza las cifras de éxito que da el promotor. Está claro que las promesas y expectativas de unos y otros han quedado muy alejadas.

Mientras que Grant Dalton, el actual titular de los derechos de la Copa América de vela, ha cifrado en 2'5 millones los visitantes que ha traído la Copa, el Ayuntamiento dio cifras antes de la gran final de 1'6 millones de visitantes. Además, especificaron que las personas presentes en la playa no eran necesariamente espectadores de la competición náutica.

Grant Dalton, como líder del equipo campeón Emirates Team New Zealand, va a tener que hacer algo cercano a la magia si quiere que el siguiente anfitrión pague 80 millones de euros. Los triunfalistas datos de los que presume cada vez tienen menos credibilidad. En la última edición de la regata más antigua del mundo celebrada en Auckland, la audiencia teórica televisiva fue 942 millones de personas a nivel global. Ahora desde la organización dicen que han incrementado los números en un 50%. Cualquiera mínimamente informado sabe que eso es pura fantasía.

Basta comparar lo que defiende el promotor, con otros deportes como el fútbol o la Fórmula 1, para darse cuenta de que cocinando cifras se han venido demasiado arriba. Números cercanos a 1.500 millones de espectadores es imposible que salgan, si el quinto país en audiencia es Nueva Zelanda, cuya población inferior a la de la Comunidad de Madrid. Ni siquiera con un éxito brutal en Estados Unidos, Italia, Reino Unido y Francia, que son los cuatro países precedentes, las cifras saldrían.

placeholder En 2007 la competición alcanzó su cénit. (Prada)
En 2007 la competición alcanzó su cénit. (Prada)

La Copa América y la Fórmula 1

La Copa América de vela, a un precio razonable, es un evento más que interesante para una ciudad. El problema: no se puede comparar como a menudo se hace con la Fórmula 1, cuando a día de hoy estás a años luz a todos los niveles. Hubo una época, allá por 2007 en Valencia, en la que la competición náutica fue una amenaza real para la máxima especialidad automovilística. Pero egos y ambiciones destrozaron el futuro esplendoroso que en ese momento despegaba. Bernie Ecclestone no exigió por casualidad que el Gran Premio de Valencia se celebrara en el mismo muelle de la America’s Cup. Se percató de que allí había un rival de muchos quilates y quiso desactivarlo de esa forma.

Por primera vez en la historia, a Ecclestone le había salido un competidor fuerte a su modelo de negocio. Además, no era del sector del motor, como siempre temió. El rival era una competición más sostenible, tan atractiva o más para el público VIP, muy parecida a nivel tecnológico y, además, con países compitiendo entre ellos en lugar de marcas. ¿Quién da más?

En la edición de Valencia en 2007, se notaba por todos los sitios que alguien había ido a la Fórmula 1 con papel y bolígrafo y había vuelto decidido a mejorarlo todo. Y lo hizo. Esa persona se llamaba Ernesto Bertarelli, patrón del equipo suizo Alinghi, defensor del título. La factura para la ciudad no fue pequeña, pero es indiscutible que la ciudad española vivió el cenit de la America's Cup en toda su historia. Sin embargo, los protagonistas no supieron lidiar con la principal amenaza: los egos.

placeholder La cruenta batalla entre Oracle (Larry Ellison) y Alinghi (Ernesto Bertarelli) presagiaba oscuros nubarrones a la competición (Alinghi)
La cruenta batalla entre Oracle (Larry Ellison) y Alinghi (Ernesto Bertarelli) presagiaba oscuros nubarrones a la competición (Alinghi)

Manual de autodestrucción

En aquella mágica edición, quedó claro que había que solucionar el principal talón de Aquiles: la estacionalidad. Era imperativo crear un calendario de competiciones que ofreciera continuidad. Aquel éxito momentáneo, no escondía la dificultad para un desafío (equipo contendiente) de jugárselo todo en apenas unos meses cada tres o cuatro años. Negociar con patrocinadores, navegantes, televisiones... cuando desapareces del radar demasiado tiempo es complicado. La solución pasaba por emular a la Fórmula 1 con regatas de clase AC (America's Cup) en los cinco continentes, con el aliciente de una gran final. Pero iniciaron una guerra civil.

Tanto Bertarelli como su gran rival en la final —Larry Ellison, líder del desafío estadounidense— tenían claro que había que acometer cambios de calado en el acta fundacional de la competición. No obstante, la lucha por imponer cada uno su visión provocó un destrozo que hasta hoy sufre sus consecuencias. Bernie Ecclestone supo llevarse el gato al agua de las competiciones de motor. Y forzó a que, cuando se hablara de carreras de coches, sólo se pensara en la Fórmula 1. En la vela, ha ocurrido históricamente todo lo contrario. Líos y más líos de nomenclaturas y clases.

Ecclestone, con la complicidad de la FIA se cargó los rallyes, la resistencia, los turismos, incluso degradó el estatus de competiciones como la Fórmula 2. O pasabas por su aro, o te quedabas sin un evento de gran nivel. La America’s Cup es la competición más prestigiosa del mundo de la vela, pero la competencia de grandes competiciones de vela —como la Ocean Race, la Vendée globe, la clase TP52 o la Sail GP, liderada precisamente por Larry Ellison— detraen muchos patrocinadores. Y algo peor: crean una confusión terrible al aficionado ocasional, no especialist el que hace que se disparen los números de audiencia.

Al aficionado purista a los coches, nunca le hicieron gracia las maquinaciones de Mr. E, como a los puristas de la vela no les haría gracia probablemente una America’s Cup omnipotente. Pero es la solución si quires competirle a la F1. Una Fórmula 1 que fue un fracaso comercial en Valencia, a diferencia del éxito de la Copa América de vela. ¿Nadie se preguntó en Barcelona por qué sucedió aquello? ¿Nadie pensó, por ejemplo, que era primordial tener un contendiente local? ¿No es obvio que necesitas héroes con caras reconocibles y no pilotos de caza como recientemente denunció el mítico Dennis Conner? Son los peligros de no tener un Ecclestone al mando.

A la hora de analizar si un gran evento deportivo ha sido un éxito o un fracaso, el debate a menudo se envenena por las connotaciones políticas. Es muy difícil creer los números que manejan partidarios y opositores, porque la disparidad es similar a la guerra de cifras que se produce en el número de asistentes a las manifestaciones. Pero en la América’s Cup de Barcelona se da un detalle muy significativo: la parte política minimiza las cifras de éxito que da el promotor. Está claro que las promesas y expectativas de unos y otros han quedado muy alejadas.

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