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Tribuna
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Los cinco valores del rugby: la historia poco contada de cómo nacieron los DRIPS
En 2009, durante una Asamblea de la entonces International Rugby Board en Dublín, se definieron por iniciativa del uruguayo Zerbino, superviviente del accidente de los Andes
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En 2009, 188 después de que el rugby naciera de la mano de William Webb Ellis, ocurrió algo inesperado en una Asamblea de la International Rugby Board (IRB), hoy World Rugby. En ese momento, el rugby no cambió de rumbo, sino que fue algo más profundo: puso en palabras lo que siempre había estado en su corazón, pero que muchos estaban empezando a dar por obvio. No fue una jugada de último minuto ni una hazaña sobre el césped.
Fue una intervención cargada de convicción por parte del entonces presidente de la Unión de Rugby del Uruguay, Gustavo Zerbino, uno de los supervivientes del accidente de los Andes de 1972. Los máximos dirigentes del rugby mundial fueron confrontados con una verdad tan simple como contundente: el alma del rugby está en sus valores. Y ellos, como líderes, tenían la responsabilidad de preservarlos, protegerlos y proyectarlos al futuro.
Durante la Asamblea, en la que se discutían temas relacionados con la gestión, el marketing y el patrocinio para el desarrollo de las federaciones, Zerbino planteó una reflexión que cambiaría el enfoque del encuentro. Se recordó que el 99% del rugby mundial es amateur y depende esencialmente de los valores y principios que lo han sostenido históricamente, transmitidos por los voluntarios que trabajan para hacer crecer este deporte en todo el mundo. Se destacó la importancia de no perder de vista esa esencia que diferencia al rugby de otras disciplinas: una verdadera filosofía de vida.
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El comentario caló. Lo escuchaban figuras de peso del rugby internacional como Porfirio Carreras, Bernard Lapasset, Bill Beaumont, entre otros. El mensaje fue bien recibido y generó una ovación y, sobre todo, una decisión firme: reorientar la Asamblea hacia una reflexión más profunda. La agenda cambió y se dedicó una jornada y media de trabajo a identificar y definir los valores universales del rugby.
Hubo un consenso inicial rápido con los tres primeros
Se organizaron mesas redondas con los representantes de todas las federaciones del mundo para debatir y acordar cuáles debían ser los principios que guiaran al rugby globalmente. Y el trabajo empezó. Hubo un consenso inicial rápido con tres valores: Disciplina, Respeto e Integridad. Eran sólidos, reflejaban la herencia anglosajona del Rugby. Fáciles de recordar, comunicables, casi como un código de conducta.
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Pero algo faltaba. Hubo dos intervenciones clave que hicieron que se añadieran dos valores más. Primero se propuso incorporar un valor profundamente sentido en el ámbito latino: la pasión. La propuesta fue inmediatamente aceptada por todos los presentes. Entonces, desde el este de Europa, surgió la última pieza del puzzle. Un delegado de Georgia pidió la palabra. Contó que, durante la invasión rusa de 2008, la Federación de Rugby de Rusia llamó a sus pares georgianos en plena crisis y les preguntó: “¿Cómo podemos ayudar?”.
Silencio. Luego, emoción. Aquello era humanidad pura, unión más allá de las rivalidades. Era la prueba viva de un valor que no podía faltar: eso era Solidaridad. Y así quedó sellado el último valor. Así nacieron los cinco valores resultantes bajo el acrónimo DRIPS: Disciplina, Respeto, Integridad, Pasión y Solidaridad. No eran nuevos.
Se convirtieron en una guía explícita
Estaban en la esencia del rugby desde siempre. Pero fue en esa reunión donde dejaron de ser tácitos para convertirse en una guía explícita. Cinco palabras que hoy están en pancartas, manuales, camisetas y charlas técnicas. Pero, sobre todo, están en cada voluntario que da su tiempo, en cada niño que aprende a placar y en cada veterano que está en el club para sumar.
Hoy, cada vez que un jugador se levanta después de un placaje, cada vez que un chico recibe la bienvenida en un club, DRIPS está ahí. No como regla, sino como legado. Porque el rugby no lo inventó un reglamento, lo construyeron sus valores. Y en 2009, en Dublín, gracias a aquella asamblea, el rugby decidió no dar más los valores por sentados. Tienen un nombre y forma. Son bandera. Una herencia que no se negocia.
En 2009, 188 después de que el rugby naciera de la mano de William Webb Ellis, ocurrió algo inesperado en una Asamblea de la International Rugby Board (IRB), hoy World Rugby. En ese momento, el rugby no cambió de rumbo, sino que fue algo más profundo: puso en palabras lo que siempre había estado en su corazón, pero que muchos estaban empezando a dar por obvio. No fue una jugada de último minuto ni una hazaña sobre el césped.