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España se 'chinifica'
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España se 'chinifica'

España está avanzando poco a poco hacia un modelo dominado por lo público y las grandes corporaciones y perdiendo lentamente grados de libertad. Aunque aquí no tenemos al PCCh y las diferencias son enormes

Foto: Foto: EFE/Ramón de la Rocha.
Foto: EFE/Ramón de la Rocha.
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Si no fuera porque estamos hablando de cosas serias, el recientemente anunciado pacto de gobierno entre el PSOE y Sumar, haría reír, y mucho. Imagínese usted cuando, sobre ese pacto de gobierno, se intenten incorporar además las peticiones de las otras fuerzas políticas que son imprescindibles para que el Sr. Sánchez consiga su preciada investidura. La amalgama de tropelías al sentido común será, sin duda, imbatible.

Pero no quería dedicar hoy demasiado tiempo a ese documento de acuerdo entre dos fuerzas políticas, sino más bien a recordar alguna de las tesis principales de algunos libros de interés que pueden arrojar luz sobre la situación actual en nuestro país. Uno de ellos es el archiconocido Por qué fracasan los países, de Daron Acemoglu y James Robinson. En el mismo, los autores, después de descartar una serie de motivos tópicos que se han utilizado históricamente para justificar el superior desarrollo de unos países sobre otros, se centran en la aparición y crecimiento de instituciones políticas y económicas extractivas que, en determinadas sociedades han dificultado el crecimiento y el desarrollo medianamente equilibrado, para favorecer de alguna forma a sus élites, como elemento explicativo de las diferencias de bienestar entre unos países y otros.

Los autores describen multitud de ejemplos, especialmente de países en vías de desarrollo. Es interesante revisar sus apuntes sobre Argentina, uno de los países ricos del mundo en las primeras décadas del siglo XX y que, en pocos años, entró en un profundo deterioro institucional de la mano del peronismo que creó una red clientelar en el país y provocó una espiral de declive que ha llegado hasta nuestros días. Interesantes también sus reflexiones sobre el caso chino. Los autores ya advierten en 2012, año de publicación de la obra, del giro que empezaba a dar el Partido Comunista Chino y que intensificaba el intervencionismo del PCCh en la ya de por sí curiosa economía privada de ese país. Para Acemoglu y Robinson, de continuar esa tendencia, el todavía mayor nivel de extractividad e intervencionismo de las instituciones chinas, podría frenar el milagro económico del gigante asiático. Ya veremos cómo acaba la cosa, pero algunos síntomas de ralentización generalizada en ese país hace tiempo que empiezan a ser patentes.

Foto: Foto: EFE/Juanjo Guillén. Opinión
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Pocos años después de la aparición del libro de los dos autores norteamericanos, yo mismo publiqué una obra titulada Por qué fracasan las organizaciones. El enfoque era, lógicamente, muy distinto. Se centraba en un estudio realizado acerca de las causas últimas del colapso de un buen número de organizaciones europeas, en su mayor parte empresas, de las que el libro recoge con detalle los casos de diez de ellas, y llega a una conclusión central. Las organizaciones siempre fracasan por dos motivos: una brújula moral discutible en ejecutivos clave que han tomado decisiones sin pensar suficientemente en la continuidad y bienestar a largo plazo de la organización ni sopesar las consecuencias de sus movimientos, y/o un modelo de gobernanza no diseñado adecuadamente de forma inclusiva y con capacidad de redireccionar o frenar decisiones discutibles de los principales ejecutivos. Las organizaciones colapsan porque se presenta uno u otro de esos motivos, o una combinación de ambos. El libro también apunta un hecho preocupante, los primeros pasos hacia el desplome organizativo se dan durante cierto tiempo de forma poco visible mientras la organización todavía presenta unos resultados financieros brillantes y todo el mundo se felicita por lo bien que lo estamos haciendo. El tumor maligno que se está desarrollando lentamente dentro de la organización no suele ser detectado, a veces, hasta que ya es demasiado tarde.

Se preguntará ahora qué tienen que ver estos dos libros, especialmente el segundo, con la firma del pacto de gobierno entre PSOE y Sumar y los añadidos y parcheados a ese acuerdo que se producirán en las próximas semanas, cuando se sumen —si se suman— al mismo otras muchas fuerzas políticas. Pues sí, tiene que ver, y mucho.

Foto: María Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones. (EFE/Zipi) Opinión

No me meteré en aspectos no económicos, si lo hiciera el análisis sería todavía más preocupante, pero los puntos principales del acuerdo suscrito entre esos dos partidos, tienen una elevada dosis de tacticismo y no están enfocándose a una mejora social en el largo plazo. Las páginas del BOE no son garantía de un avance social. Son solo papel, a veces mojado, de supuesto obligado cumplimiento. A título de ejemplo, la reducción, por ley, de las horas trabajadas no quiere decir que se den las condiciones económicas y sociales para ello. No estoy en contra de que se trabaje algo menos, pero no de que se operativice de esta forma y en un momento inadecuado para la totalidad de ciudadanos.

Según datos recopilados por CaixaBank Research, el PIB nominal por hora trabajada en España en 2022 era un 76% del valor registrado en la eurozona y el 63% del de Alemania. Además, lo que no es muy buen dato, esas cifras no han cambiado sustancialmente en las últimas dos décadas. Es cierto que hay diversos elementos que contribuyen a la productividad: la formación del factor trabajo, la forma en que se invierte el capital, la estructura sectorial de una economía, el comportamiento del sector público, etc., pero no parece adecuado, en este momento, que las empresas, sobre todo las pymes, tengan que soportar el incremento de costes que conllevará la reducción horaria. Este tipo de cosas, hechas sin pensar a largo plazo y sin un debate profundo, acaba retrayendo al capital y puede provocar pérdidas de empleo.

No quiero entrar en otras muchas medidas que significan un incremento sustancial del gasto público con objetivos de supuesto impacto social, pero que no se debaten en profundidad, como si, para conseguir cualquier objetivo económico o social, la única solución fuera incrementar el gasto: reducción de las listas de espera en la sanidad, incremento del gasto en educación, bonificaciones al transporte público, políticas de conciliación, etc. Podemos estar de acuerdo en los objetivos pero no en el momento ni en la forma de abordarlos.

Foto: La presidenta del BCE, Christine Lagarde. (EFE/EPA/Jalal Morchidi) Opinión
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Ahora ya podemos volver a nuestros libros porque, efectivamente, el modelo de gobierno que España ha tenido en los últimos 10 años y, por desgracia, el que parece que nos espera para los próximos cuatro, nos hace pensar en ellos. Me parece evidente que nuestros actuales gobernantes tienen la brújula averiada. Las medidas tomadas y las que se puedan tomar no están pensadas para los próximos 25 años, sino para incrementar al máximo la red clientelar y asegurar el poder de un grupo de personas durante, a lo sumo, una legislatura y continuar avanzando en la preponderancia de lo público en la economía y en la vida de la sociedad con independencia de la verdadera eficiencia del servicio al ciudadano. Además, la estructura institucional del país no parece estar diseñada para ser un contrapeso eficiente al poder ejecutivo, aportando los equilibrios y alternativas necesarios.

Hace mucho tiempo que digo, medio en broma medio en serio, que España se está chinificando. Está avanzando poco a poco hacia un modelo dominado por lo público y las grandes corporaciones y perdiendo lentamente grados de libertad. No me tome al pie de la letra. Aquí no tenemos al PCCh y las diferencias son enormes. Sin embargo, la tendencia me preocupa.

Y recuerde, el cáncer que hace que las organizaciones fracasen a veces no es perceptible y puedes vivir muchos años con resultados razonablemente positivos hasta que en el momento más inesperado, algo explota y caes hacia el deterioro y la irrelevancia. Lo mismo puede pasarle a los países. Shlomo Ben Ami dice que las naciones se suicidan, pues bien, si alguien cree que este tipo de cosas no pueden pasar en la vieja Europa, se equivoca.

Si no fuera porque estamos hablando de cosas serias, el recientemente anunciado pacto de gobierno entre el PSOE y Sumar, haría reír, y mucho. Imagínese usted cuando, sobre ese pacto de gobierno, se intenten incorporar además las peticiones de las otras fuerzas políticas que son imprescindibles para que el Sr. Sánchez consiga su preciada investidura. La amalgama de tropelías al sentido común será, sin duda, imbatible.

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