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Del Black Friday a los Reyes Magos
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Marcos Eguiguren

Economía gamberra

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Del Black Friday a los Reyes Magos

El Black Friday y el Cyber Monday se han convertido en la puerta de entrada a varias semanas de desenfreno consumista: cenas, comidas, regalos y más regalos

Foto: Un cartel del Black Friday en una tienda de bolsos en Singapur. (Reuters/Edgar Su)
Un cartel del Black Friday en una tienda de bolsos en Singapur. (Reuters/Edgar Su)
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Con permiso del impacto cada vez mayor que tiene en nuestra sociedad el fenómeno Halloween, hoy comienza una época del año en que vaciar los bolsillos se convierte en un deporte nacional. El Black Friday y el Cyber Monday se han convertido en la puerta de entrada a varias semanas de desenfreno consumista: cenas, comidas, regalos y más regalos, compras necesarias y otras muchas que no lo son, que pasarán por encima del significado religioso y espiritual de las Navidades y no pisarán el freno hasta el tradicional día de los Reyes Magos.

Es evidente el peso que las tradiciones estadounidenses, en especial aquellas ligadas directa o indirectamente al consumo, han adquirido en buena parte del mundo, al menos, desde luego en España. No tenemos suficiente con ver cómo los tradicionales puestos de castañas están siendo engullidos por el peso mediático de la celebración de Halloween, tanto es así que no me extrañaría nada que algún día cometiéramos la tontería de acabar celebrando el día de Acción de Gracias y cocinando el tradicional pavo en familia como si los pioneros del Mayflower hubieran desembarcado en la ría de Arousa en lugar de en la bahía de Plymouth.

Y es que las áreas de marketing y ventas de prácticamente todas las compañías de consumo del mundo no desperdician ni una sola oportunidad de buscar cualquier excusa que les permita sacarle todo el dinero que puedan del bolsillo y en hacerlo lo más pronto posible, antes de que usted haya acabado las existencias de ese preciado activo que es el dinero, o de que haya decidido gastarlo en el producto de una compañía competidora.

En cualquier caso, ciertamente es así. La mayoría de fuentes consultadas apuntan que en este periodo del año se da un mayor nivel de consumo. Si nos centramos en datos referentes al e-commerce, algunas plataformas reconocen que la facturación en los meses de noviembre y diciembre son las mayores del año, ascendiendo a cerca de un 22% del total facturado en el ejercicio. Si a todo ello le sumamos el empacho de fiestas y celebraciones relacionadas con este periodo, no se extrañe usted si el consumo total en este escaso par de meses en productos no básicos, aunque no tengo datos fiables que lo corroboren, se sitúe en cerca del 25% del total anual.

Foto: En el Black Friday hay muy buenas ofertas, pero no todas son reales (Reuters/Vincent West)

Seguro que en las próximas semanas y meses los economistas prestaremos gran atención a cómo ha funcionado la campaña del Black Friday, en si se han disparado las ventas en el Cyber Monday o en cómo andan las ventas navideñas. Se supone que, desde un punto de vista económico clásico, deberíamos felicitarnos si esas campañas funcionan bien y si los ciudadanos nos lanzamos desaforadamente a comprar más y más. Sin lugar a dudas, si eso es así, ello implicará un mejor comportamiento de nuestro producto interior bruto, indicará que las economías familiares están bien asentadas y pueden abordar esos niveles de consumo (aunque también podría indicar que se están endeudando peligrosamente), que las empresas ganarán más dinero y que, de esta forma, podrán robustecer sus estructuras y crecer más, etcétera, etcétera.

Conceptualmente, no tengo nada que objetar y muy probablemente las anteriores afirmaciones sean ciertas, pero en ocasiones te llegan inputs que te hacen dudar sobre si las cosas son tan claras como parecen. Permítame que le comparta una experiencia reciente. Hace unos días tuve el honor de ser invitado como panelista a un Foro Internacional de Finanzas Islámicas que giraba alrededor del rol que ese tipo instituciones financieras debían tener en un mundo orientado a la sostenibilidad. Quisiera reproducir una frase que escuché de uno de los ponentes, principal directivo de una entidad financiera islámica de desarrollo en un país árabe, cuando hablábamos del papel de este tipo de instituciones en la financiación de una economía sostenible: “Happiness is sustainable, pleasure is not”. Y si me permite una traducción adaptada al contexto en el que fue pronunciada, la interpretaría como: “La financiación de aquello que proporciona felicidad encaja en los paradigmas de la sostenibilidad, la financiación del placer, no”.

No todo es economía, y el consumismo o el 'glamour' no dan la felicidad

No quiero aprovechar esta frase para opinar sobre el tipo de financiación al consumo que practican muchas entidades financieras en los más diversos países —algún día dedicaré esta columna a ese menester—, sino para recordarle, ahora que comienzan estas semanas de derroche sin fin, que lo que verdaderamente importa en la vida no suele computar en las cifras del PIB, o lo hace de forma marginal. Esa obra de teatro amateur a la que usted asiste con sus familiares, ese grupo de músicos aficionados que comparten su pasión, esa reunión informal con sus amistades en las que lo que se consume es totalmente marginal y el hecho económico es irrelevante porque lo importante está en el intercambio social. Esas son las cosas que cuentan.

No todo es economía, y el consumismo o el glamour no dan la felicidad. Probablemente, si pensamos en la potencial evolución económica del mundo con una visión de muy largo plazo, nos daremos cuenta de que la frase “Happiness is sustainable, pleasure is not” es muy acertada. Entre tanto, en las próximas semanas sea sensato en cuanto a sus decisiones de compra y, puestos a pedir, pídales cuando llegue el momento, a SSMM los Reyes Magos de Oriente, que para 2024 regalen a la humanidad un comportamiento más consciente en lo que respecta al consumo. Las generaciones venideras y los países en desarrollo lo agradecerán.

Con permiso del impacto cada vez mayor que tiene en nuestra sociedad el fenómeno Halloween, hoy comienza una época del año en que vaciar los bolsillos se convierte en un deporte nacional. El Black Friday y el Cyber Monday se han convertido en la puerta de entrada a varias semanas de desenfreno consumista: cenas, comidas, regalos y más regalos, compras necesarias y otras muchas que no lo son, que pasarán por encima del significado religioso y espiritual de las Navidades y no pisarán el freno hasta el tradicional día de los Reyes Magos.

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