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¿Seguiremos quemando combustibles fósiles? Me temo que sí
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Marcos Eguiguren

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¿Seguiremos quemando combustibles fósiles? Me temo que sí

Durante mucho tiempo, se seguirá necesitando inversión nueva relacionada con los combustibles fósiles u otros tipos de fuentes de energía

Foto: Foto: EFE/Filip Singer.
Foto: EFE/Filip Singer.
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La COP28, que estos días se celebra en Dubái, se está focalizando en la reducción de la utilización de combustibles fósiles. Son muchos los países que están presionando para que la cumbre termine con un acuerdo que inste a reducir el uso del carbón, el gas y el petróleo e incluso a prohibir nuevas prospecciones. Sin embargo, esta postura no cuenta con el respaldo de todos los presentes. Hay grandes e influyentes países y actores económicos que no están por la labor.

La verdad, con todo esto del cambio climático y de su impacto económico, uno no sabe ya muy bien a qué atenerse. Las evidencias de situaciones anómalas relacionadas con el clima son cada día mayores. Hace unas semanas, participaba en una reunión virtual con personas de varias zonas del mundo. En la parte informal de la reunión, casi todos los presentes se hacían eco de situaciones climáticas extremas o inhabituales en sus respectivas áreas de residencia: la extrema sequía en grandes zonas de México o en partes de España, lluvias inusualmente persistentes en los Países Bajos o enormes tormentas y graves inundaciones en Ghana, por citar solo algunas.

Por otro lado, después de infinidad de reuniones COP, tratados, acuerdos, compromisos y regulaciones internacionales de todo tipo, las emisiones de CO₂ siguen subiendo. Pero ¿en qué quedamos?, ¿no es tan importante que vayan bajando? Un informe publicado hace pocos días, The Global Carbon Project, asegura que las emisiones globales de CO₂ procedentes de la quema de combustibles fósiles aumentarán un 1,1% este 2023 con respecto al pasado año, marcando así un nuevo récord histórico. Parece ser que, por un lado, los Estados Unidos y la Unión Europea están poco a poco bajando su nivel de emisiones y, sin embargo, estas siguen aumentando a nivel mundial.

Para seguir con las contradicciones, un estudio reciente de la OCDE, del que se ha hecho eco Carlos Sánchez en estas mismas páginas hace muy pocos días, afirma que las ayudas públicas y subvenciones de los gobiernos del planeta a las energías de origen fósil alcanzaron en 2022 la friolera de 1,48 billones de dólares, más del doble que el año anterior. Es cierto que, durante 2022, muchísimos gobiernos reaccionaron a la crisis energética y a las consiguientes tensiones inflacionistas tirando de chequera y subvencionando todo tipo de medidas para suavizar los efectos en el consumidor. Hasta cierto punto, puede llegar a entenderse, pero ¿tanto? ¿No estaremos vistiendo a un santo para desvestir a otro?

Foto: El presidente de la cumbre de Dubái, el sultan Al Jaber (REUTERS/T. Al-Sudani)

Es posible que existan otras causas adicionales o aceleradoras detrás del cambio climático, pero existe un consenso científico generalizado a nivel mundial de que la utilización de combustibles fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero que conlleva son uno de los motivos fundamentales de ese estrés climático que afronta el planeta. Lleva usted razón, siempre se la pueden meter a usted doblada, pero que se conjuren cientos de miles de científicos de todo el mundo de las más diversas disciplinas para defender una misma tesis y, encima, que lo hagan de manera persistente durante décadas me parece poco probable. Ahora que he dicho esto y me he quedado a gusto, debo admitir, por otro lado, que no me cabe tampoco la menor duda de que, todavía durante mucho tiempo, la humanidad necesitará recurrir a la energía proveniente de los combustibles fósiles, aunque de forma menguante, para poder mantener sus niveles de desarrollo.

No soy un fan especial de estos grandes foros internacionales (he tenido que asistir a bastantes a lo largo de mi vida profesional), en los que se reúnen montones de gente influyente (y otros menos influyentes, pero que hacen de asistir a este tipo de eventos y decir la suya, un modus vivendi), que persiguen los más altos objetivos y, aunque nadie lo diga, también hacer negocios alrededor del tema de marras. Pues bien, a pesar de mi desconfianza ancestral ante este tipo de circos, debo reconocer que, tal y como está el patio, mejor que se tomen en serio la COP28, que se reúnan aquellos que tienen capacidad para obrar y que, aunque como siempre, den un paso adelante y otro atrás, intenten avanzar en posturas lo más consensuadas posible a nivel mundial. A ver si nos aclaramos de una vez sobre qué tenemos que hacer con el petróleo, el gas y el carbón en los próximos 10 o 15 años.

Si es cierto que el calentamiento global está provocado en buena parte por las emisiones de CO₂ de la quema de combustibles fósiles, pónganse de acuerdo industria y gobiernos, para ver cómo podemos poco a poco, a nivel mundial, reducir esas emisiones sin hacernos daño, sin liarla parda, sin comprometer el desarrollo económico y procurando que el coste de la transición se distribuya más o menos equilibradamente.

Foto: El sultán Ahmed Al Yaber. (EFE/EPA Martin Divisek)

Me consta que, en España, una serie de empresas y líderes de opinión ha remitido una carta a la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico solicitando que el país se posicione a favor de la creación de algún tipo de tratado de no proliferación de combustibles fósiles en la COP28 y busque el apoyo de otros gobiernos en la persecución de ese objetivo. En el fondo, no debería parecer nada extraño; ya en octubre de 2022, el Parlamento Europeo, en su resolución formal acerca de la COP27, efectuaba una llamada para que se alcanzara un acuerdo sobre el futuro de los combustibles fósiles. Estaríamos hablando de hacer realidad lo que el Parlamento Europeo lleva tiempo reclamando.

No me parece mala idea. Un tratado que vincule a todas las naciones del planeta (si faltan ciertos países, mejor nos olvidamos del tema y nos dedicamos a otra cosa), un tratado que describa mejor la descarbonización como un proceso, sin perjudicar a unos países en detrimento de otros, y que reconozca también la necesidad de que, durante mucho tiempo, se seguirá necesitando inversión nueva relacionada con los combustibles fósiles u otros tipos de fuentes de energía, aunque la parte del león se la lleven las nuevas fuentes de energía y las tecnologías que favorezcan su ahorro o permitan la captura eficiente de CO₂. Si existe un problema planetario, reconozcámoslo todos y pactemos las bases mínimas sobre cómo lo vamos a gestionar. Ya no basta con fijar compromisos climáticos que muy pocos cumplen, se trata de llegar a un mínimo acuerdo sobre cómo lo vamos a hacer.

En cualquier caso sepa usted, querido lector, que, se llegue o no a acuerdos en la COP28, me temo que seguiremos quemando combustibles fósiles durante bastantes años.

La COP28, que estos días se celebra en Dubái, se está focalizando en la reducción de la utilización de combustibles fósiles. Son muchos los países que están presionando para que la cumbre termine con un acuerdo que inste a reducir el uso del carbón, el gas y el petróleo e incluso a prohibir nuevas prospecciones. Sin embargo, esta postura no cuenta con el respaldo de todos los presentes. Hay grandes e influyentes países y actores económicos que no están por la labor.

La verdad, con todo esto del cambio climático y de su impacto económico, uno no sabe ya muy bien a qué atenerse. Las evidencias de situaciones anómalas relacionadas con el clima son cada día mayores. Hace unas semanas, participaba en una reunión virtual con personas de varias zonas del mundo. En la parte informal de la reunión, casi todos los presentes se hacían eco de situaciones climáticas extremas o inhabituales en sus respectivas áreas de residencia: la extrema sequía en grandes zonas de México o en partes de España, lluvias inusualmente persistentes en los Países Bajos o enormes tormentas y graves inundaciones en Ghana, por citar solo algunas.

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