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En España no entendemos 'de dineros'
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Marcos Eguiguren

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En España no entendemos 'de dineros'

Si hay algo a lo que absolutamente todos los ciudadanos estamos expuestos durante todos los días de nuestra existencia, es a mantener una constante relación con el dinero

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El Banco de España ha presentado recientemente los resultados de su última encuesta de competencias financieras 2021. La situación hoy es algo mejor que la reflejada en la última edición de la encuesta (2016), aunque nuestro país todavía se encuentra sustantivamente por debajo, en cuanto a cultura financiera se refiere, de otros países de nuestro entorno. Parece que, eso de saber administrar nuestro dinero, no se nos da demasiado bien.

Según el estudio Financial Literacy around the World (S&P Global FinLit Surveys), se define a una persona como poseedora de conocimientos financieros suficientes cuando es capaz de responder correctamente a preguntas muy sencillas relacionadas con tres de los cuatro conceptos siguientes: relación entre diversificación y riesgo, efecto de la inflación, cálculo de interés simple y comprensión del interés compuesto.

La encuesta del Banco de España sigue esa metodología. En la última edición, solo un 19% de los encuestados (adultos entre los 18 y los 79 años) respondieron correctamente a las tres preguntas acerca de diversificación, inflación y tipo de interés compuesto. El índice promedio de respuestas correctas, sobre el que se calcula el índice comparativo por países, fue en España del 53%. Ligeramente mejor que hace cinco años, sí, pero, aun así, descorazonador.

¿Qué se ha hecho al respecto en estos últimos años? Mucho y nada.

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Existen planes de educación financiera desde 2008 y se han creado actividades educativas, sobre todo impulsadas por instituciones como la CNMV y el Banco de España, con el apoyo del sector financiero nacional. Probablemente, la iniciativa más interesante es el programa escolar de educación financiera con contenidos y centros adheridos que ofrecen ese programa a alumnos de ESO, Bachillerato o FP. Es también interesante la inclusión de temas sueltos relativos a educación financiera en determinadas asignaturas de primaria o secundaria o los programas de formación del profesorado en estos menesteres. Mucho, ciertamente.

Pero todo eso, que parece mucho, acaba siendo casi nada porque, cuando uno revisa en detalle las competencias específicas de determinadas asignaturas a nivel de ESO o de Bachillerato, que deberían introducir ya un alto componente de temas relacionados con la educación financiera propiamente dicha, no acaba de ver en ellos, con claridad, las competencias necesarias.

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Resulta que, a lo largo de la enseñanza obligatoria enseñamos al ciudadano toda una serie de materias para que desarrolle unas competencias que le sirvan para bregar en la vida cotidiana (aunque si hacemos caso al informe PISA, o no estamos enseñando las cosas adecuadas, o lo hacemos rematadamente mal, o un poco de ambas cosas), y curiosamente le hablamos poco del dinero, del papel del mismo en la sociedad, de cómo se gestiona a nivel de una economía familiar y de cuáles son los mínimos conceptos que debe tener en consideración para que nadie le dé gato por liebre al ciudadano en el futuro. Que en esto de los dineros hay mucho gañán suelto y hay que estar atento.

Extremadamente curioso porque si hay algo a lo que absolutamente todos los ciudadanos, con independencia de procedencia, estatus social, educación, profesión, o lo que se imagine, estamos expuestos durante todos los días de nuestra existencia, es a mantener una constante relación con el dinero, desde que tenemos capacidad de obrar, e incluso antes —si pensamos en la gestión de la hucha infantil—, hasta nuestra muerte, e incluso después de esta —si pensamos en la planificación fiscal de la sucesión—.

Abogo por centralizar los conocimientos sueltos que sobre estos temas se puedan estar impartiendo como retazos en diferentes asignaturas de educación secundaria y convertirlos en una única asignatura —o ciclo de asignaturas— potente y bien diseñada que englobe aspectos de gestión económica y fiscal de la unidad familiar y de educación financiera. Una asignatura clara y en mayúsculas porque en nuestra sociedad los temas ganan en importancia cuando se les dota de identidad fuerte. Estoy convencido de que un trabajo educativo bien hecho en este asunto en particular haría mucho más por la igualdad de oportunidades entre ciudadanos que las muchas temáticas buenistas que forman parte hoy de los planes de estudio.

Foto: ¿Arreglar el coche o reformar tu casa? (iStock)

Una asignatura de estas características debería superar incluso el marco de competencias financieras para adultos (publicado por la UE en 2021) y el marco de competencias financieras para niños y jóvenes (publicado también por la UE en 2023), incorporando una visión de lo que es el dinero, del papel del dinero en la sociedad, de una reflexión sobre una visión ética y sana de la relación entre dinero y ciudadano, antes de adentrarse de forma práctica, en los muchos tecnicismos relacionados con el dinero y las finanzas a los que se tendrá que enfrentar la juventud durante la vida.

Una asignatura de estas características debería incluir también un conocimiento suficiente del marco fiscal habitual, puesto que este tiene una relación directa con la gestión de las economías familiares y, al igual que ocurre con los conceptos puramente financieros, un conocimiento razonable del mismo es fundamental para que cualquier ciudadano tome decisiones informadas que tengan en cuenta el marco fiscal en el que va a tener que moverse.

En resumidas cuentas, querido lector, la buena educación es condición necesaria para el desarrollo y el éxito como sociedad y, sin duda, incorporar a la enseñanza obligatoria asignaturas bien diseñadas sobre gestión económica y financiera de las unidades familiares es una absoluta necesidad.

El Banco de España ha presentado recientemente los resultados de su última encuesta de competencias financieras 2021. La situación hoy es algo mejor que la reflejada en la última edición de la encuesta (2016), aunque nuestro país todavía se encuentra sustantivamente por debajo, en cuanto a cultura financiera se refiere, de otros países de nuestro entorno. Parece que, eso de saber administrar nuestro dinero, no se nos da demasiado bien.

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