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Bankia-Cívica, friends & family y un gallego irreverente
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Bankia-Cívica, friends & family y un gallego irreverente

Qué alivio. Lo que nos hemos ahorrado. Y qué contentos que están todos. “Enhorabuena señor Rato”. “Ya somos banqueros”. “Es todo un éxito, un orgullo estar

Qué alivio. Lo que nos hemos ahorrado. Y qué contentos que están todos. “Enhorabuena señor Rato”. “Ya somos banqueros”. “Es todo un éxito, un orgullo estar en la bolsa, un día muy feliz”. Frases de congratulación por doquier se escucharon entre el miércoles y el jueves en el parqué de la Bolsa de Madrid para celebrar con algarabía que tanto Bankia como Banca Cívica habían conseguido superar la tormenta perfecta y salir a cotizar.

Alegría justificada si se tiene en cuenta que las dos ofertas de acciones se encontraron con el peor entorno posible para ir a pedir dinero a los inversores. Pero, sobre todo, porque al alcanzar el objetivo evitaban la nacionalización inmediata. Con todo lo que eso supone, es decir, pérdida de poder, sueldos millonarios, mejores pensiones, coche oficial y reverencias a diestro y siniestro. Había que llegar a la orilla como fuera para que el papá Estado no interviniese, como hizo este viernes con la CAM.

Bendito logro porque de esta manera el conjunto de los españolitos no hemos tenido que desembolsar casi 7.000 millones -5.600 a Bankia y 1.000 a Cívica- a través del FROB, que ya les ha prestado 5.450 con anterioridad (4.465 a la primera y 977 a la segunda).  Ha bastado con convencer a 430.000 atrevidos particulares (370.000 en Bankia y 60.000 en Cívica) para completar dos OPS de la que rehuyeron los inversores institucionales (200 millones suscritos fuera de España de 4.000 a la venta).

Porque, como muestra de lo poco ortodoxo del proceso, resulta que en el Palacio de la Bolsa inaugurado por la Reina María Cristina allá por 1893 había más invitados que compradores en los libros de órdenes. Apenas cien cuentas grandes han apoyado cada una de las colocaciones, mientras que en la tarima del centro financiero de España deambulaban más de 200 individuos en busca del abrazo pelota y de la foto para el recuerdo con la campanita del estreno.

Canapés del Ritz, cervecita fría, vinito del bueno  y cava para amenizar el ágape, para celebrar que las acciones caían hasta un 6,4% en el caso de Bankia y un 2% en el de Cívica. Porque hacer perder dinero a tus inversores desde el primer minuto tiene más mérito de lo que parece. No es fácil. “Y hay que tener mucha caradura”, admitía un directivo de Cajasol, con esa gracia andaluza, con la uno se ríe de sí mismo y de los demás. Una palmada de más del 8% en apenas tres días si se tiene en cuenta que el Ibex se ha revalorizado un 7% y que los títulos de nuestras cajas apenas han conseguido mantener el precio de la OPS. Y gracias a la respiración asistida de sus bancos coordinadores.

Pelillos a la mar, que lo importante no era que nadie ganase dinero, como ha ocurrido siempre con las ofertas de acciones bien colocadas. Lo relevante era hollar la cima de los mercados fuera como fuera, recurriendo a cualquier maniobra, pasando el cepillo desde el Ministerio de Economía –caso de Bankia-, algo insólito y contrario a cualquier principio liberal, tan propio del PP, que tiene mucho que agradecer a La Caixa, Mapfre, Santander, Popular, Sabadell, Mutua Madrileña, Juan Abelló, Manuel Jové y El Corte Inglés por permitirle mantener el control de su pilar financiero.

Una ayuda nada gratuita, no se vayan a pensar, porque todos los que han puesto dinero por petición del Gobierno del PSOE lo han hecho como inversión de futuro. No precisamente en Bankia, sino en el Ejecutivo que se avecina. Una factura a cobrar cuando Mariano Rajoy y su equipo económico se asienten en Moncloa. “Recuerda que yo salve tu banquito”, le soplarán la mayoría, en busca de favores.

Todos menos, Francisco González, presidente del BBVA, que se negó en rotundo a participar en la party de friends & family, como adelantó este medio. Al gallego, distante con la simpatía, se lo comen los demonios todas estas intervenciones encubiertas. Curtido en varias batallas, incluida la que le montaron para cortarle la cabeza con Luis del Rivero, es un feligrés del capitalismo, del premiar al que lo hace bien y castigar al que suspende. Por eso, y porque tiene una pensión de casi 100 millones de euros esperándole su retiro, aceptó este año que él y sus directivos perdieran un bonos de 150 millones de euros por no cumplir con lo prometido a los accionistas.

A FG, como a Botín, Fainé, Ron, Garralda, Abelló y compañía, Elena Salgado le suplicó su aportación a la causa.  Rehuyó la invitación en primera y segunda instancia. Porque en la mañana del pasado lunes, día de fijación del precio de las acciones, volvió a recibir la llamada de la autoridad in-competente. Y, aunque desde Moncloa se filtró que había cedido y que al final apoquinaría, el de Chantada se mantuvo firme. Se negó a rescatar a la Bankia de Rato, simpático y accesible como nunca, el mismo que le nombró presidente de BBVA cuando el Rey Rodrigo era ministro de Economía.  Al tiempo, González aceptaba contribuir al de Grecia. Cosa veredes.

Luchas de la corte capitalina, con más implicaciones de las que ahora se perciben, pero pecata minuta en todo caso, porque lo fundamental, lo que tenemos que festejar, es que tanto Bankia como Cívica ya están cotizadas. Nos hemos ahorrado todos una pasta y los mercados, una vez se acabe la etapa de estabilización (sedación),  dentro de un mes, tienen la palabra.

Qué alivio. Lo que nos hemos ahorrado. Y qué contentos que están todos. “Enhorabuena señor Rato”. “Ya somos banqueros”. “Es todo un éxito, un orgullo estar en la bolsa, un día muy feliz”. Frases de congratulación por doquier se escucharon entre el miércoles y el jueves en el parqué de la Bolsa de Madrid para celebrar con algarabía que tanto Bankia como Banca Cívica habían conseguido superar la tormenta perfecta y salir a cotizar.

Francisco González