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¿Qué vende Alierta a los inversores con el último cambio de sillas?
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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¿Qué vende Alierta a los inversores con el último cambio de sillas?

César Alierta le ha cogido el gusto a eso de mover la silla con una frecuencia eléctrica. Una estrategia implantada en España por su antecesor, Juan

César Alierta le ha cogido el gusto a eso de mover la silla con una frecuencia eléctrica. Una estrategia implantada en España por su antecesor, Juan Villalonga, que exprimía a sus directivos hasta la extenuación para enviarlos a la reserva en apenas 24 meses, eso si, envueltos en el oro y la púrpura de las millonarias stock options del momento.

 

El financiero zaragozano aprobó ese lunes su décima remodelación de la cúpula ejecutiva y de la forma de gestionar la compañía en sus once años al frente de la primera multinacional española. Un periodo en el que el presidente de la operadora se ha tenido que comer muchos sapos –Terra, Móviles, Vía Digital, licencias 3G en Alemania, etc- para hacer de la compañía una de las más envidiadas del sector. Además, con la sensibilidad del broker que fue y sigue siendo, con un dividendo más que generoso para tener contento al inversor.

Sin embargo, desde finales del pasado año y especialmente desde que en abril celebró su último Día del Inversor, el mercado ha mostrado sus sospechas sobre la credibilidad del discurso de Telefónica. Muchos bancos, incluido BBVA, accionista de referencia de la casa, han puesto en duda la estrategia, porque no se creen que pueda alcanzar las previsiones de ingresos y beneficio operativo y que consiga mantener su elevado reparto de dividendo (pay out).

En resumen, que les cuesta creerse lo que se conoce como equity story, las líneas maestras de la gestión del negocio y de sus finanzas. El batacazo de la acción desde el Investor Day le ha llevado a la cola de las telecos en bolsa en 2011, solo superada por la vilipendiada France Telecom. La cotización descuenta que los números no salen, más tras el aviso de Standard & Poor´s, que a mediados de agosto le bajó la calificación crediticia.  La agencia de rating, siempre muy cariñosa con Telefónica, puso el dedo sobre la llaga: España no funciona y el dividendo es muy agresivo.

Alierta, que suele coger el toro por los cuernos, ha tardado poco en buscar soluciones. Primero un ERE de 6.500 tíos, doloroso en lo personal, necesario en lo corporativo. Después, una agresiva política comercial para frenar la estampida de los clientes a operadores más baratos, con la consiguiente erosión de los ingresos y de los márgenes. Igual de duro para la cuenta de resultados, pero urgente para ajustarse a los precios del mercado. Y por último, la desaparición de España como unidad de negocio y su integración en Europa, un baúl en el se va a mezclar con Reino Unido, Alemania, Italia y República Checa.

Así ya no se verán más las caídas de dos dígitos de la facturación, del resultado operativo, como ocurrió en la última foto de las cuentas hasta el 30 de junio. Una forma como otra cualquiera de esconder un profit warning sobre un negocio que representa el 35% de la cuenta de resultados. Casi nada.

Y eso ya no parece tan adecuado. Porque es una singular apuesta por la no transparencia que, obviamente, no pasa inadvertida para los brokers, a los que no les ha hecho mucha gracia que Telefónica les dificulte el trabajo. Tampoco ha generado grandes expectativas el invento de la División Digital para competir con Google y Apple, iniciativa que habrá que ver si es una semilla para el futuro –lejano, eso si- o un acto de maquillaje y ganar tiempo. En definitiva, sin olvidar los personalismos tan particulares de esa casa, un cambio de sillas con poca chicha y menos limoná.

Por eso, Alierta y sus chicos tienen que reinventar el discurso porque Telefónica ha pasado de ser una empresa de crecimiento a una más parecida a una de concesiones, con el riesgo de que no tiene el negocio asegurado por los numerosos competidores y el impacto de la evolución tecnológica. Se tienen que ganar el generoso sueldo, tan repleto de ceros como en los tiempos de Villalonga, porque el mercado, con la acción, a 13 euros, ya ha expresado su desacuerdo.

César Alierta le ha cogido el gusto a eso de mover la silla con una frecuencia eléctrica. Una estrategia implantada en España por su antecesor, Juan Villalonga, que exprimía a sus directivos hasta la extenuación para enviarlos a la reserva en apenas 24 meses, eso si, envueltos en el oro y la púrpura de las millonarias stock options del momento.

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