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Los lunes al sol de Luis del Rivero con los jubiletas ingleses
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Los lunes al sol de Luis del Rivero con los jubiletas ingleses

Dicen los que han hablado con Luis del Rivero tras su decapitación de la presidencia de Sacyr Vallehermoso que el murciano estaba tranquilo, con esa extraña

Dicen los que han hablado con Luis del Rivero tras su decapitación de la presidencia de Sacyr Vallehermoso que el murciano estaba tranquilo, con esa extraña compostura que se mantiene en un entierro cuando uno pierde a un ser querido. Se mostró entero admitiendo que había perdido el partido. Pero en estos casos, uno se derrumba a los pocos días, cuando el dolor se enfría, cuando se ve solo. En el caso de mi paisano, cuando comiencen sus lunes al sol.

Una pena porque el ingeniero tenía grandes planes más allá de los de Repsol. La última vez que me encontré con este buen hombre me describió con detalle otro de esos proyectos megalómanos inversamente proporcional a su estatura. Fue en la Bolsa de Madrid con motivo del estreno en el parqué de Caixabank, a primeros de julio. Allí se encontraba a apenas cinco metros de Antonio Brufau, distancia más larga que la de ese eterno puente que iba a construir en Messina, Italia –otro país quebrado- por 3.800 millones de euros y que a día de hoy, dos años después del anuncio, no ven ni los peces.

Obviamente no se cruzaron ni una palabra. Brufau estaba rodeado de su cohorte de empresarios catalanes. El presidente de Sacyr, solo, apartado. Pero al murciano, con copa de cava en la mano, se le vio altivo, confiado.  En ese momento está cocinando su alianza con Pemex, un golpe en el bazo a su enemigo  con el que pensaba dejarlo KO. El que escribe andaba por el sarao con la caña de pescar y aproveché la ocasión para intentar sacarle alguna noticia que llevarme a la boca y trasmitírsela a ustedes.

Le apreté de lo lindo. Le entre por la derecha, por la izquierda. Le hice un par de envolventes. Fue imposible. Ni una palabra de Repsol -"¿de qué me hablas?"-, de la refinanciación, de la posible venta de otros activos. Me regateó a lo Cristiano Ronaldo, con esa chulería molesta que le da su gran manejo de la ironía y de la osadía. Me vaciló con cierta gracia el cachondo.

Viendo que no soltaba prenda, se lo puse fácil para ver si bajaba la defensa. “Luis, ¿y el Canal de Panamá cómo va? Ahí se explayó a gusto. Me dio todo tipo de detalles y hasta reconoció que iban un poco lentos en la cementación, problema que se ha agrandado en las últimas semanas, motivo por el que su antiguo socio y ahora presidente, Manuel Manrique, tuvo que viajar recientemente al país centroamericano para calmar a las autoridades.

Pero lo mejor vino después, cuando le inquirí sobre la situación del Aeropuerto Internacional de Murcia, ese proyecto concedido por el pepero Ramón Luis Valcárcel a Sacyr, la CAM y Cajamurcia, accionista esta última de la constructora. Vaya trío de ases para financiar otro aeródromo en España, el país de Europa con más pistas de despegue y menos aviones. Le pregunte que para qué queríamos un aeropuerto en nuestra tierra si estaba el de Alicante, recién ampliado, a 75 kilómetros.

Me lo explicó con esa teoría de visionario que los pobres no vemos. “Es fácil, vamos a construir el aeropuerto para que vengan los jubilados ingleses y alemanes, que van a comprar todas las viviendas de la playa que están vacías y para los que vamos a desarrollar un negocio de salud. Vamos a crear miles de empleos. Los mayores vienen a pasar largas temporadas y los turistas se van en una semana. Esos no son rentables”. 

A mí me vino a la cabeza los numerosos jubiletas británicos que están devolviendo las llaves de sus apartamentos en la Costa del Sol por no poder pagar la hipoteca y están volviendo al plomizo Reino Unido por problemas financieros. Rápidamente, don Luis me quito mis recelos y me aseguró que me invitaría a la inauguración, prevista para el próximo año. “Allí diré que entre nosotros hay un tío de Yecla que me pone a parir y les enseñaré tus artículos”,  me espetó mirándome por encima de sus gafas, con esa sonrisilla falsa que le escondía el bigote.

Lástima. Ahora ya no habrá invitación y probablemente tampoco aeropuerto, motivo por el que seguramente dimitió en silencio hace unos meses el director general del aeropuerto, Mariano Menor, otro yeclano, un crack de la aviación. Porque la Comunidad Autónoma, que finalmente tuvo que tomar una participación porque la constructora y las cajas de ahorros ya no daban para más, está tan famélica de cuartos como sus vecinas valencianas y andaluzas. Para postre, Bruselas, que iba a dar unas ayudas para la obra, también ha dicho que las revisará.

Es lo que tiene querer irse de fiesta sin un euro en el bolsillo y además aparentar que eres el más gracioso de la banda.

Sean felices, incluido el difunto amigo Luis.

Dicen los que han hablado con Luis del Rivero tras su decapitación de la presidencia de Sacyr Vallehermoso que el murciano estaba tranquilo, con esa extraña compostura que se mantiene en un entierro cuando uno pierde a un ser querido. Se mostró entero admitiendo que había perdido el partido. Pero en estos casos, uno se derrumba a los pocos días, cuando el dolor se enfría, cuando se ve solo. En el caso de mi paisano, cuando comiencen sus lunes al sol.

Luis del Rivero