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Guindos, el diablo de Bankia y el temido rescate con dinero público
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Guindos, el diablo de Bankia y el temido rescate con dinero público

Los que han trabajado para el diablo saben lo mal que se vive en el infierno. Nuestro ministro de Economía, don Luis de Guindos, fue un

Los que han trabajado para el diablo saben lo mal que se vive en el infierno. Nuestro ministro de Economía, don Luis de Guindos, fue un empleado distinguido de uno de esos hijos de Belcebú, Lehman Brothers, y conoce perfectamente cómo sube la presión sanguínea cuando los inversores institucionales a los que llamamos "mercado" te aprietan la yugular. De todos es conocido cómo acabó el banco estadounidense después de que las hordas de los cortoplacistas advirtieran que la entidad de la que el señor de Guindos era presidente en España olía a azufre.

 

Por ese simple motivo, por haber vivido en carnes propias como ajustician a los bancos débiles o zombies, nuestro aleccionado ministro debería de tomar el toro por los cuernos. Y sabe, porque sus antiguos compatriotas del país de Lucifer se lo repiten semana si semana también, que el problema se llama Bankia. O mejor dicho, Banco Financiero de Ahorro (BFA), su banco malo o cabecera, del que Deloitte no se ha atrevido a estas alturas a emitir una opinión sobre la salud de sus cuentas. Lo mismo hizo Ersnt & Young antes de que se interviniese CCM.

 

Porque aunque Rodrigo Rato esperó hasta última hora del último día, con presunta nocturnidad y alevosía, a presentar el balance de su filial y de su matriz, el auditor no se ha querido manchar más las manos después de haber colaborado en la formación de una cifras sobre las que todos los colegas de Guindos tienen profundas dudas. Más aún, hasta los próximos consejeros -los honestos, que no son muchos- de Bankia y de BFA reconocen que existe un déficit de capital de más de 10.000 millones en la sociedad holding. Consejeros de BFA cifran el desfase patrimonial de la matriz de Bankia en al menos 10.000 millones

 

Mientras tanto, el exdirector general del FMI y sus bien retribuidos consejeros, tipo Arturo Fernández, vicepresidente de CEOE, encantado con los recortes del Gobierno después de meterse al bolsillo 278.000 euros por su asesoramiento, mantienen en público que la entidad no necesita ni ayudas ni rescates. Incluso don Rodrigo se atrevió el jueves por la tarde a meterse con el BCE, a enmendarle la plana a esa institución que ha prestado 25.000 millones a Bankia porque es incapaz de financiarse en los mercados como todo hijo de cristiano.

 

La guardia pretoriana del otrora “El Gran Artífice”, como le definen en el último panfleto escrito por Carmen Gurruchaga sobre el exministro, defiende que el grupo tiene activos suficientes para andar en solitario y que dispone de varios miles de millones en preferentes para canjear por capital por si la cosa se pusiera más fea todavía. O lo que es lo mismo, que harán perder otra vez mucho dinero a sus inversores particulares -pobres Bankeros de la OPS- para reforzar sus esqueléticos recursos propios.

 

Porque, interpretaciones interesadas a parte, los números son los que cantan. Resulta que un grupo con un balance de 318.000 millones registró unas pérdidas ordinarias de 436 millones de euros, las cuales, una vez pasadas por el tamiz fiscal, dan como resultado un pírrico beneficio de 41 millones. BFA se queja de que esos números rojos se deben a la pesada cruz -intereses a casi el 8%- de la inyección del FROB, ese organismo que financiamos todos los españoles y que le prestó 4.465 millones para que Caja Madrid y Bancaja sacaran pecho en el verano de 2010 como el banco más grande de España. Como si alguien le hubiese obligado a ello.

 

Y eso sin contabilizar, salvo que Deloitte lo denuncie en las próximas semanas, un déficit patrimonial de cerca de 4.000 millones por la diferencia del valor en libros de Bankia y su precio en bolsa. Solo teniendo en cuenta ese pequeño matiz, las minusvalías serían de tal proporción que el Estado tendría que tomar cartas en el asunto en cuestión de días. Deloitte se esconde como en su dia hizo Ernst & Young con CCM

 

Eso es lo que le están exigiendo a De Guindos sus antiguos colegas de las tinieblas. No quieren más milongas de bancos buenos, malos, sociedades inmobiliarias de cuyas pérdidas parece que nadie se hará cargo. Le piden una solución inmediata, dolorosa quizás, traumática incluso porque no es bonito que el alumno mate al maestro. Pero así es este juego, a veces se gana, y a veces se pierde. Sin más estigmas de los que ya vimos en los casos de Citi, The Royal Bank of Scotland, Lloyds, ING, UBS y otros muchos, que ahora siguen vivos, aunque con otros dueños y con otros gestores, of course.

 

Salvo que todos estén equivocados o sigamos con malabarismos contables, aquí solo queda la solución de la inyección de capital público por mucho que ello obligara al señor De Guindos a rectificarse. Que no se preocupe porque ya lo ha hecho su Gobierno en pleno en los cuatro meses de aventura. La tropa da por hecho que los abusos de todos los políticos (da igual el color), los cuales se han ido de rositas sin ningún tipo de responsabilidad, la vamos (estamos) pagando los de siempre. Como bien sabe don Luis, al que Mario Dragui le tiro de las orejas el pasado jueves, no es momento de personalismos.

Sean felices que reírse se empieza a poner caro.

Los que han trabajado para el diablo saben lo mal que se vive en el infierno. Nuestro ministro de Economía, don Luis de Guindos, fue un empleado distinguido de uno de esos hijos de Belcebú, Lehman Brothers, y conoce perfectamente cómo sube la presión sanguínea cuando los inversores institucionales a los que llamamos "mercado" te aprietan la yugular. De todos es conocido cómo acabó el banco estadounidense después de que las hordas de los cortoplacistas advirtieran que la entidad de la que el señor de Guindos era presidente en España olía a azufre.