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Luis de Guindos, el ministro comunista contra los bemoles de los jefes de la banca
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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Luis de Guindos, el ministro comunista contra los bemoles de los jefes de la banca

Luis de Guindos le confesó a un conocido que desde que alcanzó su 'sueño' de ser ministro dormía como un niño. Se acostaba tarde, se despertaba temprano sobresaltado por

Luis de Guindos le confesó a un conocido que desde que alcanzó su 'sueño' de ser ministro dormía como un niño. Se acostaba tarde, se despertaba temprano sobresaltado por las preocupaciones nacionales y ya no volvía a reconciliarse con Morfeo hasta que tocaba irse al despacho oficial. Un afeitado rápido, ajuste de corbata y a escuchar problemas y buscar soluciones para la mayor recesión económica que se recuerda.

 

Su principal objetivo era resolver la bancarrota general del sistema financiero, cuyos principales bancos se habían negado a reconocer que tenían miles de millones de basura crediticia en sus denostados balances. De Guindos, conocedor de la teoría como pocos, les obligó en febrero a provisionar 50.000 millones para cubrir los activos más tóxicos del sector del ladrillo: los créditos morosos, los subestándar y los que los bancos se habían quedado por el impago de créditos.

Aunque ese ajuste fue negociado con los presidentes de las entidades más grandes, no fue suficiente ni creíble. La prima de riesgo se fue por las nubes y Bankia cayó como fruta podrida con la inestimable colaboración de Isidro Fainé, que fue quien alertó a De Guindos de que su amigo Rodrigo Rato tenía una bomba de relojería en sus manos. Decapitación del amigo del alma y otro real decreto de 28.000 millones de dotaciones adicionales para calmar a los hedge funds, a Bruselas y enrabietar a Emilio Botín, a Francisco González, a Angel Ron y a Fainé. A cambio, el catalán, sumiso, puso en marcha la maquinaria diplomática para que los de Oliver Wyman, contratados por De Guindos para hacer el último TAC, tuvieran clemencia con su cartera de participadas.

Todo más o menos pasteleado, incluidos los 12.000 millones aportados por Caixabank, BBVA, Santander y el resto de la banca para auxiliar los impagos de las administraciones públicas a los proveedores. Otro arreglo que venía bien a las dos partes: al Gobierno porque inyectaba dinero a las pymes, y a las entidades porque de esa manera evitaban que miles de pequeñas empresas quebrasen y sus créditos entrasen en mora. Los reales decretos, la continua petición de dinero a fondo perdido y la invitacion a rebajarse los sueltos ha dinamitado el juego de equilibrios del responsable de Economía con Botín, Fainé y Francisco González

Pero durante el verano, ese juego de equilibrios, con el que el ministro quería quedar bien con todos, se fue yendoi al garete. A los jefes del sistema les sentó a cuerno quemado que el consultor de Pricewaterhouse les invitase a bajarse el sueldo para dar ejemplo ante la ciudadanía, a la que le había repetido cienes y cienes de veces que el rescate bancario no costaría nada al pueblo soberano. Una petición a la que solo ha hecho caso La Caixa.  

A finales de julio, Alfredo Sáenz dijo en una reunión con inversores que se adecuaría su salario total de 12,7 millones de euros y que lo anunciará en breve, pero hasta la fecha sigue percibiendo su 1,056 millones de euros al mes o 35.277 euros al día. FG (BBVA) también se ha hecho el sordo, mientras que Antonio Brufau protestó en voz alza contra el intervencionismo del ministro. “¿Qué se ha creído éste? Parece un comunista ¿quién es él para decir que cobra un directivo de una empresa privada”, bramaba recientemente un afectado en un almuerzo de negocios.

Por septiembre, Botín, siempre afectivo con cualquier gobierno, ya fuera de izquierdas o de derechas, deslizó que estaba hasta los mismísimos de poner pasta cuando Guindos y Montoro les pidieron otros 6.000 millones para sufragar a las autonomías a través de un préstamo de Loterías.  “Ya está bien”, le vino a decir el cantabro cuando al tiempo el ministro le reclamaba otros 2.500 millones más para crear el banco malo, instrumento al que Paco González se oponía desde el primer día. “Que se liquiden las entidades” había repetido en numerosos ocasiones. La Caixa, con su habitual destreza de poner una velita a Dios y otra al diablo, se quejaba solo en petit comité.

Como el enfado ya venía calentito, De Guindos, en otro ejercicio de compensación, decidió prohibir las apuestas bajistas de los hedge funds contra la banca española. Seis meses seguidos impidiendo la libre circulación de capitales en los mercados bursátiles. Botín era uno de los dos grandes beneficiados porque tenía que hacer frente a la conversión de más de 2.600 millones en sus deficitarios –para los accionistas, as usual- Valores Santander. El otro era Popular, que tenía que afrontar una ampliación de capital de 2.500 millones.

Si el mercado no hubiera estado intervenido por esa medida impropia de un ministro liberal -solo la bolsa de Grecia restringe las posiciones cortas-, al banco del cantabro la factura le hubiera costado mucho más dinero, amén de otro muesca en la reputación. Y el Popu igual no habría salido -¿veremos?- de la UVI. El presidente de BBVA solo se mete en guerras que gana: ya le dobló la mano a Juan Abelló, a la CNMV, a Solbes, a Salgado y a Rodrigo Rato.

Pero ni por esas se han suavizado las estridencias entre De Guindos y la banca. Al contrario, FG le ha dicho que no financia el apaño del banco malo, un mal necesario para que las entidades se saneen y el crédito vuelva a fluir en condiciones de normales. De lo contrario, España, con el corazón financiero en rigor mortis, estará condenada a muchos meses más de empobrecimiento. Una oscura perspectiva que perjudica a todos, sobre todos los ciudadanos que cada día se levantan con un provenir cada vez más sombrío, resultado de la codicia personal y de unos políticos y banqueros que nunca admiten sus errores.

Por eso el pulso entre el ministro comunista y FG llega en el peor momento. El gallego solo participa en guerras que sabe que gana. Ya le dobló el pulso a Zapatero, a la CNMV y a Juan Abelló cuando intentaron sacarle de BBVA a las bravas. Después se resistió contra Solbes y contra Salgado. Pero debido a la delicada situación del país, las dos partes deberían de dejarse el ego a un lado y reconocer que tienen que dejarse pelos en la gatera. Como dijo hace unos días el presidente de una gran sociedad cotizada, “hasta que la banca y los inversores no reconozcan que han perdido, hay poco que hacer”.

Sean felices.

Luis de Guindos le confesó a un conocido que desde que alcanzó su 'sueño' de ser ministro dormía como un niño. Se acostaba tarde, se despertaba temprano sobresaltado por las preocupaciones nacionales y ya no volvía a reconciliarse con Morfeo hasta que tocaba irse al despacho oficial. Un afeitado rápido, ajuste de corbata y a escuchar problemas y buscar soluciones para la mayor recesión económica que se recuerda.

Luis de Guindos