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El verdadero reto de Banco Popular: ser más listo que Botín, FG y Fainé en tres días
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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El verdadero reto de Banco Popular: ser más listo que Botín, FG y Fainé en tres días

Hace dos meses, a los gestores de Banco Popular se les ocurrió la brillante idea de enviar una cajita de galletas a toda su red de

Hace dos meses, a los gestores de Banco Popular se les ocurrió la brillante idea de enviar una cajita de galletas a toda su red de oficinas para aconsejar a sus empleados de cómo se debían de comportar ante el cliente. Eran recomendaciones sobre la vestimenta adecuada, el peinado, el maquillaje y asuntos similares dirigidas a personas de entre 45 y 50 años a los cuales se les suponía a que a esa edad deberían saber como acudir a un puesto de trabajo con exposición pública.

 

La cajita, endulzada con cuatro galletas, llevaba un libro de protocolo llamado “El perfecto anfitrión”. Un manual de instrucciones para saber cómo tratar al endemoniado cliente del Popular –y del resto de bancos sin excepción, of course-  que había devorado innumerables emisiones de acciones, bonos subordinados y preferentes de la entidad. Unas inversiones maléficas que han empobrecido a miles de particulares y cuyo principal objetivo era tratar de alargar la agonía de una entidad que necesitaba entonces de un milagro.

 

Evidentemente, aunque el Popular es un banco bendecido, el fenómeno sobrenatural no se produjo y el grupo financiero se ha visto abocado a lo que todo el mundo intuía desde hace meses: a un rescate mediante una ampliación de capital por el 100% de su capitalización bursátil, una operación a vida o muerte, que no solo afecta al otrora envidiado banco, sino al conjunto del sistema.

 

Con la connivencia de la CNMV, que ya le hizo un favor impagable al prorrogar la prohibición sobre las posiciones cortas en una decisión impresentable en un sistema financiero libre, Popular ha ido publicando datos de la gran acogida de la ampliación entre los inversores. Una información siempre vetada durante el periodo de suscripción para no calentar la acción, para no influir en las decisiones del comprador o vendedor, para no tergiversar el proceso. La CNMV, siempre sumisa ante las presiones de Economía, permite al Popular calentar la ampliación de capital ofreciendo datos que prohibe por ley

 

Primero que se había cubierto en un 50%, después en un 65% y por un último en un 70%, ratio que para su presidente, Ángel Ron, “es todo un éxito”. Logro del que todo el mundo debe alegrarse, pero que esconde otra lectura a tener en cuenta a falta de tres días –el próximo miércoles 28- para que acabe el plazo para decantarse entre comprar, vender o quedarse quieto. Ese 70% significa que Popular ha captado 1.750 millones de euros, incluidos los 625 de su núcleo duro y los de su red minorista. O lo que es lo mismo, algo más de 1.100 millones, en menos de dos semanas, tal y como si fuera una campaña de depósitos de alta remuneración. Vamos que, as usual, han exprimido la vaca del cándido pequeño ahorrador, que no aprende ni a sablazos.

 

Pero también indica que faltan 750 millones a levantar entre inversores institucionales, los que de verdad deciden el éxito o el fracaso de la operación, los cuales hasta el momento no han puesto un pavo en la ampliación. Una cifra que el banco tiene que buscar en tres días, un objetivo cuasi milagroso porque desde hace meses, muchos meses, algún que otro año, ninguna entidad española ha conseguido tal desafío. Sólo Sabadell alcanzó algo comparable -no llegó a 1.000 millones- en su ampliación de marzo a precio de derribo. Ni BBVA, ni Santander, ni Caixabank, que se supone son los tres más sanos o menos enfermos, han convencido a los inversores.  Que se lo digan a Bankia, que contó con toda la artillería gubernamental y financiera para conseguirlo y todos saben como acabó aquella farsa.

 

Curiosamente, los mismos bancos que dirigieron esa OPV –Deutsche Bank, UBS, JP Morgan y Bank of America Merrill Lynch- son los coordinadores de la del Popular. Todo el mundo espera que tengan más éxito en esta ocasión, aunque la situación es mucho peor que contra la que pelearon en el verano de 2011. En aquel envite no captaron un eurito de inversores institucionales, los mismos que tampoco quieren saber nada de entrar en el banco malo ni sin pagar impuestos. Deutsche Bank, UBS; JP Morgan y Merrill Lynch, los mismos que dirigieron la fracasada OPV de Bankia, no han conseguido levantar demanda de los inversores institucionales

 

¿Lo van a conseguir ahora? Complicado, muy complicado, aunque es cierto que los gestores extranjeros siempre esperan al final para tomar una decisión. El asunto se resume fácil: ¿alguien daría dinero a un señor que le ha hecho perder cientos de millones? Eso es lo que piensan los responsables de las mayores gestoras del mundo del Angel Ron, que hace tres años les vendió acciones a 7 euros, un 94% por encima de precio de 0,4 euros de la actual. Con el agravante de que ahora el dinero solicitado es para tapar el agujero generado por la ineficiente gestión y que encima se han quedado sin dividendo. Es lo que deberían reflexionar los particulares para que después no clamen al cielo por sentirse engañados a posteriori aunque el precio parezca un chollo.

 

En este contexto, todo indica que el embrollo se resolverá con llamadas del ministro de Economía a bancos amigos para dar la cara por el Popular y por el conjunto del sistema. Ya las está habiendo. Como en Bankia, recuerdan. Mala solución para un problema sistémico. No para el banco, que tiene garantizados los 2.500 millones con esos cuatro brokers internacionales con los contratos de aseguramiento. Pero sí para los accionistas porque, si finalmente terminan teniendo que 'comerse' esas acciones que no consigan vender, las soltarán más pronto que tarde, con lo que la cotización sufrirá una avalancha de papel difícil de digerir. Miren lo que acaba de ocurrir con Amadeus, una de las pocas perlas del mercado, en una reciente colocación de títulos. El broker, HSBC, 'se comió' las acciones y eso que eran de la mejor calidad y con un dividendo magnífico.

 

Lo de adecentar a los empleados, aconsejarles cómo atender al enfurecido cliente, pintar las oficinas y cosas similares está bien. Remozarse es bueno y necesario. El envoltorio siempre debe ser atractivo. Pero el contenido es lo verdaderamente relevante. Suerte al Popular y a sus accionistas.

 

Sean felices.

Hace dos meses, a los gestores de Banco Popular se les ocurrió la brillante idea de enviar una cajita de galletas a toda su red de oficinas para aconsejar a sus empleados de cómo se debían de comportar ante el cliente. Eran recomendaciones sobre la vestimenta adecuada, el peinado, el maquillaje y asuntos similares dirigidas a personas de entre 45 y 50 años a los cuales se les suponía a que a esa edad deberían saber como acudir a un puesto de trabajo con exposición pública.