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FCC, quién es y a qué se enfrenta la heredera del imperio Koplowitz
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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FCC, quién es y a qué se enfrenta la heredera del imperio Koplowitz

Entre los vicios denunciables que rigen la sociedad actual, hay uno que posiblemente es el origen de la contaminación que inhalamos: el uso de lo público

Entre los vicios denunciables que rigen la sociedad actual, hay uno que posiblemente es el origen de la contaminación que inhalamos: el uso de lo público para el interés privado. Un defecto que no solo es propiedad de la adulterada clase política, sino que está muy extendido en empresas cotizadas con millones de accionistas, a los que se ningunea como a los ciudadanos que ejercen su derecho al voto.

FCC es una compañía que se congratula de cumplir con la mayor parte de las 58 recomendaciones que dicta el Código Unificado de Buen Gobierno. Hasta el punto de que pone en práctica el 90% de los consejos de esta guía de papel mojado, utilizada por la mayoría de las grandes corporaciones para protegerse a sí mismas contra las sospechas de abusos en la gestión.

“El tamaño y composición del Consejo de administración de FCC atiende a los principios de representatividad de la estructura de propiedad y de equilibrio en el gobierno de la entidad, a la vez que destaca la presencia de mujeres con cinco consejeras”, blande la constructora en el informe que envía a todos y cada uno de los accionistas que confían sus ahorros en los administradores.

Magnifica carta de presentación que, desgraciadamente, no deja de ser una hoja de buenas intenciones, con escaso valor efectivo, porque la familia Koplowitz, con Esther al frente, ha manejado al grupo FCC a su antojo. La empresaria, dueña mayoritaria del capital, ha primado sus intereses frente a los de sus accionistas, que han pagado y van a seguir pagando una serie de desmanes que no casan con la historia de esta compañía. La hija de Esther Koplowitz debe corregir los errores de su madre, que ha antepuesto sus intereses personales a los del conjunto de los vilipendiados accionistas

Porque FCC ha pagado dividendos durante los dos últimos años pese a que el grupo vivía de la obtención de ingresos extraordinarios mediante la venta de activos. El negocio ordinario, castigado eso sí por el impago de las administraciones, no daba para la luz, pero la matriarca iluminaba su jardín. Sacar dinero de la caja para retribuir al accionista no era una medida de buen gobierno. Solo tenía un fin: dar dinero a los Koplowitz para que pudieran pagar la deuda personal de 1.000 millones con la que tomaron la mayoría del capital con créditos de BBVA y Bankia. Cuando ya tenía lo suyo a salvo, cuando ya había refinanciado su pasivo, decidió suspender el dividendo en diciembre del pasado año. 

Como el mercado huele el humo a distancia, los hedge funds pronto advirtieron que el imperio tenía pies de barro. Si la dueña no podía pagar lo que adeudaba, se abrían tres escenarios: o tendría que vender las acciones de FCC para obtener liquidez, o la banca le exigiría más garantías, o la ejecutaría. Se pusieron cortos hasta hundir la cotización de la constructora un 80%. Un desplome que ha provocado que la deuda que tiene la familia –los 1.100 millones- sea el doble del valor de las garantías (las propias acciones) concedidas por sus prestamistas. Es decir, que los dos grandes bancos tienen un descubierto de más de 500 millones sobre el que todos guardan silencio.

Ante esa situación, Esther Koplowitz se ha visto obligada a renovar la cúpula directiva en busca de una refundación urgente. Por ello, ha cambiado al consejero delegado –Juan Béjar por Baldomero Falcones- y ha cedido el trono a su hija mayor, Esther Alcocer Koplowitz, un cambio aparentemente solo de apellido que, sin embargo, puede suponer una gran oportunidad para el futuro.

Porque la primera cuestión a plantearse es ¿quién es la descendiente de la Reina del ladrillo? ¿Cuáles son sus méritos más allá del árbol genealógico? Todas las respuestas juegan en su contra porque, huelga decir, que ha sido designada a dedo. Su mayor experiencia fue, cuando el acné aún visitaba su piel, ser consejera de Banco Zaragozano por capricho de su padre, Alberto Alcocer, que la puso a hacer prácticas sobre moqueta. BBVA y Bankia tienen un descubierto de 500 millones por la deuda de los dueños de FCC. Tanto la familia como la empresa necesitan capital con cierta urgencia

Pero la nueva ejecutiva no es novata en la casa. Al contrario, ha estado involucrada en el descenso a los infiernos. Casada con Pablo Santos, rico inmobiliario y hotelero, era la presidenta de la comisión de nombramientos y retribuciones, miembro de la comisión de auditoría, de la de estrategia e inversiones, además de tener un asiento en el comité de dirección. Además, su madre la envió al IESE a hacer un curso intensivo de gestión para redondear una preparación que ahora deberá poner en práctica con algo que no se estudia en las escuelas de negocios: mucho valor.

La Infanta, en pos del cambio generacional, deberá de airear las sábanas. Quitarse a toda esa corte de hidalgos que reían las gracias de la Reina, que la aconsejaban mal para beneficio propio. Hombres de la casa, como Rafael Montes, César Ortega, Marcelino Oreja o Fernando Falcó, que tuvieron su época, pero a lo que el tiempo ha sobrepasado mientras seguían merodeando por el despacho de la madre, inmiscuyéndose en la gestión del presidente y sin asumir las responsabilidades.

La sucesora tiene una oportunidad de oro para calmar el hambre de unos acreedores y hedge funds que hace trimestres que no respetan los apellidos nobles –recuerden lo que por aquí hemos contado de Sacyr, ACS-. Como se conoce bien la casa, con sus múltiples defectos y posibilidades de futuro, sabe como nadie cuál es el diagnóstico y la medicina a aplicar. De momento, la elección de Juan Béjar como jefe de cirugía va en la buena dirección. Toca ponerse el mono de trabajo, coger pico y pala y dejarse el abrigo aristocrático. El mercado, con un castigo del 9%, ya le dijo este vieres que es tiempo de tomar medidas sin dilación para salvar la fortuna familiar y el de la compañía. Que no pase como en Prisa.

Sean felices

Entre los vicios denunciables que rigen la sociedad actual, hay uno que posiblemente es el origen de la contaminación que inhalamos: el uso de lo público para el interés privado. Un defecto que no solo es propiedad de la adulterada clase política, sino que está muy extendido en empresas cotizadas con millones de accionistas, a los que se ningunea como a los ciudadanos que ejercen su derecho al voto.