A Corazón Abierto
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Gas Natural, la última bomba de relojería para el artificiero Brufau
Dicen de él que tiene más vidas que un gato. Y las pruebas confirman que dispone de una capacidad de resistencia pocas veces vista. Es Antonio
Dicen de él que tiene más vidas que un gato. Y las pruebas confirman que dispone de una capacidad de resistencia pocas veces vista. Es Antonio Brufau, el presidente de Repsol, que en poco más de dos años ha desactivado a todos los que han querido prescindir de sus servicios al frente de la petrolera. Unas maniobras de entreguerras con las que ha acabado con algunas de las mayores fortunas del país, como Luis del Rivero y Juan Abelló y ha dejado heridos a La Caixa, a Pemex y a Demetrio Carceller.
La venta del negocio de gas natural licuado (GNL), forzada por el atraco cometido contra Repsol por el gobierno de la quebrada Cristina Fernández de Kirchner, y el traspaso de la autocartera que le compró a Sacyr, han cerrado el círculo del rescate y saneamiento de la compañía española. En tres días ha espantado el fantasma del bono basura y ha eliminado el riesgo de tener un paquete del 5% del capital que solo le daba dolores de cabeza.
Porque esa ha sido la táctica de Brufau: liquidar, con un sigilo extraordinario, los peligros que acechaban a la compañía que preside. El primero, al ínclito Luis del Rivero, al que invitó a entrar en su capital en el otoño de 2006 cuando atisbaba que alguna petrolera grande podía darle un bocado de muerte. Después, al ver que el murciano aspiraba a no ser un convidado de piedra, en compañía de Pemex, lo arrinconó con la ayuda de varios bancos internacionales que se negaron a refinanciarle hasta su 'defunción'. Una muerte que los propios socios del expresidente de Sacyr, como Abelló, Manrique y Carceller, le facilitaron al propio Brufau, dándole boleto en el consejo de la constructora. Los convenció a todos para aniquilar al insurgente con la idea de que, muerto el perro se acababa la rabia: Repsol subiría en bolsa y Sacyr iría detrás.
Sin embargo, la confiscación de YPF complicó los planes. La petrolera, que había subido con fuerza en los mercados hasta los 22 euros, se hundió a apenas 12. Un castigo que movilizó a las fuerzas vivas del entramado empresarial. A esa valoración, las pérdidas le hervían a La Caixa, a Sacyr y a sus socios. Era el momento de cargarse a Brufau, al que se le culpabiliza de no haber tenido la habilidad suficiente para contener a la tanguera de Buenos Aires. El presidente de Repsol ha desactivado a todos y cada uno de sus enemigos, como Abelló, Carceller, Del Rivero, Pemex y La Caixa
En septiembre de 2012, un año después de la decapitación de Del Rivero, el de Repsol observó que Abelló, Carceller y Fainé venían a por él, después de conseguir durante el verano el beneplácito del ministro de Economía, Luis de Guindos, para quitarle el sillón. El de Mollerusa encontró el apoyo de José Manuel Soria, el ministro de Industria, que, curiosidades del destino, le había dado a Repsol la histórica licencia para buscar petróleo en Canarias, la tierra original del dueño de la cartera de Energía.
En el entramado también se encontraba Borja Prado, presidente de Endesa, que, otra curiosidad de estos navajazos en la corte financiera de España, le había asesorado en la neutralización del riesgo de Sacyr, cuando en la Navidad de 2011 Repsol optó por comprar un 10% del capital en manos de la quebrada constructora. Cinco meses después de ese nuevo intento de envenenamiento, Abelló ha decidido renunciar a sus aspiraciones en la petrolera, con la venta acelerada de su minusvalorado paquete de Sacyr y su dimisión como vicepresidente de la oil company. El famoso inversor, dedicado desde hace tiempo al buen vivir, no ha hecho valer sus contactos en las más altas instituciones Reales –esas jornadas de caza con su herniada Majestad- para meterle mano a BBVA ni a Repsol. Al contrario. Otra pieza de caza mayor que ha caído a los pies de un Brufau triunfador, que ha conseguido que la cotización vuelva a casi los niveles previos al robo de YPF.
Un estado de felicidad que, no obstante, tiene otro riesgo del tamaño de un rinoceronte: Gas Natural. Las relaciones entre el presidente de Repsol y los gestores de la gasista son nulas e irrecuperables, según fuentes próximas a las partes. Un tumor que ha ido cogiendo tamaño por los enfrentamientos en la venta de GNL, un concurso a la que la barcelonesa se presentó y a la que Brufau desestimó a las primeras de cambio por considerar ofensiva su oferta. Gas Natural quería comprar solo varios activos del paquete, pero Repsol exigía propuestas por la totalidad, incluido la deficitaria planta de regasificación de Canadá.
Finalmente, y con su partner en este negocio descartado desde noviembre –tiene una alianza que ha dado pocos frutos-, la petrolera optó por traspasar todas las factorías de GNL, menos la citada de Norteamérica, a Shell, un competidor de Gas Natural. Una decisión que para Salvador Gabarró ha sido una afrenta, como para Brufau fue que la empresa de la que tiene un 30% llegase a un acuerdo con el Gobierno de Argentina para ser su suministrador energético. Unas diferencias que han provocado varios enfrentamientos en los consejos de administración que han soliviantado a La Caixa, el mayor accionista de Repsol (14%) y de Gas Natural (35%).
Así las cosas, en los ambientes financieros se da por hecho que habrá batalla de aquí al verano. Que ni Repsol ni Gas Natural se van a quedar de brazos cruzados. Una coyuntura sobre la que se barajan varias alternativas. La primera es que la petrolera propusiera integrarse con la eléctrica, un movimiento que Brufau ha sopesado en numerosas ocasiones, pero que siempre ha rechazado. Ahora tiene menos sentido que nunca porque Repsol se ha convertido ya en una empresa de exploración y producción -upstream-, que además ya no está presente en el negocio del gas licuado. Una fusión que seguramente sería castigada por las agencias de rating, con las que Repsol ha rehecho sus relaciones de confianza.
La segunda opción, la más viable, es que Repsol venda un paquete de Gas Natural y baje su participación al 20% o al 15%, justo hasta el límite por el que comparte la gestión con La Caixa. Un paquete que le da derecho a nombrar al consejero delegado, un privilegio que ha perdido toda la efectividad porque el actual CEO –Rafael Villaseca- le ha dado la espalda. No responde a su patrón. Dada la ruptura de las relaciones con Gabarró y Villaseca, el mercado baraja una venta acelerada de un paquete de la gasista mientras Fainé espera un gesto de Rajoy
Y esa desinversión se puede hacer de dos maneras. La primera, con la colocación acelerada de un porcentaje del capital. Gas Natural está como un tiro en bolsa –se ha apreciado un 38% en doce meses-, lo que le permitiría a Repsol apuntarse importantes plusvalías. La segunda, mediante el acuerdo con un tercero que adquiere una participación que le de asientos en el consejo de administración.
En esa segunda tesis aparece el nombre de Sonatrach, el socio argelino del Estado español, que deberá pronunciarse sobre cualquier maniobra de Repsol. Porque el último aspecto a meter en la coctelera es la posición política, con un Gobierno dividido sobre sus impresiones sobre Brufau y una Generalitat y un PSC que presionan a La Caixa para no perder otra elemento de poder. Ahí es donde Isidro Fainé deberá definirse, tras amagar en numerosas ocasiones con dar un golpe sobre la mesa y retirar el mazo el día de autos para desencanto de los Abelló, Carceller y Del Rivero, Curiosamente, los tres se siente traicionados por Brufau y por Fainé, prueba inequívoca de que movieron mal sus piezas, sobre todo cuando con Pemex llegaron a tener el 30% de la compañía.
Lo que es evidente es que todos ellos se sienten perdedores de unas intrigas palaciegas cuyo único vencedor hasta la fecha es el artificiero de Repsol, que vive un momento dulce pese al robo de la Pampa, que limita su futuro al haber perdido el 40% de sus reservas de crudo. A las malas, Brufau, que cometió algún pecado imperdonable como financiar a los Petersen contra el balance de Repsol, ha demostrado ser imbatible. Solo Rajoy, con el BOE en la mano, podría reducirle, especialmente si le amenaza con quitarle parte de los 50 millones de indemnización que se llevaría si finalmente lo abaten. Pero, como de todos es sabido, el gallego tiene bastantes follones propios como para meterse en charcos contra un superviviente nato al que la bolsa avala.
Sean felices y disfruten de este circo romano.
Dicen de él que tiene más vidas que un gato. Y las pruebas confirman que dispone de una capacidad de resistencia pocas veces vista. Es Antonio Brufau, el presidente de Repsol, que en poco más de dos años ha desactivado a todos los que han querido prescindir de sus servicios al frente de la petrolera. Unas maniobras de entreguerras con las que ha acabado con algunas de las mayores fortunas del país, como Luis del Rivero y Juan Abelló y ha dejado heridos a La Caixa, a Pemex y a Demetrio Carceller.