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La olímpica burbuja de Estambul que tanto pica y atrae al emergente BBVA
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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La olímpica burbuja de Estambul que tanto pica y atrae al emergente BBVA

La empresa española contiene la respiración ante la posibilidad de que este sábado por la noche, en Buenos Aires, el Comité Olímpico Internacional, conceda a Madrid

La empresa española contiene la respiración ante la posibilidad de que este sábado por la noche, en Buenos Aires, el Comité Olímpico Internacional conceda a Madrid los Juegos de 2020. La fanfarria institucional canturrea que la organización del mayor evento deportivo del planeta supondría un gran impacto económico para la capital de España y el resto de la Península (3.500 millones de euros de aportación al PIB), afirmación que contrasta con el mensaje oficial de que solo se necesitaría una inversión de apenas 1.500 millones de euros para completar las infraestructuras olímpicas.

O lo que es lo mismo, que las constructoras apenas tendrían proyectos a los que aplicar el conocido sobreprecio tan típicamente español que multiplica por dos la factura oficial,  ni la banca sacaría grandes márgenes de financiar la fiesta. Por el contrario, el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad y el Gobierno central pasarán el platillo para que las grandes compañías del Ibex 35 paguen la preparación de los deportistas con el objetivo de superar un determinado listón de medalla teniendo en cuenta que las arcas públicas están peor que un frigorífico a la vuelta del verano.

Una inversión involuntaria y poco rentable en un país donde las multinacionales andan muy apuradas. Ninguna se atreve a decir en público que los Juegos serían un engorro porque serían tildadas de antipatriotas. Pero es que algunas no tienen ni para pagar dividendos (Telefónica, Banco Popular, ACS, IAG, FCC, NH Hoteles, Mediaset…) y la banca rapiña el crédito, mientras Madrid no repone ni el papel higiénico en los polideportivos, no asfalta las calles por falta de presupuesto y poda a 200 jardineros porque no hay dinero para pagarles. Y todo ello sin contar que la capital tiene una deuda de más de 6.500 millones que los lugareños tardarán décadas en pagar. Todo por la gloria de la marquesa de Aznar.

La antigua Costantinopla vive un boom del ladrillo y del crédito similar al que ha llevado a España a una recesión histórica

Expuesto lo anterior, el optimismo, como ya pasó en las anteriores elecciones de Londres 2012 y Rio de Janeiro 2016, está en máximos históricos. Se cree que Tokio, con el problema nuclear de Fukusima, está en fuera de juego, y que Estambul tiene pocas posibilidades por los problemas de seguridad derivados de las protestas sociales y la vecindad con Siria. Las manchas negras del dopaje son similares a las españolas, pero los turcos las reconocen y sancionan a sus deportivas, por lo que tampoco sería adecuado descartarla de mala manera. 

Pese a su diferencia cultural y religiosa, Estambul es más parecido a España de lo que se cree. Se trata de un competidor de 13 millones de habitantes inmerso en una burbuja económica que recuerda a la nuestra. La mejor referencia, como siempre, es el precio del metro cuadrado. Cualquiera que se de una vuelta por esta ciudad que une Europa y Asia comprobará que los rascacielos que se han construido en la última década dejan las cuatro torres del norte del Paseo de la Castellana en enanos edificios de oficinas. El boom es tan grande que un piso en el distrito financiero de Estambul cuesta al menos dos millones de euros. La vivienda más humilde no baja de los 100.000 euros en las laderas más pobres de la antigua Constantinopla y un apartamento mediano a 30 kilómetros del centro se paga a unos 240.000 euros.

Precios que contrastan con los poco más de 350 euros del salario mínimo interprofesional, los 400 que cuesta un alquiler normalito y los cerca de 800 euros de ingresos medios que obtiene un turco, una buena parte de ellos sin pasar por el blanqueador del fisco local. Todo esto no aparece en las estadísticas oficiales, pero te lo cuentan los paisanos con un té amargo de por medio. Sensación que, curiosamente, coincide con otra de las variables que demuestran que un país está en plena burbuja, como es la concesión de crédito, indicador que en Turquía crece a ritmos anuales del 20%.

De esta explosión otomana participa BBVA, que hace ahora tres años invirtió 4.200 millones en comprar el 25% de Garanti, el segundo banco del país. Una inversión que ahora la tiene contabilizada en libros en 3.581 millones pero que, desde este año, Francisco González no tiene que provisionar por esas cosas de la ingeniería contable, al cambiar el método de consolidación (de integración proporcional a participación).

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BBVA está encantado con la aportación de Garanti, cuyo beneficio creció un 17,45% hasta junio, al ganar 794 millones de euros. Un resultado que ya le gustaría obtener en España, donde la morosidad multiplica a la que tiene en Turquía (apenas el 1,9%) pese al fuerte aumento del crédito. El PIB del país asiático –el 97% del territorio está en este continente- creció un 3% en el primer trimestre, nada comparable con la recesión española, pero muy lejos del 9% que subía en 2011. Una mejora a la que ha contribuido que el Banco Central haya bajado en 100 puntos los tipos de interés para echarle gasolina a la locomotora, igualito que en Estados Unidos y Europa años atrás. El resultado es de todos sabido.

En consecuencia, un entorno aparentemente propicio para darle a Estambul los Juegos Olímpicos de los que BBVA se beneficiaría mucho más de si se organizaran en Madrid, ya que la polis que dio lugar al imperio bizantino tiene que invertir 12.000 millones en infraestructuras. Un pastel picante, como todo lo turco, del que la banca se llevaría una gran parte.

Paco González se ha jugado 4.200 millones en Turquiía, otra economía emergente con signos evidentes de sobrecalentamiento y un aumento imparable del precio de la vivienda

Sin embargo, las lecciones más recientes de lo que supone emborracharse de crédito no son precisamente alentadoras, ni para la sociedad civil, ni para los agentes financieros. En mayo, los turcos salieron a la calle a expresar su enfado por el sobrecalentamiento inmobiliario, manifestaciones que el sempiterno primer ministro Recep Tayyip Erdoğan acalló a las bravas. El socio de BBVA, el Grupo Dogus, se señaló políticamente al reclamar un cambio político en el país, posición que comparte Paco González, que se juega mucho en las elecciones del próximo año. Si repite Erdoğan, malo, pese a lo bien avenidos que parecían cuando el líder del país emergente visitó Madrid en otoño de 2012.

Hoy, en la Plaza Taskim –el equivalente a la Puerta del Sol de Madrid con el 15-M- no hay ni rastro de aquellas protestas más allá de dos furgonetas de policía instaladas como efecto disuasorio. Pero en los mercados de capitales, la huella sigue presente. La lira turca se ha depreciado más de un 15% contra el euro hasta niveles no vistos en la última década, tal y como reconoce el propio BBVA, al que le afecta sobremanera el miedo del dinero a invertir en Turquía.

Peso a estas advertencias, varias agencias de calificación financieras (Moody’s, Fitch, Japan Credit Rating Agency–JCR– y Dominion Bond Rating Services–DBRS) le han dado al país el rating de grado de inversión, al tiempo que JP Morgan acaba de recomendar a sus clientes que Turquía y sus bancos son una buena oportunidad para apostar. Un respaldo que, como ya pasó con España, Irlanda y otras economías sureñas, no se sabe si es bueno o el primer indicio para salir corriendo.

En ese puente que cruza el Bósforo está sentado el BBVA, con la mayor inversión que se le recuerda a Francisco González con la excepción de la compra con pérdidas del estadounidense Compass. Una magnifica vista para otear si Estambul puede ser el Cuerno de Oro donde aprovisionarse de un excelente negocio u otra burbuja olímpica de la que huir antes de que estalle.

Sean felices 

La empresa española contiene la respiración ante la posibilidad de que este sábado por la noche, en Buenos Aires, el Comité Olímpico Internacional conceda a Madrid los Juegos de 2020. La fanfarria institucional canturrea que la organización del mayor evento deportivo del planeta supondría un gran impacto económico para la capital de España y el resto de la Península (3.500 millones de euros de aportación al PIB), afirmación que contrasta con el mensaje oficial de que solo se necesitaría una inversión de apenas 1.500 millones de euros para completar las infraestructuras olímpicas.

Francisco González Vivienda